El Chef de la Política
No al voto nulo. No
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Votar nulo es un derecho ciudadano y como tal debe ser respetado. En rigor, el voto nulo refleja que las preferencias del elector son tan diferentes de las que representan los candidatos que ninguna de las propuestas existentes le resulta mínimamente atractiva.
Por el contrario, para este tipo de elector todas las opciones van en sentido opuesto a su propia visión de la política, la economía o la sociedad.
En un escenario como el descrito, la posibilidad de abstenerse de la contienda electoral y dejar que otros sean los que resuelvan quien es el ganador, resulta plenamente comprensible.
Sin embargo, la defensa de la libertad individual del que desea anular su voto en ocasiones se enfrenta con las consecuencias que dicha decisión puede acarrear para la sociedad en la que vive.
Dicho de otra forma, en determinadas circunstancias votar nulo podría favorecer la llegada al gobierno de un conjunto de actores e ideas que pueden ser más perjudiciales que otras para el bien común.
Ecuador se debate ahora mismo en un escenario de ese tipo. Aunque aquí no interesa discutir si un gobierno de Andrés Arauz o de Guillermo Lasso sería mejor o peor para los intereses nacionales, lo que sí se pretende posicionar es la idea de que votar nulo en esta ocasión no eximirá al elector de responsabilidad frente al destino que asuma el país.
Dos razones abonan a lo dicho. De un lado, la diferencia en apoyo electoral entre los dos finalistas parecería ser tan pequeña que el voto afirmativo de quienes inicialmente pretendían anular la papeleta podría llegar a ser determinante.
Por otro lado, y seguramente más decidor, Arauz y Lasso son dos candidatos con propuestas tan diferentes que resulta difícil no tener algún punto de cercanía con uno u otro.
Distinto sería el caso de una segunda vuelta como la protagonizada por Sixto Durán-Ballén y Jaime Nebot, ambos provenientes de la misma matriz ideológico-partidista; y, por tanto, tan parecidos que en ese caso el voto nulo de un elector de centro o de izquierda sería mucho más entendible. En esa situación, gane quien gane, el gobierno sería de centro-derecha.
Como se ha dicho, Arauz y Lasso son lo suficientemente distintos. Los modelos de desarrollo económico que proponen son diversos, el tipo de países con los que Ecuador tendría más cercanía en el contexto internacional también son diferentes y cuestiones de orden social, como la educación, también asumirían enfoques variados de cara al diseño de políticas públicas.
Por tanto, quienes votaron por otros candidatos en primera vuelta tienen aquí dos visiones del mundo que van a marcar inevitablemente el futuro del país, al menos en los próximos cuatro años, dependiendo de quien gane.
En una situación de este tipo, votar nulo es dejar abierta la posibilidad de que la tendencia que menos nos agrade resulte triunfadora. Si bien es cierto hay aspectos en los que ambos candidatos son bastante similares, como en la visión conservadora y tradicionalista de la vida; aquello no debe llevarnos a pensar que Arauz y Lasso son parecidos en temas de fondo en lo político o lo económico.
Colocar a ambos finalistas en la misma canasta refleja una valoración superficial de sus posibles agendas de gobierno.
Votar nulo siempre es una opción aunque no la mejor, al menos en esta segunda vuelta electoral. Con una competencia cerrada entre los finalistas y unas posiciones ideológicas marcadamente diferentes, votar nulo no solo desplaza al elector de una decisión clave sino que lo puede convertir en responsable, por acción u omisión, de un gobierno que sea el que menos represente los intereses de las grandes mayorías.
Esta reflexión, si bien se dirige al común de los ciudadanos también es útil para las organizaciones políticas. Frente a dos propuestas claramente diferenciadas, la valoración que debe primar entre los líderes políticos tiene que ver con cuán favorable les resultaría un gobierno de Arauz o de Lasso.
No es posible pensar que uno u otro les sean indiferentes pues, como se ha visto a lo largo del proceso electoral, hay hechos y eventos que serían más probables en una administración de uno u otro candidato.
En definitiva, votar nulo no deja de ser una expresión legítima del elector. Hacerlo en una coyuntura como la actual; sin embargo, puede propiciar que la opción que menos le agrada a este tipo de votante llegue al gobierno.
En quienes se inclinan hasta ahora por el voto nulo está la decisión.