El indiscreto encanto de la política
Mon Laferte, desde el purgatorio
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Cobijada por un pañuelo verde y con el ideario feminista bajo el brazo, la cantante chilena Mon Laferte, sin duda, pasó a la historia con aquel episodio de los Latin Grammy 2019.
Y no solo por haber utilizado el infalible recurso del torso desnudo para captar la atención, sino porque sus palabras y actos le han valido un menudo culebrón del que todavía no puede escapar.
El -por lo menos- equívoco mensaje de “en Chile torturan, violan y matan” pintado en su cuerpo, dada la coyuntura, en principio nos invitaba a cuestionar el sistema, a visibilizar el machismo imperante en su país. A encontrar una causa legítima.
Sin embargo, a la semana siguiente, aún investida de los más altos elogios de los frentes activistas, la cantante se atrevió a presentar su nuevo material. Una suerte de canción 'protesta' cuya portada digital recogía aquella célebre instantánea en la alfombra roja californiana, capturada días atrás.
La flamante canción es un dúo con el puertorriqueño Guaynaa, artista que se hizo famoso por popularizar el estribillo “ella tiene nalga y tetita” en su tema Rebota. Esta canción presenta además otras 'perlas' como:
"Uh, ya tienes 18, entonces 'tás en ley".
"Que libraste a los 16 wow, OK".
"Y se le marca el camel toe a la condena".
A esta primera contradicción, le siguió una desafortunada entrevista con Patricia Janiot en la cadena Univisión. Sin titubear, Laferte etiquetó a las cadenas de supermercados de “ladrones”, sentenciándolos -literalmente- a la hoguera.
“[...] si tengo que ir a quemar un supermercado que me ha robado toda la vida para exigir lo que me ha correspondido por un derecho básico, yo lo hago”, señaló la chilena.
Seguramente, las compañías discográficas 'independientes' con las que Laferte trabaja (Warner Music y Universal Music) ofrecen gratuitamente su servicio de promoción y distribución, condición que debería permitirle a la artista no cobrar las altas sumas de dinero por sus presentaciones en vivo. Incluso, podría hasta regalar su música y no venderla en iTunes.
El corolario de la telenovela ha sido una decepción general. Por un lado, para las feministas: su legítima causa y lucha se convirtió en una mercancía más dentro del departamento de marketing de la cantante. Por otro, para sus seguidores: no encuentran sentido a los inmaduros arrebatos pirómanos de la cantante, los mismos que no encajan con la trayectoria de alguien que, gracias al sistema vigente, alcanzó fama y riqueza.
No se puede estar bien con dios y con el diablo, pero si se puede quedar mal con ambos.