Efecto Mariposa
La paradoja ecuatoriana
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Se esperaba que, con la inserción laboral de las mujeres y su consecuente independencia económica, se redujeran las diferencias en la asignación de los quehaceres domésticos.
Sin embargo, ahora las mujeres no solo se encargan de la mayoría de las tareas del hogar, sino que además desempeñan actividades laborales remuneradas.
En Ecuador, según cifras del INEC de 2020, en promedio las mujeres dedican 31 horas semanales a las tareas del hogar y los hombres, 11.
Pero ¿por qué las mujeres siguen realizando más quehaceres domésticos a pesar de sus conquistas económicas?
Para responder a esta pregunta, primero me referiré a los logros de las mujeres en lo económico, para luego analizar la posible causa por la que siguen cargando con la mayor parte de las tareas domésticas.
Según un estudio realizado por Juan Carlos Campaña y otros investigadores, en Ecuador las mujeres sí obtuvieron logros económicos, pues en el país existiría una distribución de la riqueza por género relativamente igualitaria, ya que las mujeres poseen alrededor del 52% de los bienes del hogar.
En Ecuador distribución de la riqueza por género relativamente igualitaria.
Además, entre las parejas heterosexuales ecuatorianas, la mayoría de los bienes importantes son de propiedad conjunta, y no solo de los hombres, y en el caso de la propiedad de la vivienda, la tenencia conjunta es más frecuente en Ecuador que en otros países latinoamericanos.
No obstante, en la distribución del tiempo dedicado a las actividades del hogar, las mujeres tienen una mayor carga.
Por eso incluso en ese estudio se habla de la paradoja ecuatoriana, por la combinación de menos desigualdad económica y mayor desigualdad en el tiempo asignado al trabajo no remunerado.
La principal razón para que las mujeres tengan una sobrecarga de tareas domésticas es porque existe la transmisión intergeneracional de los roles tradicionales de género, que constituyen el mecanismo para preservar valores, creencias y prácticas de generación en generación.
Los roles de género se transmiten de padres a hijos, especialmente cuando estos últimos están en la adolescencia. Además, se atribuye más responsabilidad a las madres, puesto que, en general, ellas pasan más tiempo con sus hijos.
Las cifras sustentan esta afirmación, pues según datos del INEC, hay diferencias en la asignación del tiempo dedicado a las tareas domésticas, dependiendo de la presencia de adolescentes hombres o mujeres en los hogares.
Por ejemplo, en los hogares en los que hay cuatro adolescentes mujeres, los hombres adultos asignan semanalmente cuatro horas al trabajo doméstico y las mujeres 31.
En cambio, en los que no existe ningún adolescente, hombres y mujeres adultos, asignan siete y 34 horas a las tareas domésticas, respectivamente.
En los hogares con cuatro adolescentes de sexo masculino, los hombres asignan semanalmente ocho horas al trabajo doméstico y las mujeres 34, y estos tiempos coinciden con los asignados por hombres y mujeres cuyos hogares no tienen adolescentes de sexo masculino.
Es decir, desde ya, las adolescentes mujeres tienen una mayor carga en la división de las tareas del hogar. Así, el patrón clásico de quién hace los quehaceres domésticos aún existe y parece que persiste.
La culpa de esta división desigual no es solo de los hombres, ni tampoco solo de las mujeres, pues la familia tradicional ecuatoriana tiene papá y mamá, y ambos son responsables de romper o conservar los patrones tradicionales.
Si los hombres y las mujeres cohabitamos, debemos repartirnos las tareas por igual.
Entonces, la lección que se puede tomar para Ecuador es que, si bien las normas sociales tradicionales no han limitado la igualdad económica de las mujeres, pueden ser las responsables de la persistencia de las diferencias en el tiempo dedicado al trabajo doméstico no remunerado y al cuidado de los niños.
El costo de la división desigual del trabajo doméstico no es solo que las mujeres dedican más tiempo que los hombres a cuidar de la casa, sino que ellas incluso pueden sacrificar sus aspiraciones o sobrecargarse para cumplir con las responsabilidades de la familia y trabajo; es decir, deben convertirse en las injustamente llamadas súper mujeres.
Si los hombres y las mujeres cohabitamos, debemos repartirnos las tareas por igual. No se trata de que los hombres nos "ayuden a veces".
Si el hombre cocina, la mujer lava los platos y va al mercado, o viceversa.