Lo invisible de las ciudades
El Metro de Quito: juguete nuevo
Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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¡… Y lindo! Luego de tantos obstáculos y complicaciones, los quiteños contamos con una nueva alternativa de transporte en la ciudad. Desde el pasado viernes, muchas personas se acercaron a la estación que le quedaba más cerca, para abrir sus cuentas, adquirir las tarjetas del Metro de Quito, o simplemente comprar un ticket para experimentar esta nueva forma de moverse en la ciudad.
Pude ver algunas cosas que -obviamente- pueden ser mejoradas. Hubo mucha confusión en la organización de las filas; aún no se podía cargar las cuentas con los lectores de tarjetas de crédito, y los letreros que deberían anunciarte el tiempo restante para la llegada del siguiente tren solo mostraban el logo del Metro. Sin embargo, más allá de esos detalles usuales en el inicio de algo, sorprendía ver muchos usuarios alegres e ingenuos, documentando en video su primer viaje. Muy poco les importaba la vana discusión sobre si las estaciones contaban o no con servicios higiénicos.
Esperemos que el cuidado que requiere el Metro no desaparezca como la novelería de un niño con su juguete nuevo y que pueda permanecer en muy buen estado por muchos años.
Sin duda alguna, el barrio que más se beneficia con el Metro es el Centro Histórico. Muchas personas aprovecharon el fin de semana para llegar a la parada San Francisco y dar una caminata por la ciudad. Espero que el segundo beneficiado sea la Universidad Central; que el Metro se convierta en una herramienta de transporte para quienes estudian o trabajan en ella.
Pero la inauguración de esta etapa del Metro debe ser solo el comienzo. Una de las características de este medio de transporte, es que recurre periódicamente a expansiones, con tal de poder incrementar en número de usuarios. Es conocido públicamente, que para garantizar la sostenibilidad del Metro, se debe proyectar pronto la expansión del mismo desde El Labrador a Carapungo. Como mencioné en previamente en esta columna, es necesario que se agilice la integración entre todos los sistemas de transporte público. Que sea fácil salir del Metro y tomar el Trole, el Corredor Central Norte (Metrobús) o la Ecovía; y si puede ser pagando un solo ticket, ¡mejor!
Y habrá que ver qué otras proyecciones de rutas se pueden plantear para el futuro. El recorrido actual está pensado para ese Quito lineal, que crecía contenido en un solo valle, de norte a sur. Pero el Quito actual es más que una línea; se ha desparramado hacia los valles orientales. Esas nuevas áreas de crecimiento tienen una densidad poblacional baja, pero por su extensión podrían alcanzar un nivel interesante de usuarios.
Quizá la mejor manera de conectar a dichos habitantes con el Metro sea un tren de superficie, pensado como tren de cercanías o tranvía, que reutilizara la línea férrea que se dirigía de Chimbacalle hacia el norte. En la actualidad, gran parte de dicho recorrido lo ocupa El Chaquiñán, quizá el espacio recreativo más usado en Cumbayá, Tumbaco y Puembo. Seguramente, esta opción generaría algún rechazo por parte de la población, pero consideremos que tal recorrido ya tiene las pendientes necesarias para que un tren pueda recorrerlas. Sería una alternativa relativamente barata de construir, pues no implica el uso de tuneladoras o dovelas. Habría que revisar puntos específicos que requerirían una solución. Este tren no debería usar Chimbacalle como punto de conexión, sino El Recreo; la única estación donde convergen el Metro, los buses y la línea férrea. De ahí sus usuarios optarían por el transporte que más les convenga.
Debe haber una forma de realizar un proyecto como este, que permita compensar a la población local con un espacio recreativo como el actual Chaquiñán. Sería interesante encontrarle soluciones a esta y a otras alternativas; sin convertir al Metro en un botín político.