Napoleón y Josefina
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Meterse con Napoleón es meterse con uno de los mitos más grandes de Occidente, sobre el que se han escrito miles de miles de libros y se han filmado decenas de películas y series de TV.
Como era de esperarse, la flamante película de Ridley Scott –el director de clásicos como ‘Thelma & Louise’ y ‘Gladiador’– iba a ser cotejada con los hechos históricos, de modo que muchos críticos se han solazado en destacar los numerosos “errores” históricos de Scott, reactivando el eterno debate sobre los límites de la creación artística.
Acá sucedió lo mismo con una película sobre García Moreno que lo presentaba como un psicópata maligno y sediento de sangre. Pero los historiadores salieron a despejar los errores y rescatar la imagen de don Gabriel, visto como el salvador del Estado ecuatoriano que estaba al borde de la disolución.
Por su parte, Scott responde que su ‘Napoleón’ es un film de ficción y entretenimiento, y que quienes busquen la verdad deban acudir a los documentales y los libros de historia. Suena bonito pero no funciona así pues al mirar la película no dejamos de preguntarnos si el Napoleón de carne y hueso habrá estado así de obnubilado por Josefina que prácticamente su carrera se explica por el deseo de complacerla y retener su admiración.
La respuesta monda y lironda es no, absurdo. Eso es Hollywood claramente: se concentra en el amor y la guerra, saltándose olímpicamente el contexto histórico y cómo Napoleón alimentó su ambición sin límites con la fuerza de Revolución Francesa e instauró a sangre y fuego la modernidad en Europa.
Los críticos franceses han dado palo a película, tratándola de antifrancesa, de ridícula, de melodramática. “Es Barbie y Ken en el imperio”, acotó el más mordaz. Scott responde a la misma altura: qué se podía esperar si los franceses no se gustan ni a sí mismos. La polémica, por supuesto, alimentó la taquilla de París aunque el público se queja de que lo hacen aparecer como un torpe y hasta como un perdedor.
En realidad, una feroz polémica acompañó desde el principio a este genio militar y político que se convirtió en un emperador despótico que pretendió fundar una dinastía con su familia y continuó la carnicería que llegó a sumar unos cinco millones de muertos.
Sabemos que Beethoven lo admiraba tanto que le dedicó la Sinfonía Eroica, pero luego lo detestó por haber traicionado los ideales de libertad.
En cuanto a la película, Ridley Scott es un maestro y Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby están muy bien. Cómo no iba a estarlo el Phoenix que representó al ‘Jocker’ y la sensual Kirby que interpretó a la princesa Margarita en ‘The Crown’. Además, las espectaculares escenas de las batallas se hallan muy bien logradas.
Pero Scott es un listo, qué duda cabe: para que visualmente fuera verosímil su historia de amor alteró las edades: Phoenix es 15 años mayor que Kirby, cuando, en realidad, Josefina tenía 6 años más que Bonaparte y no era tan atractiva.
Pero era una maestra en las artes del amor, con una larga hilera de amantes que continuaron aumentando luego de este matrimonio, el segundo en su carrera pues antes estuvo casada con el vizconde de Beauharnes, quien fue guillotinado.
Josefina también cayó en prisión por monárquica, pero logró salvar el pescuezo gracias a su talento diplomático y seductor, donde el sexo jugaba un papel fundamental. Ello se refleja en la película cuando, al inicio de su relación con el general Bonaparte, Josefina se recuesta un poco en la silla, se alza la bata y le dice que mire esa sonrisa.
El general se enamoró locamente y le escribió desde sus tiendas de campaña cientos de cartas de amor, cursis y delirantes, que a ella más bien le fastidiaban pues nunca estuvo enamorada de él. Lo necesitaba, que es otra cosa.
En el exilio final de Santa Elena, cuando dictaba sus memorias, el exemperador puso las cosas en su sitio: "Quise de verdad a Josefina, aunque no la estimaba. Era demasiado mentirosa. Pero tenía algo que me gustaba mucho; era una verdadera mujer; tenía el culo más bonito del mundo".
¿Vale la pena ver la película? Por supuesto, pero no en la pantalla de TV, como lo hice yo, sino en el cine. Y si es Imax, tanto mejor.