El Chef de la Política
El pacto de la regalada gana, versión 2.0
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Luego de históricas diferencias políticas y mutuas denuncias de todo orden, en agosto de 1994 el Partido Social Cristiano (PSC) y el Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) celebraron un acuerdo político conocido como el “pacto de la regalada gana”.
En esas palabras, profundas y con alto contenido ideológico, el expresidente Abdalá Bucaram justificó dicha alianza legislativa. Una vez que se cumplieron los objetivos del maridaje, capturar las más altas dignidades tanto del Congreso Nacional como de las principales comisiones legislativas, ambos bandos volvieron a su habitual estado de hostilidad, violencia y mutuas agresiones.
En el balance, el PRE utilizó el acuerdo para catapultar a su máximo líder a la Presidencia, en 1996, mientras que el PSC no sólo fue derrotado en dicho proceso electoral sino que, a propósito del pacto, perdió a varias de sus figuras más relevantes, como Ricardo Noboa Bejarano.
De este evento, calificado por Monseñor Alberto Luna Tobar como “aplastamiento cínico del civismo y la esperanza popular”, el país se enteró por prensa, radio y televisión. Internet no era parte de nuestra cotidianidad todavía.
Casi veinticinco años después, Ecuador reedita el citado pacto aunque en versión digital. La ventaja de ello es que el nuevo “público” ahora puede enterarse de los pormenores, dimes y diretes, de forma más rápida y con diversas fuentes de información, sobre todo vía redes sociales.
Aunque hay algunos cambios en cuanto a actores, objetivos y libreto, en lo de fondo las palabras de Monseñor Luna Tobar siguen intactas y son precisas para calificar este nuevo acuerdo.
Así, en el formato actual el PRE ya no existe pero sí sus principales referentes, sumados agnados y cognados, que han crecido y buscan seguir el legado. Ya no es parte del elenco el PSC, pero su espacio está cubierto por el Gobierno nacional.
También el objetivo de la alianza ha cambiado. Ahora es mucho más lesivo para los intereses nacionales: apoyo y fuerzas de choque a favor del Gobierno a cambio de la entrega, sin ningún tipo de control, de la administración de sectores clave para el país, específicamente la salud pública. Así de simple. Así de claro.
En lo que sí hay un cambio considerable en la nueva versión del “pacto de la regalada gana” es en el libreto que se ha seguido.
Ahora el final no se cuenta de forma simple, abierta y en poquísimas entregas. Ese estilo, hoy por hoy, no genera audiencias masivas. Por ello, se han diseñado una serie de mecanismos para disuadir y persuadir al “público”, el indefenso ciudadano de a pie, para que solamente unos pocos sean los que puedan evidenciar el objetivo de los acuerdos mientras que la gran mayoría termine indiferente, distraído o apático.
Ese es el rol que cumplen las denuncias en conjunto, las ruedas de prensa, las declaraciones grandilocuentes, los caiga quien caiga o los hasta las últimas consecuencias. Todas esas herramientas están construidas única y exclusivamente para encubrir el acuerdo existente entre el Presidente Moreno a la cabeza, y lo que fue y queda de la “10”.
Triste papel es el que juega el Gobierno nacional en este nuevo pacto pues, al igual que en 1994, los únicos beneficiarios seguirán siendo aquellos. Más triste y vergonzoso es el rol asignado al Presidente Moreno ya que, al tiempo que le requiere al país sacrificios económicos de diverso orden, entrega el uso y abuso de la salud pública a un sector político.
En definitiva, es cívicamente criticable la actuación del Gobierno nacional pues su acuerdo constituye, en definitiva, una burla a un país que se debate en un contexto marcado por los efectos del coronavirus, la crisis económica y los escándalos de corrupción.
En realidad, para decirlo frontalmente, buena parte de los escándalos de corrupción no son parte del contexto, son elementos constitutivos de la versión 2.0 del “pacto de la regalada gana”.
Puesto que el final del acuerdo se acerca, no por voluntad de actores y actrices sino porque entre tanto escándalo de corrupción ya no hay forma de ocultar los intereses que están tras la administración de la salud pública, la pantomima de los procesos judiciales se ha instalado.
Los más ingenuos, los que esperan un final feliz, asumen que las investigaciones avanzarán y se llegarán a establecer las minucias y entretelones del nuevo “pacto de la regalada gana”.
Los que han trajinado más tiempo por este continuo de negociaciones lesivas a los intereses nacionales, los más realistas y pragmáticos saben que más allá de las detenciones por un par de horas, no se esclarecerá nada.
Al fin y al cabo, es preferible echar tierra al acuerdo ahora y terminar la relación en buenos términos a hacerlo con la justicia de por medio pues ahí alguien puede decir más de lo que corresponde. Ya mañana vendrá otro escándalo y con eso la atención pública será reorientada.
Los que superan las cuatro décadas pensaron haber visto todo en el “pacto de la regalada gana” de antaño. Nada de eso. La versión 2.0 llegó más sofisticada, con mayor suspenso y en medio de una pandemia.
Lo más deplorable para el país es que ahora no se negociaron cargos solamente. En el nuevo guión el eje estuvo en el apoyo político a cambio de otorgar carta abierta para la disposición de recursos del Estado. No es posible entender de otro modo el sofisticado aparato de corrupción generado alrededor de la administración de hospitales públicos y la provisión de medicamentos.
Sería una agresión a la inteligencia de la ciudadanía que el Gobierno intente ocultar un acuerdo que es público y notorio. Sin embargo, lo hará. La esperanza que queda es que cada vez sean menos los ingenuos que crean en las inútiles justificaciones frente a una alianza peligrosa que está ahí, es evidente, y no resiste prueba alguna en contrario.