De la Vida Real
El Mundial y los comentarios del partido del siglo
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Era domingo, un domingo cualquiera. Y, claro, los domingos las personas racionales como yo nos quedamos acostadas hasta que el desayuno esté listo o el hambre nos obligue a reaccionar. Pero el domingo anterior todos en mi casa se levantaron a las 06:00.
Oía entre sueños que El Wilson, mi marido, hacía el desayuno y de pronto gritó:
-Niños, ¿quién quiere jugo de naranja?
Y enseguida dijo a viva voz:
-¡No hagan bulla, que la mami está dormida!”
Pero no me levanté. A los diez minutos, bajó mi papá a preguntar si ya estábamos listos para ver la final del Mundial. Vi la hora y eran las 06:10. No exagero.
Oía que mis hijos se estaban pintando la cara. El Pacaí con la bandera de Francia, La Amalia con la de Argentina y El Rodri en un cachete quería un sol y en el otro la bandera de Francia.
Fueron las seis horas más eternas que mi familia ha vivido. Ni bien abrió el supermercado, mi papá y mis hijos fueron a comprar picaditas.
Luego llamaron a mis tíos, que viven arriba y que dormían aún, para que bajaran a ver el partido de Argentina contra Francia.
Todos caminaban de un jardín al otro, de una casa a la otra, esperando que fueran las 10:00. Me quedé en la hamaca leyendo y observando el movimiento del vecindario.
Por fin llegó la hora esperada. Cada hijo iba por un país y cada adulto también. El encuentro era en la casa de mis papás, en el cuarto de televisión.
Subí sin muchas ganas y en el fondo de mi corazón iba por Argentina, porque amo a Messi y somos latinoamericanos.
Cada uno tenía sus razones para ir por el país que más le gustaba. En el primer tiempo iba ganando Argentina. La Amalia, mi mamá y mi papá gritaban de la emoción. No podían más.
Mi pobre tía preguntaba en qué arco tenía que meter gol cada equipo. Comentaba algo y todos la callaban:
-Paco, en nuestra época no era así el fútbol. Había menos reglas. Ahora todo es falta.
Mi pá, enervadísimo, le respondía:
-Ñaña, no hable tonteras. El fútbol siempre ha sido así.
-Pacaí, ¿el tiro de esquina es igual que el córner? -preguntó la tía.
Y el Pacaí, muy respetuoso y agarrándose la cabeza, le explicaba:
-Tía, o sea, es lo mismo, pero córner es en inglés y tiro de esquina en español.
Mientras esto pasaba, mi mamá comentaba todo lo que decía el locutor, como si fuera algo trascendental.
-Sí, qué buena jugada hizo Messi. Qué buen centro de Mbappé.
Y, de verdad, ella no tiene idea de fútbol, pero estaba metidísima en el papel de comentarista.
Mi tío se cambiaba de equipo todo el partido. A ratos iba por Francia y otros por Argentina. Y decía:
-¿Por quién iba? Es que… qué partidazo.
Frase que repitió los 90 minutos, más los 30 adicionales y en los penales.
En el primer tiempo, El Pacaí ya agonizaba. No podía más del estrés y de la tristeza porque Francia iba perdiendo. Se iba, tomaba agua, regresaba, se rascaba la cabeza, y con la voz sin esperanza me dijo:
-Má, creo que se me bajó el azúcar. Esta angustia me va a dar un paro cardiaco. Hasta aquí llego. No doy más.
El Pacaí estaba sufriendo. Me dio tanta pena verlo así que, como mi tío, me cambié de equipo y me apasioné por Francia.
Francia metió su primer gol, y mi hijo renació. Fue increíble ver cómo resucitó. La Amalia y El Rodrigo, para ese entonces, desaparecieron y se fueron a jugar su propio partido. Entraban de cuando en cuando a ver qué pasaba, hacían algún comentario técnico y se iban.
El partido estaba tres a tres, y el locutor gritó:
-Qué se acabe ya el tiempo. ¡No puedo más!
Mi mamá dijo:
-Sí, que se acabe este tormento tan emocionante.
Y mi pá solo decía una y otra vez:
-Qué partidazo, el mejor partido que se ha jugado en la historia del Mundial. ¿No es cierto, Pacaí?
Y así fue cómo el fútbol, que tiene un encanto, nos tuvo absolutamente apasionados más de dos horas.
Por primera vez entendí algo de este deporte, y es que las cosas más fascinantes de todas pasan fuera de la cancha. Las historias más cautivadoras son las que se cuentan alrededor del fútbol.
-Pacaí, ¿estás triste por Francia?” -le pregunté.
-¡Qué va, má, Francia me dio los goles que quería vivir! Argentina jugó increíble. ¡Esta fue una verdadera final de un gran Mundial! Ahora tocafff esperar cuatro añitos más para que el fútbol vuelva a unir al mundo.