El Chef de la Política
Orfandad
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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Ese el estado en el que se siente buena parte de la ciudadanía. Huérfana, sin la presencia de la madre, la dadora, la proveedora, la que acepta amorosamente los lamentos de los hijos y trata de dar una salida o al menos un consuelo inmediato.
Esa madre no los juzga, les da respuestas. No los minimiza, los atiende y levanta. No los cuestiona, los ayuda a que sean críticos. Esa madre, que ahora está cerca de morir, ha muerto o está en terapia intensiva, nadie lo sabe muy bien, es la administración del Estado.
Es la arena de lo público. Esa madre es la que provee bienes y servicios básicos a todos sus hijos, aunque siempre tratando de priorizar a los que se hallan en situaciones más deficitarias o a los que atraviesan por conflictos mayores.
Aunque algunos no quieren tener cerca a la madre y asumen que pueden incluso sobrevivir sin ella, para la mayoría de la población, en un país plagado de desigualdades, tener esa protección, la que provee la administración estatal, resulta imprescindible.
Visión maternal de la política podrá decirse. Dependencia extrema de lo público también. Lo cierto es que al común de los ciudadanos esa administración estatal le debe al menos educación, salud y seguridad.
Sin embargo, lo que ahora mismo ve esa huérfana, esa María, esa Rosa, esa Luisa, para estar a tono con los amagues de cercanía popular de la campaña electoral, es que no hay escuelas, por ejemplo.
No es concebible que en un país que dice caminar a mejores días, muchos niños de escasos recursos económicos no puedan volver a clases presenciales en el régimen Costa porque no existe infraestructura.
¿Hay alguna justificación para tamaña irresponsabilidad y negligencia? Ninguna. Sabían bien que se acercaba el inicio del año escolar y no tuvieron la más mínima planificación. La ministra de educación, bien gracias. No ha pasado nada. Ya se olvidará la gente.
El problema es que la gente de eso no se olvida y en cuanto se siente en orfandad vuelve la vista atrás y añora lo pasado. El pasado siempre fue mejor, dicen por ahí y aunque no aplica siempre, hay quienes se esfuerzan por afianzar ese adagio al punto que se termina posicionando como un hecho cierto.
Esa orfandad también se refleja en la salud. Hospital por el que camina la gente, hospital que tiene ausencia de medicamentos. Desde hace meses no hay insumos básicos en las principales casas de asistencia médica del país.
La ministra de salud, bien gracias. Más allá de ir a constatar que, efectivamente, lo que dice la ciudadanía es verdad y que no sabía de lo que ocurría en el sector a su cargo, nada más.
En el IESS, la historia es similar, aunque ahí con una respuesta distinta pero igual de inservible. A los directivos no se les ocurrió mejor salida que llamar a que los profesionales de la salud eviten informar a los pacientes que no existen medicinas.
Como si con eso se arreglara la orfandad. Como si de esa forma el sentimiento de abandono dejara de estar presente.
Pero la ciudadanía está también huérfana de respaldo en las calles. Allí, en el campo de la seguridad, el país camina a ser un despoblado en el que todo vale, todo se puede en defensa propia, pues la Policía Nacional carece de recursos económicos y materiales para afrontar a la delincuencia organizada.
La respuesta desde el Estado la da el gobernador de Guayas, orondo y sin despeinarse: tenemos cincuenta mil policías y deberíamos tener ochenta mil. Es eso estamos. Punto. Zanjado el asunto y a otra cosa.
En ese estado de orfandad, que el gobierno anuncie la mejora en las cifras macroeconómicas y la reducción del déficit público es asumida por la gente como una agresión a sus problemas cotidianos.
Es cierto que esas son excelentes noticias para el país, pero la ciudadanía lo que necesita es escuelas, hospitales y seguridad. Sin eso, lo que el común de los mortales piensa es que el gobierno prefiere ahorrar recursos antes que invertirlos en las necesidades básicas. Lo que la gente piensa es que está huérfana de apoyo desde el Estado.
Así, con tanta ineficiencia en la administración del Estado, el gobierno es visto como el matricida. El que va matando de a poco a la madre. El que no tiene compasión ni empatía con los que menos tienen, con los que no pueden pagar educación, salud o seguridad privada.
La orfandad va en aumento y el gobierno parece no dimensionarlo. Las movilizaciones del 1 de mayo ya no serán las de los trabajadores y obreros, pues de esos en el país hay cada día menos, sino la de cientos de huérfanos que destilan indefensión, hartazgo, ira.
Ahí, cuando la orfandad se hace presa de un país, no hay retiro de mascarilla que amaine la indignación y el sentimiento de abandono del Estado.