¿Qué pensarán los cerdos de todo esto?
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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¿Ha generado la pandemia cambios profundos en la sociedad humana? En parte sí, pues aceleró la digitalización del mundo, que ya estaban en marcha.
Porque, ojo, el ‘virus’ que se ha difundido universalmente y ha cambiado para siempre a los seres humanos, no es el invisible Covid –que terminará convertido en una gripe más– sino otro, mucho más sólido e invasivo, que anda pegado a la mano de 6.000 millones de terrícolas: el smartphone.
Para bien y para mal, este artefacto ha copado funciones que definían al ser humano, tales como el uso de su memoria para registrar y utilizar información, habilidades y experiencias.
O ese otro hábito milenario que consistía en hablar cara a cara con sus semejantes, olerlos y palparlos y mirar la vida y la naturaleza con los ojos y no con la cámara del celular que envía fotos y selfies que no le importan a nadie.
Al mismo tiempo, la conexión entre la computadora y el cerebro –el interfaz que dicen– se desarrolla cada vez más: ya se implantan chips para que los tetrapléjicos muevan objetos con el pensamiento y no está lejano el día en que otro chip cerebral permitirá el acceso instantáneo a la nube de la información.
O sea: todo el conocimiento de la humanidad al alcance de cualquier hijo de vecino. Chao quemarse las pestañas en los libros. Bienvenidos al mundo de la inteligencia artificial.
No solo eso: mientras la cabeza se digitaliza, el corazón y los riñones empiezan a ser reemplazados por órganos de cerdo, con ciertas modificaciones genéticas.
¡De cerdo, virgen santa!, exclamarán muchos porque estos animales han sufrido de mala prensa y discriminación desde los tiempos de Jesús, quien exorcizó a los demonios del poseso de Gerasa y los arrojó a una piara de cerdos que, enloquecidos, se precipitaron al mar para ahogarse.
La imagen es muy gráfica, pero uno se pregunta por qué no mandó a los demonios directamente al Infierno y condenó a unos inocentes animales. ¡Ah, es que eran puercos!
Pero si en muchas lenguas el puerco o cochino es metáfora recurrente de bajeza moral, suciedad, falta de escrúpulos, en la cocina y la gastronomía goza de alta consideración.
Basta recordar que en Ecuador, hasta mediados del siglo pasado, prácticamente todo se preparaba con manteca de chancho, desde la entrada hasta el postre.
El día no muy lejano en que nos conectemos cerebro a cerebro con los cerdos, finalmente sabremos qué piensan de todo esto.
Por ahora, son los defensores de los animales quienes rechazan los experimentos que alteran los genes y acarrean nuevos suplicios. "Los animales no son almacenes de herramientas para asaltar, sino seres complejos e inteligentes", apuntan.
Por desgracia, esos trasplantes son factibles porque los cerdos se parecen mucho a nosotros en lo anatómico y en lo fisiológico.
Pero los humanos los superamos de largo en crueldad y perversión, como lo prueban las bestialidades que cometen día tras día los soldados rusos en Ucrania. Ni el peor cerdo sería capaz de causar tanto daño y tanto dolor tan gratuitamente.