El Chef de la Política
El Partido Social Cristiano: tres décadas gobernando desde la legislatura
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Con el retorno a la democracia, el Partido Social Cristiano (PSC) se perfilaba como la opción electoral que capturaría a los sectores de derecha del país. Aperturistas al mercado en el plano económico y garantes de las tradiciones, la familia en el sentido más clásico del término y la propiedad privada, en el plano de los valores, el PSC estaba destinado a cubrir el lugar del otrora Partido Conservador.
A diferencia de las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado, cuando las bases y el liderazgo se hallaban en Quito, siendo Camilo Ponce Enríquez su mayor representante, para el momento en el que se inaugura la denominada Cámara Nacional de Representantes en 1979, buena parte de esa estructura política estaba ya bajo el control, entre otros, de los sectores agroexportadores de la Costa.
Allí la figura de León Febres-Cordero de a poco se constituyó en la dirimente, aunque cierto balance había con Sixto Durán-Ballén, en Quito.
No obstante, la hegemonía absoluta de Febres-Cordero se verificó a inicios de la década de los noventa, a propósito de la salida del PSC de Durán-Ballén. De allí hacia adelante, la historia es conocida. El partido perdió alcance nacional, sus lineamientos ideológicos no fueron renovados y con el paso del tiempo fue perdiendo fuerza electoral.
Este deterioro ha sido paulatino y constante. Por un lado, de bancadas legislativas que llegaron a cubrir un tercio y más de las legislaturas de las décadas de los ochenta y noventa, en las últimas elecciones el PSC debe conformarse con un pírrico 10% de curules.
Por otro lado, de un sonado triunfo electoral en la presidencial de 1984, las huestes socialcristianas se han visto resignadas a no volver a Carondelet. Al respecto, más de tres décadas han pasado y el partido no ha sido capaz de ganar otra elección presidencial.
A lo dicho hay que sumar la pérdida de hegemonía en provincias como Guayas o Manabí, en las que la 6 tradicionalmente tenía su bastión.
Sin embargo, la influencia del PSC sigue ahí, firme. ¿Por qué? Una lectura señala que el partido entendió que para gobernar el país no se necesita la presidencia de la República, sino el control de la ahora denominada Asamblea Nacional y las cortes de justicia.
Desde la capacidad de legislar y fiscalizar se puede presionar a los gobiernos de turno y desde los tribunales se pueden resolver problemas inconclusos de la política a través de procesos judiciales, esencialmente de naturaleza penal. Esa sería la estrategia socialcristiana.
Aunque actualmente el PSC ha perdido cierta influencia en el manejo de la justicia, su capacidad de administrar la política desde la legislatura sigue presente. De hecho, por la diversidad de organizaciones políticas que estarán representadas en la Asamblea Nacional 2023-2025, los catorce legisladores, en promedio, del PSC serán el pivote al que se deberán anclar las distintas fuerzas políticas que deseen controlar la legislatura.
Así se puede ver del siguiente análisis de escenarios.
En el primero de ellos, para alcanzar la presidencia de la Asamblea Nacional y de las comisiones más importantes, la Revolución Ciudadana necesitará los votos del PSC y unos cuantos más que fácilmente se los podrá conseguir a golpe de chequera o de espacios clave en los que se puede generar clientela política y/o corrupción. En ese escenario, RC tendría que acordar con una o dos bancadas nada más, lo que disminuye los costos de negociación e intercambio.
Dado que la segunda fuerza política, Construye, o la bancada de ADN difícilmente se acercarían a RC, el PSC es la carta con la que hay que jugar. Si ese acuerdo implica entregar al PSC la presidencia de la Asamblea Nacional, eso está por verse. Con González al poder ese anhelo socialcristiano sería más esquivo que si el triunfador es Noboa.
En el segundo escenario, si Construye busca controlar la legislatura, nuevamente el PSC será decisivo. Entre ADN, Actuemos, Pachakutik y otros legisladores dispersos, difícilmente alcanzarán mayoría, aunque esto podría relativizarse en alguna forma si Noboa es el nuevo presidente. En cualquier caso, nuevamente los legisladores socialcristianos serán importantes y harán prevalecer su posicionamiento y sus demandas, que son claramente conocidas y que han sido su faro de accionar político por décadas.
En cualquier escenario, el PSC sale ganando.
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Como consecuencia de un sistema político y de partidos caduco y diseñado para destruir la vida democrática del país, organizaciones minoritarias, como ahora lo es el PSC, se constituyen en los pivotes de cualquier acuerdo político orientado a gobernar la Asamblea Nacional.
Ante la existencia indiscriminada de organizaciones políticas o la posibilidad de ser candidato sin ser afiliado a una estructura partidista, el país está condenado a que no sean los más votados los que gobiernen, sino a que sean actores menos relevantes, en términos electorales, los que terminen ejerciendo el poder político. Ahora el PSC está en esa posición y lo más probable es que saldrá bien librado independientemente de quien gane la presidencial.
Como dice la expresión popular, el PSC se defiende como gato panza arriba frente a su declive electoral. No podrán tener muchos votos, pero sí la posición clave para armar mayorías desde allí. Ellos gobiernan desde la legislatura de forma inalterada desde hace más de treinta años (aunque con un receso en la década de RC).
Aunque las cortes de justicia les han sido algo esquivas en los últimos lustros, ese espacio siempre estará en la agenda del PSC y seguramente pugnarán por volver a colonizarlo.