Una Habitación Propia
Nueve millones que no importan
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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En este país hay 8.730.153 mujeres.
Somos, así lo dicen las cifras, el 49,9% de la población. Casi, fíjense, la mitad exacta. Busqué el número porque casi siempre siento que hay que recordarles a los políticos que somos, que estamos, que importamos.
La mitad invisible tiene voto, pero no voz.
El próximo año se celebran (curioso que llamemos celebrar a algo que es tan lamentable) elecciones en nuestro país y no puedo más que sentir desesperanza por todo lo que se nos viene encima.
Promesas vacías, eslóganes ridículos, camisetas baratas, banderines al viento, casitas de carretera pintarrajeadas con apellidos y un intolerable griterío de testosterona a voz en cuello.
Después de todo ese carnaval carísimo e inútil, subirá otro señor a esa silla en la que ya nadie cree y le atravesarán el pecho con una cinta tricolor que, como siempre, le quedará grande.
Mientras ellos, como niños, se pelean por la pelota del poder, cada tres días una ecuatoriana es asesinada por el hecho de ser mujer. Y somos nosotras, las mujeres, las únicas que intentamos que esos nombres no se olviden, que esos asesinatos no queden impunes, que esta sociedad tome conciencia de que el machismo asesina.
Ecuador, país de machitos que matan a sus mujeres con la complicidad de los machitos de Carondelet.
¿Qué pasa por las cabezas de los políticos cuando leen sobre otro feminicidio? ¿Piensan que no es su problema? ¿Piensan que esa mujer se lo buscó? ¿Lo descartan como una prioridad porque se trata de un tema de índole doméstica y no de una prioridad del Gobierno?
Que en nuestro país estén matando (violando, atropellando, decapitando, acuchillando, disparando, estrangulando) al cincuenta por ciento de la población y ningún candidato haga referencia a eso me despierta las peores sospechas.
O ellos no creen que es tan grave o, aún peor, sienten que perderán votos al involucrarse en la lucha contra el machismo porque comparten criterio con los votantes: la mujer debe callar, obedecer, aceptar y someterse.
Si no lo hace, qué vaina, habrá que matarla.
La tortura que se ejerce contra la mitad de la población ecuatoriana (una de cada cuatro de nosotras ha sufrido o sufrirá violencia sexual, física, verbal, sicológica, económica) no ha entrado todavía en los discursos de los presidenciables.
¿Qué podemos pensar sobre eso? Que esta mitad de la población no es importante porque es la mitad desechable, inútil, volátil, esclava.
Ninguno de ustedes tendrá mi voto, señores, hasta que luchar contra la violencia que nos preocupa a mí y a las casi nueve millones de ecuatorianas sea también su prioridad.