Una Habitación Propia
Mujer que calla entre misiles
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Hemos amanecido con una guerra.
Mientras escribo esto, Ucrania confirma que ha recibido más de doscientos ataques de parte de Rusia. Doscientos. El primer día.
La cantidad de muertos y desaparecidos aún es incierta. El primer día.
Lo hemos visto, periodistas y ciudadanos han subido videos de esos misiles sobrevolando a los y las ucranianas, destruyendo todo a su paso: bloques de departamentos, parques, gente que dormía soñando con un ya imposible mundo de paz.
Una colcha llena de sangre, una anciana en pijama, llorando, hablando por teléfono con alguien a quien ama, un niño con gorrito y cara de sueño en los brazos de su padre, que huye despavorido, miles de carros esperando en las salidas de las ciudades para intentar alejarse de la frontera, hombres súbitamente convertidos en soldados mirando por la ventana de un autobús que se dirige a la muerte, la mutilación, el trauma.
Terror. Éxodo. Confusión.
Fue de madrugada: el sonido pavoroso de las alarmas antibombas sacó a los que pudieron correr a un refugio y fue lo último que escucharon los que no tuvieron capacidad de reacción.
Las bombas, los misiles, las balas, las minas, las armas.
En Europa se vuelven a mencionar esas palabras que después de la Primera Guerra Mundial, la Segunda, la de los Balcanes, ya deberían estar prohibidas. Ha muerto tanta gente por el control geopolítico de esta zona del mundo, tanto dolor, tanta pérdida, que parecería impensable que alguien volviera a hablar de esto.
En pleno siglo XXI, después -no sé si decir después- de que un virus arrastrara al mundo entero a la muerte y al terror, viene un hombre, Putin, y decide rematarlo.
Estoy incrédula. Pandemia, crisis económica, desastres ecológicos y ahora guerra.
No sé ya qué falta. Estamos viviendo el fin del mundo en incómodas cuotas.
Desde esta mañana pienso en el extraordinario libro ‘La guerra no tiene rostro de mujer‘ de la Premio Nobel de literatura bielorrusa Svetlana Alexiévich.
Si no lo han leído, por favor, háganlo de inmediato. Desde luego ahora es el momento.
El libro reúne entrevistas con varias de las mujeres que fueron parte del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial y que Alexiévich realizó durante años.
Pocas veces un lector se encontrará con un libro tan hondamente humano. Las excombatientes hablan con honestidad infinita sobre el horror de la guerra desde el punto de vista de las mujeres.
Hablan de la ternura, de los sueños, de las violaciones, del olor de la sangre que no olvidarán nunca.
Cuando se habla de guerra se piensa en hombres. La hacen hombres. La pelean hombres. La guerra no tiene rostro de mujer en los libros.
Pero lo tiene.
Pienso en las ucranianas y las rusas que en este momento observan con pavor el día uno de un conflicto que quién sabe cuánto tiempo durará. Ellas ya saben el dolor que se les viene encima. No el físico, no, el que no se repara nunca: el de perder a los que aman.
Las madres, las esposas, las hijas, las amigas y enemigas saben que cuando los hombres pronuncian la palabra guerra ellas se llevarán la parte más espantosa.
Caen misiles sobre Ucrania y las madres intentan mantener la inocencia de sus hijos mientras despiden a los esposos que no saben si volverán.
No caben las palabras. No hay ninguna.
La palabra inenarrable se inventó para estas cosas.
Caen misiles sobre Ucrania y las ucranianas pierden para siempre el mundo que conocían.
Caen misiles sobre Ucrania y ellas, sus mujeres, saben que ha empezado el gran silencio.