Dato y Relato
Pan y circo están muy caros
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Se dice que alrededor del año 140 a.C, los políticos romanos idearon la estrategia de entregar comida y entretenimiento -pan y circo- para ganarse el apoyo del pueblo.
Esta práctica se ha venido repitiendo a lo largo de los siglos, en particular cuando los gobiernos atraviesan coyunturas adversas.
No obstante, en la actualidad va a ser muy difícil replicarla, pues la doble crisis global de la pandemia y la guerra han hecho que el pan y el circo estén muy caros.
Las presiones inflacionarias se han desatado en la mayoría de países como producto de la expansión fiscal y monetaria y de la disrupción de la cadena global de suministros.
A esto se sumó la invasión de Rusia a Ucrania, que disparó el precio del petróleo, del transporte y de los productos básicos, en especial de los alimentos.
De acuerdo con la FAO, el índice de precios de los alimentos se incrementó en 47,8% entre diciembre de 2019 y febrero de 2022. Alcanzó un máximo histórico, impulsado especialmente por el aumento en aceites (142%) y cereales (49,9%).
Fuente: FAO (2022)
Esto tiene impactos políticos y sociales. El fallecido expresidente Alan García alguna vez me dijo que su principal opositor era el PP. ¿Partido Popular?, pensé. No, se refería al "precio del pollo": cuando aumentaba, la popularidad de García se derrumbaba.
Seguramente, esta preocupación debe ser compartida por la mayoría de gobernantes de América Latina.
El PP bien podría referirse también al precio del pan, un producto básico en la canasta familiar, que está enfrentando presiones alcistas en toda la región. El pan popular en Ecuador está a USD 0,15 por unidad y se anticipa que podrá subir a USD 0,18 o incluso a USD 0,20.
Esto sería un duro golpe para el bolsillo de las familias ecuatorianas, que ya están pagando uno de los precios más altos de la región.
El fallecido expresidente Alan García me dijo que su principal opositor era el PP. ¿Partido Popular?, pensé. No, se refería al "precio del pollo".
Un reportaje de la revista Gestión muestra que el kilo del pan en Ecuador está en USD 1,60, casí el doble que en Colombia (USD 0,83) y solamente superado por Panamá (USD 2,00).
Más allá de su impacto político, el aumento de los precios de los alimentos tiene graves implicaciones sociales.
En América Latina, el peso de este rubro en la canasta básica varía entre el 25% y 49%, y es mucho mayor para la población de menores recursos.
En Ecuador, por ejemplo, el 10% más pobre de la población destina el 59% de sus gastos a la alimentación. De allí que cualquier incremento de precios tiene efectos devastadores sobre su bienestar.
Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo que evaluó la anterior crisis de los alimentos en 2008, determinó que por cada 10% de aumento en el índice de precios de los alimentos, se podría esperar un aumento directo de 2 puntos porcentuales en la pobreza. Esto agravaría la ya precaria situación que dejó el Covid-19.
Dicho estudio también concluyó que las políticas macroeconómicas tradicionales son menos efectivas para mitigar este golpe a los más pobres.
Igualmente, políticas heterodoxas como los controles de precios o la distribución directa de alimentos tampoco son tan efectivas y no son sostenibles en el tiempo.
Por tanto, es prioritario diseñar políticas focalizadas que eviten una mayor crisis social en la población más vulnerable.
En ese escenario, ¿si el pan está muy caro, por lo menos circo? Parecería que sí. La revista Gestión sostiene que, pese al alto costo del entretenimiento, la demanda de eventos, que estuvo represada por la pandemia, ha regresado con fuerza y ha hecho que las giras de los principales artistas comerciales estén completamente vendidas y los precios por las nubes.
Los datos que trae esta publicación muestran las paradojas de la región: mientras la crisis de los alimentos está dejando secuelas entre los más pobres, otra parte de Latinoamérica está dispuesta a destinar hasta más de dos sueldos mínimos para ver a Bad Bunny, Karol G o Daddy Yankee.