El indiscreto encanto de la política
La vergonzosa persecución de estudiantes judíos en las universidades estadounidenses
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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La persecución a estudiantes y profesores judíos en las universidades estadounidenses es inaceptable. Pero la impavidez de las autoridades académicas, y de la propia sociedad estadounidense, es vergonzosa.
Durante la semana pasada, varios videos documentaron como manifestantes pro-Palestina bloquearon la entrada a universidades a alumnos judíos. Algunas imágenes captaron escenas con actos marcadamente antisemitas que inevitablemente evocan las perversas memorias del acoso judío durante el Tercer Reich.
Por supuesto, no se cuestiona el ejercicio de uno de los valores más preciados de la sociedad estadounidense, como es la libertad de expresión. Dada la escalada del conflicto, es hasta razonable condenar ciertos excesos militares del gobierno de Netanyahu; aunque en algunos casos se respalde el accionar de Hamás, organización que buena parte del mundo, incluida la Unión Europea, ha declarado como terrorista.
Lo verdaderamente condenable es que las autoridades universitarias, al defender las libertades de un grupo, vulneran los derechos de otro.
La Universidad de Columbia, ubicada en Nueva York, hogar de cerca de dos millones de judíos (un 9% de su población), protagonizó uno de estos desafortunados episodios. Ante la incapacidad de garantizar la seguridad de los estudiantes frente a esta ofensiva antisemita, la administración decidió habilitar clases virtuales específicas para los miembros de la comunidad judía.
Si bien el campus de Columbia es propiedad privada, la universidad puede autorizar a la policía a ingresar y tomar medidas: desarmar campamentos, dispersar manifestantes y hasta detener a quienes presuntamente hayan cometido delitos de odio. Por supuesto, el presidente de la Universidad no ha usado esta carta con la contundencia que las circunstancias obligan.
Una situación similar se vivió en otra universidad de élite, Yale. Los manifestantes obstruyeron el ingreso a edificios y agredieron a un estudiante hasta hospitalizarlo. La respuesta de las autoridades, igualmente, fue cruzarse de brazos y un tardío pedido de ayuda a la policía.
En Harvard, este asedio sistemático ya ha provocado que un grupo de estudiantes judíos demande a la Universidad. El reclamo acusa a Harvard de aplicar selectivamente sus políticas antidiscriminatorias para evitar proteger a los estudiantes judíos del acoso, y exige que se suspenda o expulse a los alumnos que participen en actos antisemitas.
Es inadmisible que en el corazón de la academia, donde debería fomentarse el intercambio de ideas y el respeto mutuo, se permita que grupos extremistas acosen, hostiguen y agredan a estudiantes por su identidad religiosa, étnica o cualquier otra característica que los haga diferentes.
Es hora de que las autoridades académicas abandonen su posición pusilánime y tomen decisiones para detener esta espiral de odio y violencia. No se puede permitir que la intolerancia y el fanatismo se apoderen de nuestras universidades, espacios sagrados del aprendizaje, debate y respeto.