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Philosofae Naturalis, Principia chuchae
Abogado y escritor. Ha publicado varios libros, entre ellos Abraza la Oscuridad, la novela corta Veinte (Alfaguara), AL DENTE, una selección de artículos. La novela 7, además de la selección de artículos Las 50 sombras del Buey y la novela 207.
Actualizada:
La semana pasada Guillermo Lasso compartió un video diciendo “ya qué chucha”. Amén de que le salió natural, creo que en función de ampliar la cobertura de su candidatura a un espectro nacional, va a tener que conseguirse un binomio extremadamente serrano que suba un video diciendo “ya qué chugchas”.
Ahora bien, antes de entrar de lleno en el análisis político y electoral, es menester fundamentar académicamente el trasfondo íntegro y biocontextual de la terminología escogida para su estudio con el fin de establecer la razón por la cual la vagina, en algunos países de Sudamérica, es denominada vulgarmente como chucha:
Fue idea de los incas.
Vamos a la etimología del vocablo: “Chucha es una clase de almeja que se da en el Perú, la cual los incas llamaban chucha en quechua. Esta parte de la anatomía femenina es metaforizada con los moluscos lamelibranquios marinos, no solo por su aspecto triangular sino también por tener labios y emitir fluidos”.
Hay dos opciones para reaccionar ante esta puntualización lingüistica.
1.- Reivindicar la cósmica, así como pícara, capacidad de observación de los Incas, y la fluidez y potente adaptabilidad de la sonoridad idiomática de varios de sus vocablos.
2.- Acusar de apropiación cultural a todo mestizo que pronuncie o escriba la palabra “chucha”, sin cumplir con el punto 1.
Agregaría el compareciente que la perla del molusco mencionado vendría a ser el timbre del Diablo, pero este es un texto académico respetable.
Ante la evidente duda de ¿cómo hay que referirse a los moluscos lamelibranquios marinos en la actualidad, puesto que el término chucha es una vulgaridad? Un reciente estudio de una prestigiosa Universidad arrojó un resultado inesperado.
Colocaron al sujeto de estudio en una habitación con una chucha hirviendo en una sartén y, a dos metros de distancia, una voluntaria mayor de edad en pleno goce de sus derechos y voluntad, se acostó seductoramente sobre una cama, vistiendo un bikini.
Un analista tomaba nota dentro de la habitación a prudente distancia. El investigador ordenó al sujeto de estudio: “sácale la chucha” ante lo cual, y para sorpresa de la Universidad, el sujeto de estudio agredió físicamente al analista. Arrojando un tercer resultado de manera imprevista.
Ahora, volviendo al asunto electoral, los estudios señalan que en la costa ecuatoriana nadie dice chugcha, mientras que en la serranía se pueden dar ambas posibilidades.
Al ser consultada sobre este particular, la doctora Gabriela Silva (lingüista y oradora), sostiene que “en la Costa nos comemos las letras de las palabras, mientras en la Sierra las aumentan, nosotros le damos variación en la intención del uso de la palabra con la entonación”.
De este modo, enfocados específicamente en la Sierra, las múltiples opciones de pronunciación colocan al término “chucha” en un andarivel superior de multi significación, casi bordeando la ubicuidad.
Un ejemplo que aclara el concepto inmediato anterior, podría ser la experiencia futbolística de patear un tiro penal.
Tenemos dos bandos enfrentados y ante la falla de la pena máxima por haberse elevado el balón por encima del horizontal con destino al graderío, podremos escuchar que del mismo suceso emergerán al unísono dos gritos que significan lo mismo pero señalan dos realidades contrarias: “Chugcha se mamó”, dirán los hinchas del pateador; y “chucha se mamó”, los hinchas del arquero.
Todo esto para señalar que dentro del contexto nacional, es menester que un binomio sepa administrar estos finos detalles con el fin de llegar a la mayoría del electorado con un mensaje claro, cercano, orgánico y especialmente elegante.
Abordaremos el uso del plural “chuchas”, en un siguiente tomo.