Una Habitación Propia
Nerón en la Casa Blanca
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Cuando éramos chicos, Ecuavisa transmitió una película basada en las profecías de Nostradamus. Recuerdo perfectamente la impresión que nos causó a mi hermano y a mí, pero sobre todo a mi hermano.
Se terminó la película y él, colorado y desencajado, lloraba como no había llorado en su vida. Estaba aterrado de que hubiera un Papa negro, el Papa negro era el anuncio del fin del mundo.
Lo negro era lo demoniaco.
Mis padres lo abrazaban y lo tranquilizaban: es una película, es mentira, eso no va a pasar.
La película, ya saben, apocalíptica a más no poder, interpretaba las cosas inconexas y metafóricas de Nostradamus para anunciar que el mundo estaba a pocos años de desaparecer, todo por culpa del dichoso Papa.
Ahora entiendo lo del Papa negro y su relación con el Armagedón. El miedo que debimos haber tenido era a que gente como esa tuviera acceso a difundir sus ideas perversas y racistas. Ahora entiendo que el señor detrás de cámara debe haber sido un supremacista blanco, probablemente miembro del KKK.
Hablando del KKK, he visto a tiempo real, como todos ustedes, las escenas dantescas que se desarrollaron fuera y dentro del Capitolio en Estados Unidos.
Una cosa rarísima mezcla de Halloween, los Duques de Hazzard, La Purga y Los Simpson. Puro delirio televisivo, pura fantasía, pero en los noticieros.
Quien dijo que la realidad supera a la ficción estaba hablando de esto.
Imagínense que yo soy una guionista y le ofrezco a una cadena producir una serie en la que, mientras el mundo entero sufre una peste mortal y está en confinamiento, unos supremacistas blancos se toman el Capitolio, vestidos con pieles de animales como Daniel Boone.
Me hubiesen dicho que no, que era demasiado raro.
Pensando en Tr*mp anoche, en este contexto, recordé a Nerón, el mal perdedor más famoso de la historia hasta hoy.
Nerón, el tirano extravagante del Imperio Romano, ese que mientras Roma ardía estaba componiendo con su lira, veía chamuscarse el reino más importante del mundo antiguo y probablemente pensaba bien hecho por no quererme o, quién sabe, porque los pensamientos de Nerón quedaron sepultados en su cabeza.
No deben haber sido pensamientos buenos, la megalomanía es un tipo de demencia muy peligroso.
Lo que Tr*mp pensaba anoche sí lo sabemos porque lo tuiteó, lo que hizo que Twitter le suspendiera la cuenta. Tr*mp estaba satisfecho de aquello que estaba pasando, es decir, el irrespeto a las instituciones, la violencia, la muerte, el pisoteo de la imagen del país, la barbarie y esa cosa casi obscena de tipos disfrazados de salvajes, haciendo apología de las cosas más espantosas -del nazismo, por ejemplo- con esa gorra infame de Make America Great Again.
Tr*mp estaba engolosinado con la toma del Capitolio tanto como cuando mi primo pequeño, enfurecido por perder, rompía el tablero de Monopolio obligándonos a todos a dejar de jugar.
Si yo no gano pierden todos.
A pesar de que muchas personas en las redes sociales celebraron que los gringos estuvieran viviendo su particular y ridícula insurrección, yo no podía más que pensar en los estadounidenses de bien, en los artistas, pensadores, maestros, emprendedores y en todos los inmigrantes, mirando su tierra arder con la impotencia de los romanos del Imperio sabiendo que eso, el horror, lo había causado un hombre loco que, mientras tanto, satisfecho, tocaba la lira.