De la Vida Real
La nueva modalidad de comprar: cómo ahorrar gastando
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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En algún momento de la vida, aprendí que escribir bien es pensar bien. Frente al papel en blanco, con esferográfico en mano y mente lúcida, empecé con la lista para recordar la cantidad de cosas que debía hacer, porque también, en algún momento, aprendí que la mente siempre cree que hay que hacer más cosas de las que son en realidad. La cantidad de cosas se resumieron en cinco:
- Ir al banco.
- Comprar medias.
- Comprar el destornillador que me pidió El Wilson en la ferretería.
- Además, comprar un cuaderno de música para los guaguas en la papelería.
- Hacer las compras de la semana.
Subí al auto y puse la cartera en el asiento del copiloto. Saqué mis gafas y me miré en el retrovisor. Mientras daba retro, decidí ir directo al centro comercial. "Así ahorro tiempo y evito ir de un lugar al otro en el carro", pensé.
En el primer semáforo, busqué la lista en la cartera, pero no la encontré. Entonces tocó improvisar. Fui primero al supermercado que está cerca de mi casa, que es chiquito. Ahí, los coches para llevar las compras son pequeños, y sé exactamente lo que pongo. Tengo un mejor control visual de lo que voy a pagar, porque solo compro lo que necesito.
Al rato de pagar, la cajera, cual robot, me dijo:
-Por 99 centavos, se puede llevar esta deliciosa avena.
Automáticamente, contesté:
-Bueno, pásele nomás.
La señorita continuó:
-Adicionalmente, le comunico que desde hoy puede hacer depósitos de dinero aquí en caja, retiros, consultas y demás, sin recargo a su factura.
No podía creer esta maravilla de servicio. "Deposito aquí y así evito ir al banco", pensé.
–¿Puedo depositar aquí esta plata? Y saqué mi sobrecito.
–Claro, deme su número de cuenta.
–Déjeme buscar.
Y saqué mi celular. En menos de un minuto, estaba listo. Ahora, los supermercados también son bancos. Me fui feliz.
Llegué al centro comercial. Parqueé el carro, me puse la mascarilla y me bajé. Fui directo al local de medias. Calculé que cada hijo necesitaba ocho pares, y El Wilson y yo unos seis.
Entré, vi las medias, escogí lentamente el color, la textura y el diseño de cada par. Ya vienen en paquetes de tres, así que la elección venía empaquetada.
Fui a pagar, y el señor de la caja dijo:
-Por USD 4,99 puede llevar un balón de fútbol.
Salí feliz con dos balones, uno para cada hijo. Y, además, con tres splash de cuerpo. Es que, si les compro algo a los hombres, tengo que comprarle a La Amalia también para evitar conflictos familiares.
Además, la promoción de los splash estaba buenaza. Tres por USD 19,99. Uno para ella y dos para mí.
Fui a la papelería. Pensé en que ya no debía gastar un centavo de más: "Solo entras, compras los cuadernos y sales", me repetí más de una vez. Ni bien entro a una papelería, siento una conexión inexplicable. Soy un peligro ahí dentro.
"Solo entras, compras los cuadernos y sales", me repetí más de una vez.
Entré y, de una, agarré los cuadernos. De reojo vi un pasillo en el que había cosas de ferretería. Me pareció vivir una realidad paralela. Mi cerebro no podía entender cómo en plena papelería existiera una sección entera de ferretería.
"Es lo máximo. Tengo un lugar menos donde ir", pensé. Me sumergí en aquel pasillo, y no precisamente musical.
Salí con los cuadernos de música, un paquete de tornillos, un martillo y un taladro. Dentro de mí, pensé: "El Wilson me va a matar", pero el taladro estaba con 20% de descuento. ¡Cómo no aprovechar esta oportunidad!
Pero esto no acaba aquí. Lo mejor fue la farmacia. No tenía planeado entrar, pero me acordé de que ya mismo se me acababan unas pastillas. Previo a esto, La Yoli, mi ángel de la vida, me había dicho que por Dios comprara una plancha nueva.
-Esta solo me coge la corriente.
Me repetía siempre La Yoli. Hasta dejaba recordatorios en la Alexa:
-Niña Valen, comprar plancha.
A lo que yo respondía:
-Alexa, off.
Como no plancho jamás, es algo que no está en mi lista de prioridades, pero me acordé de este detalle porque, ni bien entré a la farmacia, vi que por USD 19,99 más un cupón, que sí tenía, me podía llevar una plancha.
"La Yoli ya tiene plancha nueva", pensé. Fui a la caja a pagar y vi que por USD 7,99 ofrecían comida para perro. Me hice la loca, porque mi perra odia esa marca.
Con este sistema integral de negocios, cuando vayamos por leche a una tienda de abarrotes vamos a salir con un carro cero kilómetros, y seguro en los patios de autos va a haber una sección destinada para aceites, lubricantes…y lencería.