Efecto Mariposa
¿Qué hacer con los niños delincuentes?
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Niños secuestradores, niños sicarios, niños delincuentes. La combinación impensable de estos términos antagónicos se volvió normal en Ecuador, y abrió el debate sobre el camino más efectivo para exterminar el lado tenebroso de estos niños o de desaparecerlos completamente.
La discusión sobre qué hacer con los niños delincuentes, se avivó con los actos criminales de alias 'Boquita', un esmeraldeño de 12 años, tristemente famoso por sus delitos.
Este menor fue detenido el 15 de febrero de 2023, pero con medidas sustitutivas quedó libre. Luego, viajó a Quito y participó en el secuestro de una pareja.
Las soluciones que se proponen para poner fin a los niños criminales se centran en las penas, en modificar el COIP, para que quienes ahora son inimputables sean juzgados con el máximo rigor.
Incluso algunas personas proponen instaurar la pena de muerte en Ecuador para aplicarla a los niños delincuentes o importar el modelo del presidente Bukele.
Así, se propone combatir la criminalidad de los niños pensando en que duras penas o cárceles brutales (que no son muy distintas de las que tenemos en el país) serán un costo que los niños delincuentes no querrán pagar.
Sin embargo, lo que se vive en Esmeraldas no es casualidad y difícilmente se arreglará con cárceles heladas o matando a los niños delincuentes.
Aunque la discusión de las penas sea necesaria, y hay que dejarla a los que saben del tema para no plantear despropósitos, como la pena de muerte para los niños, insisto en que es necesario escarbar las raíces sociales del problema de la criminalidad infanto-juvenil.
Hay que hacerlo para entender por qué Esmeraldas se volvió un semillero de niños delincuentes y proponer soluciones más realistas, aunque muy complejas.
Para entender cómo se forjan los niños y jóvenes con comportamientos criminales, creo que nadie puede explicarlo mejor que sus padres.
Aunque se podría pensar que los niños capturados por las bandas criminales están en la orfandad, esto no necesariamente es cierto.
En 2016, una psicóloga esmeraldeña entrevistó a padres de niños y jóvenes con conductas antisociales, les preguntó sobre las causas del desvío de sus hijos.
Léase bien que este estudio fue realizado en 2016, es decir, hace siete años ya se cocinaba este problema.
Según los padres que participaron en el estudio, las principales causas de que sus hijos hubieran adoptado comportamientos antisociales son las siguientes:
- Falta de empleo que incentiva a los niños y adolescentes a cometer hurtos, sicariatos y microtráfico.
- Mala relación entre padres e hijos, por la presión que los primeros ejercen sobre los segundos para que estudien. Los hijos abandonan el hogar y la escuela.
- Influencia de extranjeros radicados en la provincia, quienes les ofrecen dinero fácil a los niños y jóvenes.
- Drogas y alcohol, los entrevistados reportan que hay lugares en los que los adolescentes consumen estupefacientes a "todas horas".
- Ausencia de espacios recreativos, los padres mencionan que no hay infraestructura para actividades saludables, y que por eso los niños escogen el camino de la "vagancia" y se vuelven adictos a las drogas.
Los padres encuestados dicen que no hay diferencias entre hombres y mujeres, todos pueden caer en las garras de las mafias, y la edad a la que inician sus actividades delictivas está entre los 10 años y los 12 años.
A pesar de que las causas señaladas por los padres aparecen separadas, están interrelacionadas y forman un círculo vicioso que no podrá romperse sin atacar la raíz: la pobreza.
Esta condición no se menciona explícitamente en las entrevistas, sin embargo, aparece camuflada con la falta de empleo. No es ninguna novedad que las personas que no encuentran un trabajo o lo hacen de manera informal están condenadas a la pobreza.
En Esmeraldas, el 50% de la población vive en pobreza y el 25,3% en pobreza extrema. La tasa de informalidad es de 61%, apenas el 23% tiene un empleo adecuado.
Y, en este contexto, la falta de empleo y la pobreza no solo se traducen en privaciones materiales, sino también en la destrucción del papel formador de la familia, especialmente de los padres, quienes reconocen que han perdido el control de sus hijos frente a los ofrecimientos de poder y dinero de las bandas criminales.
Esta columna no es una defensa a ningún niño criminal, es un clamor a las autoridades para que no se preocupen solo de llenar las calles de Esmeraldas con policías ni se centren en la discusión del endurecimiento de las penas, sino para que contemplen la intervención social.
Una intervención para rescatar a los niños y evitar que sueñen en convertirse en bandidos de respeto.
Anticipándome a los que me juzgarán porque propongo salvar a los niños delincuentes, les digo que, como la mayoría, tengo miedo de salir sola a la calle o de tomar el bus.
Sufro las consecuencias de la violencia que vivimos, pero no creo que la crisis se resuelva matando a los niños delincuentes, pues es algo que solo nos traería más violencia.
Parte de la solución es pagar la deuda social histórica que Ecuador tiene con Esmeraldas.
No quiero que maten a los niños delincuentes, quiero que no existan.