El indiscreto encanto de la política
Los partidos políticos y su deuda con la democracia
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Hace más de dos siglos, el filósofo francés, Joseph de Maistre, sostenía que “cada pueblo tiene el gobierno que se merece”, para referirse a que tanto los vicios como las virtudes de nuestros gobernantes no son más que el reflejo de la sociedad a la que pertenecen. Sociedad que les confió el voto y que, generalmente, en poco tiempo se desencanta.
Una primera reflexión al respecto -al menos en nuestro país- atribuiría este comportamiento recurrente al paupérrimo nivel de educación y de formación política de la mayoría de ciudadanos. Esta condición provocaría que el electorado sea más susceptible de votar por figuras que no necesariamente son las más aptas para el cargo.
Pero en la práctica, no es tan así. Buscar justificación a este problema, aludiendo a una ciudadanía “poco informada”, es solo una arista de la verdadera causa de fondo: la irresponsabilidad de los partidos políticos.
Los partidos políticos y los candidatos son los actores fundamentales de las elecciones. Para competir y ganar el deseado cargo público, el candidato se vale de la estructura, recursos y plataforma de su partido patrocinador para llevar a cabo su campaña electoral y conseguir más votos que sus adversarios.
Pero hay un detalle, los individuos pasan a ser candidatos gracias a la decisión de los partidos; y más precisamente por la sentencia de unos pocos caciques que -visibles o no- dirigen a su antojo los destinos de la organización política.
Este largo pero necesario contexto, finalmente nos lleva al punto central del análisis: los líderes de los partidos, en aras de mantener su cuota de poder, priorizan el éxito electoral y dejan de lado la elemental responsabilidad política.
Eso explica por qué muchos partidos candidatizan a figuras que tengan una significativa base de popularidad más allá de evaluar si realmente son los más preparados para asumir las responsabilidades del cargo al cual se postulan. Incluso, se llega a relegar a la militancia más leal por abrir un espacio para el 'famoso' de turno.
Para los próximos comicios ecuatorianos, el Código de la Democracia dispone que el elector solo podrá votar por listas cerradas y bloqueadas (voto en plancha). Así se espera recuperar la importancia de votar por los programas y propuestas de los partidos, más allá de elegir individuos entre listas.
Este podría ser un incentivo para que las tiendas políticas propongan a sus mejores cuadros, caso contrario, seguiremos escuchando la tan manida expresión de que “los pueblos tienen los gobiernos que se merecen” a pesar de que, en realidad, simplemente tenemos los gobernantes que los partidos nos permiten tener.