El Chef de la Política
Una moción, una destitución: lo que solo puede ver en la Asamblea de Ecuador
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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En Ecuador, el solo hecho de que un legislador haga una propuesta, denominada moción en ese país, es motivo suficiente para que sea destituido de un órgano de administración de la Asamblea Nacional.
Esa es la idea general que circula ahora en el entorno internacional y esa será seguramente la argumentación de la asambleísta Yeseña Guamaní cuando interponga acciones ante tribunales de justicia interamericanos.
Acá, en el equinoccial país, un legislador no puede proponer una moción porque si no es del agrado de la mayoría de turno, simplemente puede terminar con sus huesos fuera de un espacio de decisión, como Guamaní del Consejo de Administración de la Legislatura (CAL).
Aquí, en el país verde como una manzana, como dice la canción de Ricardo Williams, una propuesta de un legislador en realidad no es asumida como un derecho.
En Ecuador, si esa moción atenta contra los objetivos políticos de las mayorías parlamentarias, se valora como una forma de incumplimiento de funciones.
Esto, tan torpe y descabellado como suena, en Ecuador sucede. Más aún, en el país de gente linda y canallas que nos roban la ilusión, siguiendo la canción de Juan Fernando Velasco, ayer se destituyó a una asambleísta por haber presentado una moción, pero no se dijo nada sobre quienes aprobaron esa propuesta en su momento.
En otras palabras, al que propone le aplican una interpretación espuria de la ley y a quienes consideraron en su momento viable esa moción, no. El Presidente de la Asamblea Nacional es uno de ellos.
Pero la destitución de Guamaní del CAL no queda en lo dicho. Aún hay más. La moción que es el origen de la destitución nunca generó efectos. La moción, con el acuerdo de una mayoría en el CAL, fue trasladada al pleno de la Asamblea Nacional y ahí fue rechazada.
Es decir, nunca existió un daño tangible al curso de las políticas públicas. Así, en Ecuador, el país en el que la gente se alegra con música triste, parafraseando al multifacético Alexander von Humboldt, la legislatura ha pasado por alto una máxima que, aunque sea dura, es parte del juego democrático: un asambleísta incluso puede proponer o mocionar una idea descabellada y que se oponga a la normativa vigente.
Sin embargo, incurrir en ese error es parte constitutiva de su derecho político a ejercer la representación popular y debe ser respetado.
Pero bueno, ya en lo práctico, hace pocos días en Ecuador, una mayoría conformada por la Revolución Ciudadana, organización política autodescrita como de izquierda, el Partido Social Cristiano, organización política autodescrita como de derecha y un grupo de asambleístas de Pachakutik, autodescritos como de izquierda, se han juntado para destituir de la máxima instancia administrativa de la Asamblea Nacional a una legisladora por el hecho de proponer algo que no juzgan procedente.
No importa si es Guamaní o quien sea. Los nombres son lo de menos. Lo que ha quedado claro es que este país, el del "sí se puede", en efecto, todo se puede, no solo llegar a un mundial de fútbol, sino también pasarse por encima cualquier disposición constitucional o legal, provenga de donde provenga, de cortes nacionales o de la Interamericana de Derechos Humanos.
La cosa fue clara: necesitamos tu cargo para consolidar los acuerdos y tienes que irte. Pero aún en ese caso, quedaba el espacio para diseñar alguna estrategia algo más creíble para destituir a Guamaní.
Desde luego, eso implicaba pensar un poco más y esa es una tarea devaluada en la Asamblea Nacional. Entre levantar la mano y aprobar la aberración que aprobaron y sentarse a cabildear hay mucha materia gris que debe correr y que no está disponible de momento.
Lo de estos días, en definitiva, es realmente una vergüenza nacional y da cada vez más espacio a ese hartazgo ciudadano frente a la Asamblea Nacional y sus integrantes.
Así, por hechos como el ocurrido en contra de la asambleísta Guamaní, se sigue posicionando entre la población la idea de que la legislatura no es necesaria.
Esa no es la salida, desde luego, pero con acciones como la relatada cada vez resulta más difícil sostener el argumento de que esta conformación de la legislatura tiene algo rescatable.