Economía y Desarrollo
Cómo construir una nueva agenda desde la economía
Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
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El mundo ha alcanzado grandes niveles de riqueza. Según datos del Banco Mundial, entre 1960 y 2021 el PIB mundial (en dólares constantes de 2010) pasó de USD 11 a USD 87 billones (millón de millones). Se multiplicó por ocho.
En términos per cápita, el incremento es de tres veces, al pasar de USD 3.588 a USD 11.057 al año. Es decir, se ha alcanzado USD 30 por día por persona. Suficiente para que ninguna persona sufra de pobreza por ingresos.
Si embargo, existen hambre y pobreza extrema. Esto se debe a que junto a la extrema riqueza coexiste la extrema pobreza, la desigualdad.
El uso de recursos sin regulación ha llevado a niveles de degradación ambiental irreversibles, como lo señalan los informes globales sobre cambio climático.
Las guerras persisten, al igual que la discriminación y la violencia (racismo, machismo, xenofobia, entre otras formas en que se expresa).
La riqueza generada, bajo la supuesta racionalidad económica de buscar acumular la mayor ganancia posible, no ha logrado asegurar una calidad de vida digna para todas las personas, y se ha puesto en riesgo la subsistencia por la degradación del medio ambiente.
La economía requiere cambios profundos, que aborden por lo menos tres elementos.
En primer lugar, reconocer y fomentar nuevas formas de ver al ser humano, la naturaleza y la vida. Transformar patrones de producción y de consumo, de manera que se liberen tiempo y energía para disfrutar la vida.
No se puede sostener un modelo en el que la subsistencia obligue a dedicar la mayor parte del tiempo a realizar tareas para obtener un ingreso, a riesgo de no poder comer.
Tampoco es posible mantener el ritmo actual de extracción y uso de recursos naturales, contaminando cada vez más el ambiente.
Hay que crecer incluyendo, asegurando la realización de los proyectos de vida de las personas, y manteniendo los equilibrios ambientales para sostener la vida.
El fin es asegurar la vida digna, y su reproducción, no la acumulación de bienes materiales.
Hace falta una mirada de ecología integral, en la que la economía no excluya la relevancia de satisfacer las necesidades personales y sociales que no se pueden monetizar, y no puede seguir desconociendo los costos ambientales del crecimiento de la producción.
Hay que poner límites al crecimiento productivo y del consumo. Se debe producir y consumir lo necesario, no más.
Segundo, es necesario superar la individualización del bienestar. Vivimos en sociedad. El bienestar de una persona es interdependiente con el bienestar de las demás.
La economía no puede seguir pretendiendo evaluar la satisfacción de necesidades de manera individual. Es indispensable reconocer a la humanidad desde una perspectiva de lo común, de fraternidad, de un proyecto social que incluya a todas las personas.
Hay que redistribuir mejor, desde una perspectiva de justicia que se base en garantizar la igualdad de oportunidades. Que todas las personas puedan satisfacer sus necesidades, y tengan igualdad de oportunidades para llevar adelante el proyecto de vida que de manera legítima y libre decidan.
Tercero, la innovación y el cambio tecnológico requieren la coordinación de inversiones públicas y privadas, que garanticen su desarrollo y libre acceso.
Aumentar la productividad para satisfacer necesidades usando menos recursos. Usar la tecnología para liberar tiempo de las personas y reducir el uso de recursos naturales, no sólo para aumentar las ganancias.
Democratizar la educación y el acceso a la tecnología, para que todas las personas puedan aprovecharlas.
Debemos superar las visiones de recorte y austeridad fiscal. Es necesario expandir la inversión pública en salud, educación, pensiones, servicios de cuidados, infraestructura, innovación, ciencia y tecnología.
El crecimiento, las ganancias de productividad, se debe destinar a financiar un estado de bienestar e innovación.
Actualmente, los servicios y subsidios sociales son focalizados, para personas empobrecidas, y condicionados de forma paternalista, exigiendo determinados comportamientos.
Mientras que los subsidios a las empresas (llamados incentivos tributarios) se otorgan sin condición alguna.
Es necesario revertir esta situación.
Los servicios sociales deben ser universales, para todas las personas, para asegurar su financiamiento y calidad; y los incentivos productivos deben ser focalizados y condicionados para fomentar a las pequeñas organizaciones económicas, a sectores priorizados y basados en resultados de empleo, inclusión y tecnología.
Generar una nueva agenda desde la economía, que se enfoque en asegurar la vida digna de todas las personas y el equilibrio con el medio ambiente, que nos inspire y movilice hacia un mundo alternativo, en el que la generación de riqueza no tenga los costos sociales y ambientales que vemos en la actualidad.