Contrapunto
Orfeo fue la inspiración de Monteverdi para su ópera prima
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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La historia de la música escénica comienza con el italiano Claudio Monteverdi, que se inspiró en la tragedia griega de Orfeo y Eurídice para crear la primera ópera del barroco temprano y, en general, de toda la música.
Compositor, violinista y cantante, Monteverdi nació en Cremona, Italia, en 1567 y murió en Venecia en 1643. Fue el primer compositor que en 1624 utilizó el pizzicato, que consiste en pellizcar las cuerdas con las yemas de los dedos.
A Claudio Monteverdi se lo considera el creador del madrigal, una composición musical para seis voces con un texto profano, generalmente una poesía recitada con melodía.
En el madrigal la música “rivaliza con la poesía en el arte de expresar los efectos; el músico igualaba las imágenes verbales con pinturas sonoras deslumbrantemente evocativas”, explica la musicóloga Pola Suárez Urtubey.
En 1607 Monteverdi estrenó 'La fábula de Orfeo', que posteriormente fue conocida simplemente como Orfeo, considerada la primera ópera de la historia de la música.
Un total de 45 instrumentos de cuerda y vientos convierten a Orfeo en “un prodigio de colores y en modelo del modo como el timbre de un instrumento puede prestarse para determinados sentimientos”, anota la musicóloga.
Orfeo marca una era, en 1607 el género maduró en virtud de la dimensión inconmensurable del genio de su autor, afirma la misma fuente.
El mismo drama, con el nombre de Orfeo y Eurídice, fue estrenado en 1762 por el músico alemán Cristoph Willibald Gluck (1714-1787). Con esa obra escénica Gluck lideró la reforma operística y dejó de depender de los “castrati”.
Los porqués de exaltar a Orfeo en estas obras musicales:
El musicólogo Ramón Andrés (Pamplona, 1955) en su libro ‘El mundo en el oído. El nacimiento de la música en la cultura’, Editorial Acantilado, 2008, resalta a Orfeo como uno de los principales referentes históricos de la música. La relación de músicos que han dedicado sus partituras al mundo de Orfeo es casi incontable, acaso centenares, se dice en el libro citado.
¿Y qué decir de la evocación órfica entre los compositores desde Monteverdi a Stravinski, desde Rameau, Gluck, Schubert, Liszt y los más recientes Milhaud, Henry y Henze? se pregunta Andrés citando a Eric M. Motorman y Wilfried Uitterhoeve.
La historia
Según la mitología griega, Orfeo era el hijo de la musa Caliope y de Apolo, considerado el dios de la música. Apolo le regaló a su hijo una lira, el más antiguo instrumento de cuerdas que se conoce.
Se dice que el canto de Orfeo tenía la cualidad de la belleza y el poder de embelesar y hechizar a los dioses, a los hombres y a la naturaleza; fue con música que el personaje enamoró a Eurídice y también con música la rescató del infierno.
La irrupción de Orfeo en el espacio mítico como espíritu sobrenatural que todo lo vence con la música se encuentra, entre otros episodios, en su navegación con los argonautas, a quienes protegió y guio con las canciones, sostiene Ramón Andrés.
Orfeo, prosigue Andrés, se instituyó como una autoridad tanto moral como musical. Por el hecho de haber gozado de la más alta destreza en el canto y el tañido de la lira se lo llegó a considerar como un dios.
Bajó al hades o infierno para rescatar a Eurídice, que había muerto mordida por una serpiente; tomó la lira y entonó las más bellas y conmovedoras canciones, capaces de conjurar los peligros que suponen el desafío del destino.
Tanta era la belleza de su música, siempre según Ramón Andrés, que los dioses malignos se retiraban a su paso.
Así como la mujer de Lot se convirtió en estatua de sal por volver la vista atrás, con Orfeo ocurrió algo similar. Hades y Perséfone accedieron a que Eurídice regrese al mundo de los vivos, con la condición de que Orfeo no mire hacia atrás. Pero vaciló, miró y por eso Eurídice cayó fulminada por segunda ocasión y para siempre.
Desde entonces Orfeo erró melancólico, solo se consolaba con su música, la misma que tantas veces le sirvió para amansar a las fieras, mover los árboles y las peñas.