De la Vida Real
Pedir plata prestada a un hijo es condenarse al infierno
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Me harté de tanto reclamo, de tanto discurso y de tanto recordatorio en la Alexa, así que decidí saldar las deudas con mis hijos. Los reuní y les dije:
-Les regalo un día. Hagamos lo que ustedes quieran. La única condición es no pedir que les compre nada material. Y con eso estamos pagados.
Ese día almorzamos pizza. Dentro del plan de pago, estaba que les llevara al cine y compartiéramos dos combos familiares extra grandes.
Todo estaba organizado, solo tenía que pedirles prestado el carro a mis papás porque el Wilson, mi marido, se llevó el nuestro.
El Rodrigo, que cuenta todo, le dijo a mi pá:
-Abuelo, hoy mi mami nos va a pagar todas nuestras deudas, porque nos debe full plata. Almorzamos pizza y ahorita vamos a ir al cine, y nos va a pedir dos combos con canguil y cola.
Mi pá, sin entender bien el trato, les dio USD 20.
El Pacaí, que ya va a cumplir 12 años, agarró el billete y se lo guardó. La Amalia y el Rodri gritaron:
-Pacaí, no le des a mi mamá porque se gasta todo. Ella siempre dice que nos guarda la plata, que luego nos la devuelve y nunca más nos da ni un centavo.
-Niños, qué mala fama la que me dan. Jamás he usado un dólar de ustedes.
-Má, ¿por qué nos regalas este día? ¿No era para saldar deudas? -preguntó El Pacaí.
Me subí al auto, bravísima, y les reclamé por su pésima actitud:
-Me parece el colmo que me saquen en cara asuntos económicos, cuando siempre les doy todo lo que necesitan, les grité furiosa. Además, ustedes tienen abuelos que les socapan su economía, yo no.
El Pacaí me dijo que él no creía en el socialismo, que la plata de él es suya, pero que en la casa nadie tiene efectivo, que él siempre tiene que dar de sus ahorros para pagar él.
-Pacaí, un niño no debe manejar plata.
-Má, reconoce que soy más responsable que tú con la economía familiar.
Estaba tan indignada y desconcertada, pero en el fondo sabía que El Pacaí tenía razón: es su plata.
Al mismo tiempo, reflexioné: "El Pacaí debe ser solidario. La casa es de todos, y todos usamos gas. Está bien que él pague". No dije nada para no promover más peleas.
El Rodri, un avaro en potencia, me dijo:
-Má, yo me he sacado dientes a propósito para que el abuelo me dé USD 10, porque el tal Ratón Pérez, que son tú y mi pá, solo me dejan USD 5 bajo la almohada.
-Rodri, ¿y cuánta plata has llegado a tener con esa estrategia? Además, no es obligación que te demos plata por los dientes caídos.
-Muchos dólares, pero tú siempre me dices que te preste para pagarle al jardinero, porque no tienes efectivo y que luego me devuelves la plata.
-Rodri, ¿qué tal eres? Pagué la deuda cuando te compré los zapatos para la bici.
-Sí, má, pero no me diste los dólares que les presté.
-Ma, creo que el ñaño te está cobrando intereses. El otro día le expliqué cómo funcionan los bancos y cómo ganan plata.
-Pacaí, deja de confundirles a tus hermanos. Además, te compré el balón de fútbol más caro de la historia. Contigo las deudas están saldadas y con intereses incluidos.
-Má, pero nada se equipara a toda la plata que les he prestado desde el día en que nací.
"Pedir plata prestada a un hijo es firmar el pacto con el mismísimo demonio", pensé.
La Amalia iba calladita.
-Reina, ¿a ti te debo algo?
-No sé, mami. Nunca tengo plata. El Pacaí siempre se queda con lo que me dan, pero no importa, porque no entiendo de economía ni de finanzas. Además, El Pacaí y mi ñaño dicen que están haciendo un fondo común de inversión o algo así. Tienen plata escondida en la billetera azul.
-¿Es en serio, niños? ¿Ustedes le quitan plata a La Amalia?
Frené el auto a raya. Di media vuelta, y les ordené que ellos, con ese dinero, pagaran el cine y el combo familiar:
"Me parece horrible todo esto de la plata, las deudas y los reclamos", les dije bravísima.
Sacaron la famosa billetera azul. Conté que tenían USD 38. En la boletería pagaron ellos. Y con la entrada en mano tuvimos este diálogo de paz:
-Má, no nos quedó nada… Pero qué lindo poder invitarte con nuestros ahorros.
-¿Saldamos deudas, entonces?
-Má, ¿nos prestas un dólar para un chocolatito?
-Claro, mis niños. ¿Vamos a tomar un helado luego del cine?
-Má, ahorrarás algo de plata que mañana va el jardinero.
-Má, y creo que ya toca pedir gas.