Matrix política
¡La muerte de los pactos de la regalada gana!
Consultor Político con 20 años de experiencia en campañas electorales, comunicación de Gobierno y gestión y management de la crisis. Catedrático universitario y conferencista en varios países de América Latina y en España.
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Luego de algunos minutos del discurso conciliador de Luisa González, apenas admitió su derrota en segunda vuelta el pasado 15 de octubre, los micrófonos de los medios de comunicación se fueron a buscar a otro de los líderes del Movimiento Revolución Ciudadana, al que ella pertenece: Pabel Muñoz, alcalde Quito.
Y Muñoz, con su acostumbrada calma y capacidad para transmitir mensajes, señaló algo de meridiana importancia: que el bloque de su partido es el más numeroso de la Asamblea y que sería un auténtico despropósito (como le pasó a Lasso) dejarles por fuera del diálogo que de manera urgente necesita el país dada la calamitosa situación en la que se encuentra.
Inmediatamente, y dada la sagacidad y la capacidad de representación del sentir popular que tienen algunos periodistas, uno de ellos le preguntó: ¿y el diálogo sobre qué?
En el blanco, pues para nadie debería ser extraño que en democracia todas las fuerzas políticas que representan a los ciudadanos sean tomadas en cuenta a la hora de sentarse a la mesa y discutir los temas del país.
Sin embargo, tampoco es una novedad para nadie en el Ecuador la sensación de que la Revolución Ciudadana tiene como bandera (antes que el país) la necesidad de limpiar de cualquier manera (llámese recurso de revisión, llámese amnistía o indulto, llámese Comisión de la Verdad -usted elija-) el pasado judicial y la condena que, por el caso “Sobornos”, tiene su máximo líder y caudillo Rafael Correa.
Todo esto para que su imagen de gran líder quede inmaculada (algo que obsesiona a los líderes populistas latinoamericanos) y que, de paso, pueda ser candidato en 2025.
Muñoz respondió: al menos sobre tres temas. ¿Cuáles? Indagó el reportero. Seguridad, reactivación económica y mejorar las condiciones de vida a través de la reducción de la pobreza.
Y aquí la clave del debate que se ha abierto en el Ecuador: ¿les creemos? Porque si lo vamos a hacer, no cabe la menor duda de que eso es lo que necesita nuestro país en este momento. Y si no lo vamos a hacer, ¿volveremos al boicot y agenda paralela de la Asamblea recién enviada a la casa por el Presidente con un 96% de rechazo?
Entonces, todo queda reducido a una simple palabra: TRANSPARENCIA, sobre los posibles diálogos, pactos, acuerdos (palabras normales que se utilizan en las democracias liberales, pero que en el nuestro dolorosamente huelen a reparto, prebenda o chantaje por experiencias pasadas) que se deben llegar a lograr en el Legislativo y en las fuerzas políticas en general para poder darle un margen adecuado de gobernabilidad al presidente entrante y que arranquen las soluciones cuanto antes.
¿Cómo conseguir esa tan anhelada transparencia entonces?
En la década de los noventas, cuando los más grandes medios de comunicación del mundo entraron en una crisis de credibilidad por algunos sucesos que tenían que ver con su rol político. Uno de los más altos jefes de una de esas redacciones dijo:
- "¿Por qué no ponemos una cámara web en nuestra sala de reuniones editoriales y permitimos que cualquier ciudadano del mundo, desde su dispositivo móvil o su computador, pueda entrar y ver nuestras discusiones de cómo jerarquizamos las noticias de portada, cómo debatimos los temas que entran o no en nuestras secciones y cómo asignamos espacios a cada noticia o reportaje?"
Yo no sé si pedirle tanto a nuestra clase política, pero necesitamos con suma rapidez acuerdos a la luz del día, con los medios y los ciudadanos de testigos, pero más que nada en donde sólo entren los temas que demandan una urgencia inusitada.
Sólo tenemos estos 18 meses para salvarnos o hundirnos, es la hora de la transparencia total. Estaremos atentos.