Leyenda Urbana
Bajo amenaza de muerte cruzada, Saquicela, Holguín, Torres y Noboa disputan presidir la Asamblea
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Si no fuera porque la suerte del país está en juego y hay que permanecer atentos, la gente evitaría el bochorno de mirar el juicio político al Presidente de la República, teniendo como protagonistas a asambleístas que parecen el epítome de la desvergüenza.
La Asamblea Nacional tendría que ser el sitio más riguroso del debate político, de la argumentación contundente para citar leyes y reglamentos, siendo los legisladores quienes los elaboran.
Pero allí se han escuchado las palabras más altisonantes; decires de una torpeza inimaginable, como si se tratase de un concurso de frases esperpénticas.
Es algo así como conjugar la tragedia y la comedia, produciendo en la sociedad rabia y burla a la vez. Un estado de desasosiego colectivo.
El juicio político que podría sacar de poder a Guillermo Lasso ha resultado un fiasco en toda regla.
Sostener que no tienen obligación de probar el delito es de una torpeza sin precedentes en un acusador, por lo que ha terminado siendo munición gratuita para que los abogados que defienden al primer mandatario les disparen en su contra.
Es como si los interpelantes protagonizasen un suicido político asistido.
El bendito juicio político, que es seguido con gran expectativa desde el exterior, cubre de ignominia al Ecuador por el pobre nivel argumental.
La asambleísta Mireya Pazmiño tuvo que soportar, el viernes pasado, que el abogado del presidente, Édgar Neira, leyera una carta donde ella reclamaba a Hernán Luque, exgerente de la empresa coordinadora de empresas públicas EMCO, que se haya intentado dar por terminado el contrato con Amazonas Tanker.
"Vamos a ver qué explicaciones nos da respecto a esta incongruencia, falta de seriedad", le dijo el abogado.
"No tengo por qué estar respondiendo cada una de las conclusiones que usted está dando lectura", le espetó Pazmiño, quien acusa a Lasso de todo lo contrario de lo que antes ella defendía.
Tan mal han actuado los interpelantes que es probable que se concluya que las denuncias de perjuicios millonarios a Flopec, hechas durante meses, fueron falsas.
Y que Hernán Luque, aquel que dijo que Flopec era una "mina de oro mal manejada", no tenía interés alguno en el negocio, y que allí todo ha sido transparente como el agua del Pacífico.
Por estas aberraciones no pocos consideran que el juicio político por peculado estaría caído.
La anterior fue la peor semana para la oposición.
Que la llamada Revolución Ciudadana emitiera un comunicado pidiendo la muerte cruzada, llevó a concluir que el correísmo va perdido el juicio político.
Pero solo picó el anzuelo.
Cuando Lasso declaró al Financial Times que, si no consigue los votos para salvarse en la Asamblea, convocaría a elecciones anticipadas (muerte cruzada) algunos creyeron que fue un nuevo derrape del Presidente.
No fue así.
Lo hizo un día después de que sus abogados pidieran a los legisladores declarar inadmisible el juicio político y que nieguen las acusaciones de malversación de fondos.
A esa fecha, todos aseguraban que la oposición tenía los 92 votos para destituirlo, por lo que el Presidente habría preferido quedarse seis meses, pero que la Asamblea se vaya, ya.
Eso debió sospechar el correísmo cuando se apropió de la muerte cruzada, aunque siempre tendría razones adicionales.
Primero, como "Jalisco nunca pierde", Correa habrá pensado reivindicar su autoría durante la campaña electoral.
Dos, en instantes que se tejen acuerdos para renovar a las autoridades de la Asamblea, debilitará al oficialismo ante cualquier posibilidad de acuerdos políticos, mientras alentará a no pocos asambleístas a apoyar la destitución de Lasso, no solo porque nadie querrá quedar en el bando de los perdedores, si se llegara a dar la destitución.
Sino porque la muerte cruzada les manda a sus casas sin atenuantes.
Todas estas posibilidades son válidas, pero hay que reconocer que, por primera vez, desde los días de la exitosa vacunación, Carondelet controla el relato.
"Si el correísmo quiere la muerte cruzada, significa que no tienen los votos para destituir a Lasso", se transformó en la banda sonora del juicio político.
Lo repiten todos, sobre todo en los medios y en las redes sociales, sin fijarse en la línea de tiempo y reconocer que fue Lasso quien introdujo el tema.
Tampoco hace falta. En la era de la post verdad la realidad es lo que percibe la gente.
Lasso jugó bien a los dados.
En la misma semana, "ganó" un voto al desgranar el bloque de La 6 (Partido Social Cristiano) y aliados, dejando el mensaje que sí puede sumar apoyos.
Para Correa, hoy, la muerte cruzada es como aferrarse a un hierro candente, porque ni Jaime Nebot ni Leonidas Iza, sus grandes aliados, la quieren.
Esto, en instantes en que hay que organizar las Comisiones Legislativas Permanentes, el CAL y elegir a las autoridades de la Asamblea, podría mover el tinglado que les tenía pavoneándose por la mayoría numérica.
Virgilio Saquicela buscará maniobrar los tiempos del juicio político cuyo desenlace podría coincidir con la elección e incidir en sus pretensiones de mantener la línea de sucesión; o sea, la Presidencia de la Asamblea.
Marcela Holguín, actual vicepresidenta, quiere, a toda costa, dirigir la Legislatura y, aunque no todo su bloque la apoya, tiene el beneplácito desde Bélgica, México o dónde esté el sentenciado.
Con menos posibilidades, Esteban Torres, del Partido Social Cristiano (PSC), también pretendería la Presidencia, al igual que Daniel Noboa, independiente, y Salvador Quishpe, de Pachakutik.
Las cinco bancadas: UNES, Pachakutik, PSC, Izquierda Democrática (ID) y la Bancada del Acuerdo Nacional (BAN), están condenadas a entenderse entre sí. O, al menos, entre algunas de ellas.
Solas no van a ninguna parte.
Ceder las Comisiones más apetecidas y organizar el CAL, es el desafío.
Quien hubiera imaginado que, a estas alturas del juicio político a Lasso, los asambleístas podrían llegar a ser víctimas de sus propias maquinaciones. Y hasta terminar regresando a casa
Haber sacado la muerte cruzada les causó pavor.