Mujeres en el corazón de la violencia
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
Actualizada:
Selva colombiana, 1999. El joven arquitecto bogotano Antonio Ungar ha establecido su base en Puerto Inírida para estudiar las viviendas de las varias comunidades indígenas que habitan en esa inmensa selva cercana al Orinoco.
Lleva investigando largos meses cuando se desencadena un episodio más de la sangrienta guerra entre las Farc y la alianza de facto del Ejército colombiano con los paramilitares. 18 años después Ungar, que en el trayecto se convirtió en escritor y fue finalista del Rómulo Gallegos, publica una novela breve y trepidante, Eva y las fieras (yo la obtuve en versión Kindle), que recrea esos eventos con algunos personajes de ficción.
Se ha vuelto un lugar común decir que nos estamos convirtiendo en la Colombia de fines de siglo. Quizás sí, porque en la novela hallamos un conflicto semejante a los que ocurren ahora en el norte de Esmeraldas o Sucumbíos, donde entran en disputa por negocios, poder y territorios las mafias de la minería ilegal, el tráfico de armas y de drogas, la guerrilla colombiana, los paramilitares disidentes y los ejércitos de Ecuador y Colombia.
Eva, la protagonista, es una mujer de clase media alta bogotana, adicta a la rumba, el alcohol y la droga, quien para redimirse estudia enfermería (algo mal visto por su clase) y se va al fondo de la selva con su hija pequeña.
Alrededor de la enigmática enfermera giran personajes como el Gordo Ochoa, vinculado al negocio del oro y las dragas que lo sorben en los ríos; el doctor Andrade, un médico solitario que se enamora de una chica del burdel; y Andrés, el joven que distribuye marihuana a domicilio. Todos son arrastrados por la guerra a lo largo del río, con hechos de crueldad y salvajismo donde las primeras víctimas son los indígenas.
Ante la repetición incesante de los mismos errores en la historia colombiana, el escritor, despojado de moralismos o mensajes ideológicos, cree su deber "mostrar cómo ha sido la guerra". Y la narra en presente para mayor contundencia, con un lenguaje claro y sin rodeos. Así logra llevarnos fugazmente al corazón de las tinieblas, para recordar la clásica novela de Joseph Conrad.
De ahí viajamos a México, donde el tema narco ha invadido no solo la literatura sino también y sobre todo la música, el cine y la TV con ficciones de diversa calidad y morbosidad comercial. Hay también documentales serios, pero nada supera al cine de ficción en hacernos vivir a flor de piel el drama de los personajes, sus alegrías y proyectos imposibles.
Eso lo consigue Noche de fuego, película de bajo presupuesto y alta calidad humana, galardonada en Cannes y San Sebastián, y que fue seleccionada para representar a México en los óscares del 2021.
Las protagonistas son tres niñas que pasan a la adolescencia en un recóndito caserío de montaña donde los vecinos trabajan en los cultivos de amapola y el poder del narco lo impregna todo, como el polvo de la cantera y las aspersiones de glifosato.
La directora, Tatiana Huezo, quien se forjó en el cine documental, explica que ahora "quería mirar desde esos ojos limpios, transparentes, este mundo violento", donde los narcos raptan a las niñas y le chingan la madre a cualquiera.
Con cámara al hombro, buena banda sonora y la conmovedora interpretación de niñas que no son actrices junto a actrices que sí lo son, Huezo logra su objetivo de construir "personajes complejos, con claroscuros"; es decir, mujeres reales, a las que no quería victimizar pues son niñas rebeldes y, a su medida, cuestionan la realidad. De hecho, el pueblo se une para defenderse del narco pues los militares se acomodan más bien a la situación.
A diferencia de la Eva colombiana que viene de afuera, con esos traumas urbanos que chocan con la selva, los personajes femeninos de Noche de fuego (que está en Netflix) surgen de adentro y son tan vulnerables que la amenaza del rapto es algo concreto que sufrimos a través de la angustia de las madres que quieren protegerlas con pequeñas artimañas.
El acierto de Huezo es haberse concentrado en un puntito de una trama gigantesca que abarca todo el país. Recién salió la noticia de que el narco es el quinto empleador de México. Si eso es así, ya no hay salvación posible… salvo la legalización.