Dato y Relato
Mitos y realidades del riesgo país en Ecuador
Ph.D. en Economía Universidad de Boston, secretario general del FLAR y docente de la UDLA. Ex gerente general del Banco Central y exministro de finanzas de Ecuador, y alto funcionario de CAF y BID.
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Esta semana, el denominado riesgo país de Ecuador sobrepasó los 1.750 puntos básicos, el nivel más alto desde el inicio de la pandemia en 2020, y el segundo más alto entre los países de América Latina.
Se prendieron las alarmas, pues el indicador suele utilizarse como un reflejo de las condiciones financieras y de inversión en un país, y su capacidad para honrar sus deudas.
De acuerdo con el FMI, los países que superan los 1.000 puntos básicos están en una condición de debilidad financiera que restringe y encarece el acceso a financiamiento, tanto al Gobierno como al sector privado. En consecuencia, afecta la inversión, el crecimiento y la generación de empleo.
El alto nivel y el reciente deterioro del riesgo país son preocupantes, pero antes de echarnos a llorar, es importante entender qué es, cuáles son sus determinantes y sus limitaciones para un país como Ecuador.
El riesgo país se refiere a todos aquellos factores inherentes a una economía nacional, principalmente económicos, sociales, políticos e institucionales, que pueden afectar la recuperación de las inversiones en dicha economía.
Usualmente, se lo estima como la diferencia del rendimiento de los bonos de un país con respecto al rendimiento de los bonos del Tesoro estadounidense.
Estos últimos son considerados como de cero riesgo, por lo que cualquier diferencia con el rendimiento de bonos de otro país es el margen adicional o 'prima por riesgo' que los agentes económicos requieren para invertir en dicho país.
Mientras más riesgosa es una economía, el retorno exigido será mayor. Así, por ejemplo, si los bonos del Tesoro estadounidense rinden 3% y los de un país emergente 10%, entonces la prima por riesgo país es 7% o 700 puntos básicos.
Se considera que los bonos emitidos por los gobiernos (bonos soberanos) son los de menor riesgo en un país, pues cuentan con la garantía del Estado.
Las obligaciones de emisores privados enfrentan el 'techo soberano', es decir, que sus condiciones de financiamiento no pueden ser mejores que las de los gobiernos. Por ello, cualquier aumento de la prima de riesgo no solo afectará a los gobiernos, sino también a los bancos y empresas de un país.
Los principales determinantes del riesgo país tienen que ver con factores externos (cuenta corriente y reserva monetaria internacional) y con la situación de las finanzas públicas (déficit fiscal y nivel de endeudamiento).
En el caso ecuatoriano, estos factores están estrechamente relacionados con el precio del petróleo.
Paradójicamente, el riesgo país se ha disparado en 2022, justamente cuando la mayoría de los indicadores macroeconómicos ha mejorado: la cuenta corriente externa es superavitaria en 2,75% del PIB, la reserva monetaria internacional supera los USD 8.000 millones y en el primer semestre de este año se ha alcanzado un equilibrio fiscal en las finanzas públicas.
El precio del petróleo en 2022, si bien ha caído en las últimas semanas, es muy superior al promedio de 2021.
Por supuesto, existen otros factores, como el historial de pago de un país. Lastimosamente, Ecuador ha sido uno de los países con mayor número de impagos o defaults (11) desde su Independencia. Esto aumenta la percepción de riesgo.
El contexto internacional se ha deteriorado de modo significativo y ha conducido a un período de volatilidad financiera sin precedentes desde la crisis de 2008-2009.
La aversión al riesgo de los inversionistas externos ha golpeado a toda la región, pero en mayor proporción a los países más riesgosos.
Entre el 31 de julio y el 30 de septiembre de 2022, la prima de riesgo promedio en América Latina pasó de 481 a 525 puntos básicos; la de Ecuador subió de 1.336 a 1.753 puntos básicos. Esto significa que la distancia entre el país y la región se amplió en términos de riesgo.
Están también los factores políticos, como la frágil gobernabilidad, la inestabilidad de los gobiernos y la polarización social, que pueden desencadenar una cesación de pagos.
El paro nacional de junio, por ejemplo, elevó el riesgo país en 238 puntos básicos. La debilidad política, en medio de una situación económica que tenderá a empeorar, es otra explicación del comportamiento del riesgo país.
Sin duda, seguir la evolución de este indicador puede ser útil para evaluar las condiciones financieras del país. Sin embargo, no puede constituirse en un mito todopoderoso, pues adolece de una serie de limitaciones y hay que tomarlo con cautela. Aquí las razones:
Ecuador es un país poco integrado a los mercados financieros globales. No es un emisor recurrente y las transacciones que se realizan en el mercado secundario son muy escasas, comparadas con otros países emergentes.
De acuerdo con el índice de liquidez que calcula Bloomberg, mientras Perú o Colombia tienen una calificación de entre 80 y 90, Ecuador tiene una calificación de 30.
Para un inversionista, deshacerse de un papel ecuatoriano es mucho más difícil y costoso. Esto se refleja en el margen entre los precios de compra y de venta. Si un mercado es líquido y competitivo, esta diferencia es muy pequeña y refleja solamente el costo de intermediación.
Sin embargo, en el caso de Ecuador es de alrededor del doble que Perú o Colombia, e incluso ha llegado a ser seis veces mayor en momentos de alta incertidumbre.
Por otro lado, parecería que el riesgo soberano tampoco es el techo para los emisores privados, pues varios bancos y empresas están captando muy por debajo del 20%, que sería el costo implícito actual para el Gobierno.
En un mercado ilíquido, y con altos costos de transacciones, la formación de precios es imperfecta y tal vez no refleje plenamente la realidad.
Por desgracia, no existe un comparador relevante que permita contrastar las condiciones financieras del país en el mercado interno y en el externo.
Por ello, más allá de lamentarse por la evolución adversa del riesgo país, es prioritario trabajar en el fortalecimiento del mercado de capitales doméstico, para que sea más líquido, con una sólida curva de rendimientos, y que facilite una integración más profunda a los mercados globales con indicadores más relevantes y representativos de la realidad.