Una Habitación Propia
Paseando el perro del balcón al salón
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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La magia está en la cabeza. También la fe.
Aplaudes y las hadas vuelven a la vida, rezas y sales bien en un examen, crees y aquello en lo que crees existe. Recuerden lo de creer no es otra cosa que hacer visible lo invisible o lo de a veces hay que creer para ver.
El cerebro es capaz de crear y recrear amores y temores, enfermedades y bendiciones, pesadillas y sueños felices. El cerebro, en resumen, es el generador del que se alimentan las luces y las sombras.
(Ay este cerebro mío, las cosas que me ha hecho, cuánto necesitamos unas vacaciones).
Este año, 2020, el año de la peste, de la muerte, del horror, de la pandemia, del espanto (se le ha llamado de todo menos bonito) la salud mental de todos y todas ha estado patinando en una capa de hielo finitita, de un grosor imposible para soportar el peso de los días, de las muertes, del confinamiento.
De soportar, digo, la insoportable levedad del ser.
No sé cómo no nos hemos precipitado a la demencia más absoluta.
Sé que el encierro no ha sido nada más para el cuerpo, que la mente encerrada actúa de formas impredecibles, como el tigre del zoológico, y que bien puede dormitar como moribundo durante días o bien puede despertar de golpe y generar daño, mucho daño.
A veces un cuerpo encerrado es completamente libre y en cambio otro, suelto en la ciudad más libérrima del mundo, puede sentirse en un ataúd, enterrado vivo. Lo que los diferencia es la mente, esa perra poderosa.
Sé por experiencia propia que hemos estado cerca del colapso, que hemos inventado enfermedades (levante la mano quién no ha tenido Covid sicológico), que más días de los que estamos dispuestos a reconocer hemos deseado no levantarnos de la cama, que todo, el hornear pan de guineo, el aprender manualidades, el hacer yoga, nos ha parecido después de un tiempo ridículo, inútil, patético.
También sé que a veces nos confundimos, no entendemos lo que leemos, no sabemos en qué día vivimos.
Sin embargo, aquí estamos. Ustedes y yo, aquí estamos.
Hemos batallado contra nuestras propias cabezas y unos días hemos ganado y otros hemos perdido miserablemente, pero aquí estamos, carajo.
Somos unos supervivientes.
Aquí seguimos como en 'El mundo futuro', la canción de Mecano: y aquí seguimos con las mismas ganas de soñar, plantando flores sobre hierba artificial, pariendo clones, suplicando amor, paseando al perro del balcón al salón.
Les deseo, amigos y amigas queridísimos, un 2021 de salud mental. Lo demás, la belleza y la plenitud, la paz y la felicidad, no son posibles sin esa bengala.
Y, por supuesto, salud para ustedes.
Salud por ustedes.
Salud.