Leyenda Urbana
El Mundial del desierto y la gloria de Enner Valencia
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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El exótico derroche de arte y arquitectura del estadio Al Bayt, que asemeja a una tienda nómada en el desierto, y el simbolismo por la presencia de la realeza y el liderazgo qatarí en los graderíos, no evitaron que el equipo anfitrión del Mundial cayera ante un rival venido de los Andes, de la mano de un jugador que derrochó talento para convertir dos certeros goles y dar un viraje a la historia del balompié en la apertura de la cita ecuménica.
Enner Valencia fulminó, en 30 minutos, el récord que ha durado 92 años, desde Uruguay 1930, que había impuesto que el país anfitrión se alzara con la victoria en el partido inaugural de Mundial del Futbol.
A sus 33 años, Enner es hoy una estrella fulgurante, cuyo nombre ha copado los titulares de los medios de todo el mundo y ha sido tendencia en las redes, donde han elogiado su genio deportivo.
Atrás quedó su historia de carencias, cuando de chico ordeñaba vacas y vendía leche para sustentarse, en su San Lorenzo natal.
El domingo 20 de noviembre de 2022, el esmeraldeño, que juega en el Fenerbahce de Estambul (Turquía), fue letal para las aspiraciones qataríes y pródigo para dar gloria a Ecuador, en la mayor vitrina planetaria estimada en miles de millones de televidentes en todos los rincones del orbe.
Este Mundial del desierto -el primero en un país árabe del Golfo Pérsico-, tiene nombre propio de referencia: el de un ecuatoriano que convirtió dos goles en el partido inicial.
El triunfo inapelable de la Tri es una bocanada de oxígeno para un país atormentado por la violencia callejera y por la política rastrera.
La alegría de la gente expresada en las calles y en todos los rincones de Ecuador refleja la emoción por la victoria y el anhelo íntimo por cambiar la mirada colectiva hacia lo positivo.
Para los qataríes, en cambio, fue un golpe contundente que los llevó a pasar de la emoción de haber organizado un Mundial, al desencanto por la derrota.
Con escasa tradición futbolera, no pudieron soportar el resultado, por lo que miles vaciaron amplias zonas del estadio tras el primer tiempo.
Qatar, país de mayoría musulmana, con tres millones de habitantes y un PIB per cápita de USD 70.000 anual, habría invertido USD 220.000 millones en este Mundial.
No exento de polémica, intrigas y denuncias, Qatar consiguió ser sede del Mundial de Futbol, desafiando a la naturaleza y rompiendo esquemas.
Sendas investigaciones atraparon a los dirigentes del deporte en el escándalo llamado FIFA Gate.
Se destapó el horror que había detrás de la ilusión de la gente, y que venía de años atrás, para asignar como sedes del Mundial a Rusia y Qatar; pero también por supuestos sobornos por derechos de transmisión y auspicios.
Cambiar la tradicional fecha de la cita Mundial del verano occidental y pasar a noviembre, cuando las temperaturas son menos cálidas que el resto del año, fue una concesión, mientras ha faltado coraje para imponer que se respeten valores como el de las libertades, los derechos humanos y el derecho al trabajo en condiciones apropiadas.
Con inversiones que rayan en la fábula, y una estrategia comunicacional de quilates, Qatar ha logrado posesionarse como el país del futbol. Es financistas del PSG (París Saint Germain) y otros equipos.
Su influencia geopolítica es hoy evidente.
Doha, su capital, es el epicentro de las grandes inversiones, pero también de una vasta cultura, de la mano de la Jequesa Mozah bint Nasser al Missned, madre del Emir, que también suele ejercer como primera dama, aunque últimamente Jawaher, la esposa de Tamim, ha acompañado al Emir al exterior.
Con una distancia galáctica de la opulencia qatarí, Ecuador es parte importante del fútbol mundial, deporte que los expertos consideran generaría, a nivel global, el equivalente al 0,7% del PIB mundial.
Que Ecuador esté en la cita más apetecida del globo, en 2022, es obra del profesor Gustavo Alfaro, quien hizo realidad el sueño de 18 millones de ecuatorianos.
Certero en sus decisiones, muchas veces polémicas, su valor más admirado debe ser su talante para empoderar a los muchachos a quienes les habla de dignidad y su identificación con una bandera y un escudo.
Alfaro es un conductor excepcional y su liderazgo es incontrastable. Conoce a sus pupilos dentro y fuera de la cancha: como futbolistas y como seres humanos.
La magia del futbol ha envuelto a los ecuatorianos en la piel de la Selección, por lo que todos vestimos, hoy, la misma camiseta y tenemos un mismo ideal.
La huella identitaria de un país en el fútbol es innegable; es un hecho social reconocido y apreciado.
Nadie duda que en la cancha hay arte, sincronía, táctica, técnica estrategia, intuición, desafío, miedo, dolor y gloria. Tan parecido a la vida misma. De allí debe provenir la pasión que provoca un cotejo.
En un mundo en guerra, una pausa deportiva es saludable; en un país atormentado como Ecuador, un prodigio.
El Mundial en Oriente Medio dejará nuevas estrellas.
Mientras asoman en el firmamento deportivo, hay que disfrutar del triunfo alcanzado por la Tri en la apertura del Mundial del Desierto, en Qatar, con el partido épico de Enner Valencia, que alcanzó la gloria y ha hecho historia.