Con Criterio Liberal
Ópera y mucho talento en el Teatro Sucre
Luis Espinosa Goded es profesor de economía. De ideas liberales, con vocación por enseñar y conocer.
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En el Teatro Sucre de Quito se presentó la ópera Il Pagliacci de Leoncavallo en una producción propia y ecuatoriana de una calidad apabullante.
Tengo que reconocer que fui con las expectativas bajas, más con la ilusión de poder ver ópera en Quito por fin (algo que ocurre apenas una vez al año, y que en los últimos años no ocurría), que con la idea de ver buena ópera. Pero lo que viví fue ópera auténtica en su mejor realización.
La obra no puede ser más bella, máxima representante del verismo, el movimiento que a finales del siglo XIX quiso trasladar la realidad cotidiana a las óperas; narra los celos de Canio, un payaso, ante la infidelidad de Nedda, su mujer, que terminan en el asesinato de Nedda sobre el escenario, ante la presencia del público en un pueblo italiano en fiestas.
La representación contaba con más de 50 artistas en escena, juntando dos coros, el Mixto de la Ciudad de Quito y las voces femeninas del juvenil, que tenían una gran musicalidad y sobre todo, transmisión.
La música estuvo a cargo de dos orquestas, la Orquesta de la Ópera Metropolitana y la Banda Sinfónica de Quito, dirigidas por Patricio Aizaga de manera magistral, pues los 60 músicos exhibían una tremenda armonía y ritmo.
Me sorprendió lo jóvenes que eran algunos miembros de la orquesta y su madurez musical. Hay cantera, y si se les diese opciones, con representaciones y público, podría haber un buen futuro para la música clásica ecuatoriana.
El tenor Carlos Galván en el papel de Canio estuvo sublime. Una demostración de potencia y matices maravillosa que llenó no sólo el escenario, sino la sala con su electricidad y dramatismo.
En el papel de Nedda Doris Gordón hizo exhibición de coloratura. En el elenco alterno figuraban Jorge Cassis como Canio y María Fernanda Argoti como Nedda.
Y en sus papeles de Tonio, Silvio y Peppe tres cantantes de primer nivel (Tomás Castellanos, mexicano; Andrés Salazar y Erick Imbaquingo), excelentes profesionales que demuestran que hay más talento en Ecuador del que se conoce.
En la escenografía la falta de presupuesto se suplió con ingenio, algo muy sencillo pero efectivo, que hizo que se concentrase toda la atención en la música, que lo merecía.
La obra, relativamente corta para una ópera, trata dos asuntos en dos planos, uno, el de los celos y el amor; el otro, el de la vida y el teatro.
Cuando llegan la compañía de payasos al pueblo descubrimos que Canio es celoso, que Nedda tiene un amante, Silvio, y que Tonio, el jorobado del circo, acosa a Nedda.
Así llegamos a la famosísima aria que finaliza el primer acto, en la que Canio se lamenta de ser un payaso:
¡Ríe, Payaso, de tu amor destrozado!
¡Ríe del dolor
que envenena tu corazón!
En el segundo acto se representa la obra de los cómicos en el escenario, un potentísimo recurso de estilo, el teatro dentro del teatro, con el coro como público en el escenario.
Ahí Nedda y Canio representan una trama de celos supuestamente cómica, que se va tornando trágica hasta el terrible asesinato.
Y termina con: '¡La commedia e finita!'
El Teatro Sucre no estaba completamente lleno, y sólo hubo tres representaciones. Lo que extraña, pues levantar un espectáculo como este supone un gran esfuerzo y gasto en preparación y ensayos, y con tal calidad podría haberse alargado la representación y hasta haber hecho un tour por otras ciudades de Ecuador.
Se podría… si hubiese público, si hubiese más público para ver la obra de arte más completa que tiene la humanidad.
No es ni tontería ni casualidad que durante trescientos años las élites hayan dedicado su tiempo y dinero a ir a la ópera. No parece muy lógico que aquellas personas que tienen la capacidad de ir a cualquier espectáculo decidan ir a algo que tantos suponen aburrido y snob.
Es más probable que se lo esté juzgando sin conocerlo y que realmente tenga mucho de bello y divertido.
Y no es cuestión de precio, pues las entradas valían entre USD 20 y USD 35. Entre cuatro y 10 veces menos que los precios oficiales (no digamos ya de la reventa) para Bad Bunny, que actuó en Quito esta misma semana y que congregó a unos 50.000 fans.
Está bien que haya variedad de conciertos y de música en Ecuador, y se agradece que este año empiece a haber más oferta tras el confinamiento y las trabas burocráticas que aún hacen tan difícil montar un espectáculo.
Pero que la ópera siga siendo algo minoritario, algo extraño hasta para aquellos que les gusta la música o la cultura, algo ajeno para nuestros jóvenes que no han visto una ópera en su vida es una pérdida cultural inconmensurable.