Contrapunto
El músico ruso que superó la depresión causada por la crítica
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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Seguro que lo más traumático para un músico después de varios años de estudios es que su obra reciba la destructora crítica de que no sirve para nada. Así de fuerte ocurrió con Sergei Rachmaninoff o Rachmaninov (1873-1943), considerado el último representante ruso del romanticismo que, en 1917, tras el triunfo de la Revolución de Octubre decide salir de su país para finalmente morir en Estados Unidos.
La Sinfonía 1 en re menor, opus 13, fue estrenada en marzo de 1897 y dirigida o “mal dirigida” nada menos que por Glazunov, uno de los grandes músicos rusos de la época, que tal vez no entendió la obra o, como dicen otras versiones, habría sobrepasado la dosis prudente que se requiere para que el vodka no haga perder la razón.
Durante el período zarista –y un poco después- los músicos más influyentes fueron los denominados Grupo de los Cinco, integrado por Mili Balakirev, Modest Musorgski, Alexander Borodin, Nicolai Rimsky-Korsakov y Cesar Cui. Este último fue el más despiadado al asegurar que la sinfonía de Rachmaninov era fruto de las “fuerzas infernales”, incluso la comparó con las bíblicas siete plagas de Egipto.
Con el comentario, Rachmaninov entró por el camino de la depresión durante cerca de tres años y se aisló del ámbito musical. Sin embargo, fue liberado gracias a una terapia que luego lo lanzaría de lleno a trabajar en su Segundo concierto para piano y orquesta, opus 18, el que más fama le ha dado junto con su Segunda sinfonía, opus 27.
De los cuatro conciertos escritos para piano y orquesta, tal vez el Tercer Concierto, opus 30, sea el más romántico de todos y, según los pianistas que lo interpretan, se trata de una obra complicada de tocar, que requiere de mucha técnica y destreza con los dedos para abarcar todo el teclado.
Ese concierto inspiró en 1996 al director Scott Hicks para la realización de la película australiana Shine o El resplandor de un genio, inspirada en la historia real del pianista David Helfgott, y ganadora de varios premios Oscar en 1997.
La música pop también suele acompañarse con los acordes pianísticos de Rachmaninov, especialmente del segundo concierto para piano, tal como ocurre con la canción All By Myself, de Céline Dion, que luego Luis Miguel replicaría en español con el título Perdóname.
Para verificar el fondo musical de la canción de Céline Dion, mire aquí el video del segundo concierto para piano, interpretado por la pianista Anna Fedorova, a partir del minuto 13:
Volvamos a la primera sinfonía. ¿Es tan horrible como acusó la prensa de San Petesburgo o tan apocalíptica como la definió Cui? El compositor, tuvo la mejor intención de aprender de la crítica; en 1908 pretendió revisarla, pero prefirió que se mantuviera oculta.
Después de su muerte las partituras habían desaparecido y, recién en 1944, el musicólogo Alexander Ossovsky descubrió los contenidos orquestales usados en el estreno y la obra volvió a estrenarse el 17 de octubre de 1945 en el Conservatorio de Música de Moscú.
En la música rusa brilló el arte estéticamente posromántico de Rachmaninov, cuyo estilo –anota la musicóloga Pola Suárez Urtubey- desafió los cambios fundamentales operados en el lenguaje sonoro durante la centuria pasada.
La misma historiadora define a la música del ruso (que se había nacionalizado estadounidense) fuertemente vinculada con el formulismo romántico que recibió de Tchaikovsky, Schumann, Chopin, y Liszt. Pese a las críticas recibidas en el siglo XIX, fue un sinfonista de enorme talento y creador de un “pianismo explosivo y sensual”, resume Suárez.
Además de la música ya mencionada, otras obras esenciales fueron la Rapsodia sobre un tema de Paganini, La isla de los muertos, su gran producción de arias y piezas para piano, el instrumento que lo convirtió en un virtuoso de la música.