Al aire libre
Ir en Metro es buen plan
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Hoy fui al Metro de Quito. No podía creer, me sentía en otro país. En otro mundo. Repetía como disco rayado: qué increíble, qué increíble. Y me hacía selfies. La única en la estación tomando fotos.
Las otras personas esperaban tranquilamente en el andén y cuando llegó el tren, se subieron como si nada. Así que recobré la compostura y actué como si nada también.
Mientras viajábamos, un adolescente decía de memoria las recomendaciones de la grabadora acerca de dejar los asientos para adultos mayores, embarazadas y personas con discapacidad. Un niño iba leyendo al mejor estilo europeo.
Esta aventura comenzó cuando unos amigos me invitaron a almorzar en el Centro Histórico por las fiestas de Quito. “Y nos vamos en el Metro, dijeron. Es buen plan”.
Hay que comprar un boleto que tiene un código de barras o también comprar en línea. Se recarga ese rato en el celular. En las boleterías explican todo y hay puestos de información en varios puntos de la ciudad.
De La Carolina a San Francisco toma como 15 minutos el viaje. Es cómodo, nadie te empuja, va a 40 kilómetros por hora, no para donde le da la gana, esperas poco sin quemarte bajo el sol o empaparte en la lluvia.
La totalidad del viaje por las 15 estaciones se calcula que toma 34 minutos. O sea, media hora de El Labrador a Quitumbe. ¡Increíble! Eso tomaba dos horas fácil.
Llegamos a San Francisco y siguió la gozadera. Paseamos por nuestro fabuloso Centro Histórico que tenía aires de fiesta, con las banderas en los balcones. A propósito, ¿sigue la normativa de engalanar a la ciudad con la bandera? De niños, mi mamá se preocupaba de sacar la bandera al balcón en los días cívicos porque si no nos multaban. Era un sentimiento de cumplir con el deber, pero también de unión y de alegría.
Empezó a chispear -cuando no llueve en fiestas de Quito- así que entramos a un restaurante de comida típica junto al atrio de San Francisco. El menú fue de locro, sopa de quinua, mote, tostado y cerveza.
Le pregunté a la mesera si con el Metro llegaban más clientes y dijo que sí, que en fines de semana hay hasta 200 comensales. Que a veces se disculpan porque no pueden atender a más.
Qué buen negocio debe ser abrir un restaurante en el Centro Histórico. Los hay, pero no muchos ni muy bonitos.
Salió el sol -típico de Quito-, y volvimos a caminar.
He oído tanta polémica sobre el Metro: que el valor del boleto de 0,45 centavos es, o muy alto o muy bajo, que no es negocio, que va a quebrar. Y la polémica de que es muy corto el trayecto… pero si Quito es una ciudad angosta y larga, ¿qué esperan?
Que solo es una línea, bueno, algo es algo. En París está el Metro más complejo del mundo, en Quito, el más moderno.
El Subte de Buenos Aires es el Metro más antiguo de Latinoamérica, el nuestro el más nuevo.
Propongo ser positivos y utilizar el Metro. Cuidarlo, comportarse según las normas civilizadas, aprovecharlo.
Son USD 2.107 millones que están bajo tierra. Hay que pagar esa deuda. Vamos a ser parte de la solución.
El Metro de Quito es el transporte más sostenible de la ciudad, aparte de caminar o ciclear, y lleva 1500 personas de golpe.
Es increíble. Vuelvo y repito.