Efecto Mariposa
¡Déjenlas en paz!
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
Actualizada:
Dos mujeres que probablemente nunca se han visto comparten una historia común. Ambas, con 20 años de edad, conocieron a poderosos políticos militantes de movimientos de izquierda.
La primera mujer fue violada en un hostal. La citaron para hacerle una entrevista de trabajo en un lugar inesperado. Los funcionarios del hostal escucharon gritos que provenían de una de las habitaciones y llamaron al 911, los policías acudieron y encontraron en delito flagrante al violador sentenciado, el exasambleísta Peter Calo.
La segunda mujer de esta historia, desde 2008 hasta agosto de 2023, fue colaboradora del exvicepresidente sentenciado por cohecho, Jorge Glas.
Ella presentó una denuncia por violencia psicológica y como respuesta tuvo la difusión de audios con información comprometedora (y nauseabunda), así como una denuncia por extorsión por parte del supuesto victimario.
A pesar de su condición de víctima, ella hizo un comunicado para aclarar que los audios fueron obtenidos de forma ilegal y explicar su situación. Me permito reproducir textualmente una parte del comunicado:
"He sido hostigada, amedrentada y amenazada […] Durante todos estos años he sido víctima de violencia psicológica y acoso sexual por parte de Jorge Glas. No lo había podido identificar hasta ahora, pues tenía normalizados los malos tratos, las amenazas, las alusiones inapropiadas a mi vida personal, mi apariencia física y mis relaciones de pareja. Además, he podido también identificar las acciones de control y sometimiento que Jorge Glas ejercía sobre mí y la constante amenaza a dejarme sin empleo". Aclara que jamás tuvo una relación sentimental o sexual con Jorge Glas.
Otro punto en común que comparten las mujeres mencionadas en este artículo es que las dos pusieron una denuncia por violencia sexual y psicológica, respectivamente.
En el primer caso, tres jueces de la Corte Nacional sentenciaron por unanimidad a 19 años de cárcel a Peter Calo, pero, como todo violador tiene su cómplice protector, el líder indígena izquierdista Leonidas Iza salió a defenderlo y, entre otras amenazas, advirtió con apelar la sentencia porque no hay violación, según él.
Iza argumenta que la víctima y el violador sentenciado mantenían una relación de tres meses y que lo planificaron todo, que fue con consentimiento. Además, dijo que el acto no sucedió en la calle y que la víctima se retractó y pidió disculpas.
No sé cómo el líder indígena tiene acceso a toda esa información que, por la naturaleza del caso, es reservada. Tampoco alcanzo a comprender cómo hace declaraciones públicas de ese tipo y sigue airoso.
El segundo caso recién empieza, pues hace pocos días la víctima puso una denuncia por violencia psicológica, acoso e intimidación contra Jorge Glas.
En las dos historias de esta columna hay muchas perspectivas de análisis. La dominación, el abuso del poder, la violencia en sí, los políticos de izquierda que no corresponden con su ideología y muchos temas más.
Sin embargo, quiero centrarme en la revictimización que sufrieron las dos víctimas de los episodios narrados.
A partir de la sentencia de Calo y de la denuncia a Glas surgieron tantos especialistas en violencia de género, leguleyos, jueces de redes sociales, fabricantes de memes y bromas que, con tanto juzgamiento, burla y opinión, convirtieron a las víctimas en victimarias, revictimizándolas.
Según la Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres vigente en el país, la revictimización ocurre cuando las víctimas de violencia de género contra la mujer reciben nuevas agresiones, intencionadas o no, durante las diversas fases de atención y protección, así como durante el proceso judicial o extrajudicial.
En otras palabras, cuando una víctima de violencia de género contra la mujer pasa más de una por la misma situación de violencia por acciones u omisiones que le generen un recuerdo que le victimice es revictimizada.
La revictimización, al igual que la violencia sexual y psicológica, también provoca daños irreparables.
A nivel emocional las víctimas pueden sufrir estrés profundo, ansiedad y conmoción que las puede llevar a atentar contra su vida.
En lo social, sus relaciones interpersonales, familiares y laborales pueden sufrir afectaciones, debido a lo difícil que es tener contacto cercano con una víctima de violencia de género que está en el medio de un linchamiento mediático.
Asimismo, este tipo de actos pone a pensar a las mujeres víctimas de cualquier tipo de violencia sobre si deberían denunciar o no. No es fácil arriesgarse a poner una denuncia cuando existe el riesgo de pasar por tanta presión y vejamen.
De este modo, muchas deciden aguantar calladas hasta que son víctimas de un femicidio. Y cuando las matan ahí sí tienen el apoyo de todos los que ahora las juzgan, un apoyo que se manifiesta con listones violetas, gritos virtuales de ni una menos y ya. Pura hipocresía.
En los dos casos mencionados, las víctimas sufrieron una revictimización mediática sin precedentes, pues se publicaron mensajes e imágenes en las que se promueve abiertamente la sumisión, la difamación y la humillación de las víctimas.
En el caso del violador sentenciado Peter Calo, Leonidas Iza cuestionó la sentencia porque la relación sexual se dio en el contexto de una relación preexistente, según él. Señor Iza me extraña que no haya sabido que la sumisión de la mujer no es un argumento legal.
Además, parece que el líder indígena de izquierda no conoce que los gritos en el hostal no fueron de placer y que hubo violencia sexual, y no lo digo yo sino los jueces de la Corte Nacional.
Con todo lo que está sucediendo sucedió me pregunto: ¿cómo así Iza sabe detalles de una investigación que es confidencial? ¿Qué le faculta a él para calificar una violación como persecución política?
En cambio, a la víctima del caso relacionado con Glas le han otorgado incontables calificativos despectivos y ha sido objeto de bromas y memes burdos y vulgares.
También me quedan dudas sobre el hecho de que el nombre de una de las víctimas sea tendencia en las redes sociales, cuando este debería estar en reserva.
Se entiende que por el contexto político que rodea a la situación, era fácil acceder a su nombre, sin embargo, no entiendo por qué llegó a ser tendencia en las redes sociales ni por qué se viralizó su imagen en terno de baño.
Se me ocurre que podría ser por la hiperactividad de los usuarios de las redes sociales.
Evidentemente, será imposible judicializar a todos quienes han ejercido actos revictimizantes contra las dos víctimas y como esa no es una solución práctica ni real, queda apelar a un cambio cultural de la población, así como pedir a los operadores judiciales de los delitos de violencia de género que garanticen la confidencialidad y la no revictimización.
Así, me permito pedir a los usuarios de redes sociales que no contribuyan a la violencia de las víctimas, que nos las revictimicen y que no juzguen sus vidas, porque simplemente la vida sexual de ambas, es un asunto privado.
No obstante, la violencia de género no es un asunto privado, puesto que esto constituye una violación a los derechos humanos de las mujeres y es un delito de acuerdo al Código Orgánico Integral Penal.
A Leonidas Iza le pido que no haga gala de su ignorancia en temas de violencia de género contra la mujer y le agradezco por dejar al descubierto su potencial como victimario, para saber bien que él nunca será un buen gobernante.
De paso, aprovecho este espacio para decirle que la población indígena tiene problemas reales y legítimos que le deberían preocupar, como, por ejemplo, el hecho de que siete de cada diez indígenas viven en pobreza extrema.
A los líderes y coidearios feministas y no feministas de la Revolución Ciudadana no les cuestiono nada.
Su proceder es totalmente predecible y consecuente con sus actuaciones históricas de violencia de género contra las mujeres, independientemente de que sean o no de su movimiento.
La denuncia de su excolaboradora solo develó y confirmó una vez más su esencia violenta, machista y misógina.
A los operadores de justicia les pido que garanticen la protección especial y efectiva a las víctimas violencia de género y que tomen las acciones necesarias para que no haya más actos de revictimización ni impunidad.
Por último, a todos los que opinan sobre la vida sexual, romántica, laboral de las dos víctimas les pido que no las revictimicen. También me permito sugerirles que se capaciten en temas de violencia de género contra la mujer antes de opinar.
A todos les digo dejen que la justicia haga su trabajo.
A ellas y a todas las víctimas de violencia de género contra la mujer ¡déjenlas en paz!