Contrapunto
El fuego interior de Sucre, la novela histórica de Águeda Pallares
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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En el año conmemorativo del Bicentenario de la Batalla de Pichincha se publica una novela histórica diferente a todas las que hemos leído antes.
La novela rescata no solo los valores patrióticos del general que ganó la guerra definitiva, sino que entra en el aspecto menos conocido: el sentimental.
Águeda Pallares no se queda en el relato cronológico de la vida de Antonio José de Sucre, prefiere mostrarnos a un personaje apasionado, incansable en la planificación de las batallas que ganó y que perdió.
'El fuego interior' (Ediciones El Nido, 2022), es la primera parte de 'La saga de Sucre', que busca llegar a los sentimientos del militar venezolano, quien encaró la batalla decisiva de la Independencia.
Se quedó sin madre desde niño y tenía una inclinación a las armas y a la libertad, a los 25 años era general, y a los 27, se consolidaba como un guerrero valiente en la Américas.
La infancia:
-Mi mamá murió cuando yo tenía siete años y mi padre se volvió a casar. Entonces un tío que vive en Caracas me llevó con él para que termine mi educación (…) la guerra en Venezuela arrasó con todo y, de la noche a la mañana, me vi envuelto en un drama del que no había cómo escapar.
-Mataron a bayonetazos a mi hermano cuando estaba en el hospital con fiebres altas, a otro lo fusilaron por la espalda, una hermana murió de terror cuando los soldados de Boves entraron en la casa arrasando al que venía por delante.
Hay historias que le atribuyen a Antonio José de Sucre una alta capacidad seductora con las mujeres.
Águeda Pallares se centra en dos: Tomasa Bravo (con quien tuvo una hija) en Guayaquil, y Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, en Quito.
La carrera militar no se lleva bien con los sentimientos, ese era uno de los aspectos que Bolívar le reprochaba a Sucre.
Se lo dijo, primero en una carta, tras la derrota en Huachi; lo conminaba que abandonara su casa, que viviera en el cuartel y se concentrara en la guerra.
Después de la gran batalla, Sucre, maravillado con Quito y con Mariana Carcelén, creía que podría dedicarse a labores agrícolas, en las tierras de la aristocrática familia quiteña.
Bolívar se instaló en Quito después de la guerra, conoció a Manuela Sáenz, pero tenía otros planes para Sucre: enviarlo a aniquilar a Boves y a los rebeldes pastusos, leales a la monarquía.
En el libro encontramos diálogos bien elaborados entre los personajes; los más destacados son los de Sucre y la marquesa de Solanda. También podemos apreciar la habilidad narrativa de la autora:
"Mariana se levantó y caminó lentamente por el prado rodeado de monte, los caballos resoplaron y Antonio, hechizado, observó su andar sensual y su cintura estrecha, el cabello le caía como cascada oscura sobre su espalda (…) el aire se llenó de perfume de mujer".
No es un relato más de la victoriosa campaña militar de Sucre en Guayaquil, en 1821; con habilidad narrativa la autora entra en "el fuego que se agitaba en su interior".
Tampoco concluye con la decisiva Batalla; al mariscal aún le faltaba vencer en Pasto y en el Alto Perú.
Los personajes masculinos no son muchos, se aprecia un homenaje a todas las mujeres que, desde la retaguardia, acompañaban al ejército libertador para proporcionar comida y servicios de enfermería.
Las mujeres, escribe Pallares, nunca abandonaban al ejército, "eran expertas en levantar el ánimo y muchas veces participaban en los combates como soldados".
María Ontaneda, viuda de Carlos Montúfar, ocupa un lugar importante en la novela, así como el "indio de los pies descalzos", Lucas Tipán, que se movía entre breñas, desfiladeros y volcanes, "como un espíritu más…".