Al aire libre
Los perros rescatan humanos y no al revés
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Cuando mi esposo empezó un trabajo fuera de Quito, me encargó sus cuatro perros: Zunfo, Naga, Goncho y Maki.
Acepté a regañadientes porque no tenía afinidad ni interés hacia los perros. Recuerdo el momento de la comida: era un desafío para el que me preparaba usando “ropa de perro” por si me ensuciaban. Me aterraba que se me lancen, me quiten el plato, se peleen entre ellos.
A poco me nació un amor por ellos que agradezco a Dios. Son ocho años de amistad cada vez más estrecha. Me hacen matar de la risa, me acompañan a caminar, me dan la bienvenida, cada uno con su personalidad marcada. ¡Y qué tristeza cuando uno de ellos, el más viejo, mi Zunfo, se murió!
En mi último viaje en avión tuve como vecino a Odín, un gran perro con discapacidad en las patas traseras. No recuerdo el nombre de su dueño, pero jamás olvidaré la bondad y la mirada de Odín. Una dulzura.
Yo me reía calladita imaginando a mi hermana María Jo en mi lugar. Hubiera puesto el grito en el cielo ante semejante situación. A decir verdad, nadie me preguntó si quería viajar 10 horas junto a un perro.
Fue un encuentro afortunado.
Es que cuando amas a uno, amas a todos. Es tan puro el sentimiento que se extiende a otras especies de animales.
Sigo a Jefferson Rescata en Instagram porque su obra de rescate animal es fantástica. Últimamente, se le ocurrió sacar a sus perritos a la carretera con un rótulo para que la gente los adopte. Hubo pros y contras en las redes por esta acción, pero a mí me pareció excelente.
Antes de entregar a un nuevo dueño, Jefferson hace una investigación. “Si te llevas mi peludo tienes que firmar un compromiso y permitirme hacerte un seguimiento”, explica Jeff.
El perrito pasa a ser el mimado de la casa y se libera espacio para rescatar otros animalitos maltratados o abandonados y darles una buena vida.
Me llegó un mensaje para despertar la conciencia de gente que está humanizando a las mascotas. Dice:
-“Soy un Yorkshire Terrier, feroz cazador de ratas de las minas inglesas. Hoy creen que no puedo caminar y me cargan en los brazos".
-"Soy un Labrador Retriever, mi idea de felicidad es nadar en un lago para capturar patos. Hoy he olvidado caminar, correr, nadar, soy obeso por estar dentro de casa…”
Y así: un Border collie, un Siberian Husky, un Beagle que no están adaptados para la vida sedentaria, usando vestidos y lazos, ocho horas dentro de casa para salir 10 minutos a hacer sus necesidades.
Según un artículo de The New York Times, los dueños de mascotas visitan 30% menos al médico, tienen niveles más bajos de colesterol y presión alta y menor riesgo de ataque al corazón que los que no tienen perros. Entre otras razones, porque salen más a pasear y tienen menos estrés.
Perros entrenados, dice el artículo, son los ojos de personas no videntes, los oídos de los sordos y compañeros indispensables para personas con capacidades especiales.
A mis perros se sumó la Wara que tiene una historia de película. Casi como la de Arthur, el perrito ecuatoriano que adoptó el corredor de aventura sueco y que ahora está en el cine.
La Wara fue encontrada en el Limpiopungo, al pie del Cotopaxi, por una pareja de extranjeros. Era una guagua perrita de pelaje amarillo, mimetizada entre las pajas.
Los gringos la tuvieron en su campamento unos días y viendo que no había dueño, la bajaron al Cotopaxi Bike Park y le explicaron a mi hijo Manuel que no podían llevársela con ellos, que quizás él la podía cuidar.
La Wara pasó en el Bike Park un mes y luego desapareció. Todos estábamos con pena y en eso, a los pocos días, volvió con su acostumbrado desparpajo.
Es la líder de la jorga. Arma bronca con gatos, ratones y persigue pájaros. Sigue siendo la cervicabra salvaje del páramo, pero, si puede instalarse en el sofá entre cobijas, lo hace.
Por momentos le gusta ser perrita faldera.
Espero que a todos los humanos les llegue un día el amor por los perros. Que sientan su poder sanador, su fidelidad incondicional.
Que no los humanicen. Que les dejen ser lo que son: unos salvajes y felices aventureros.