Efecto Mariposa
Las estadísticas y las mentiras que se vuelven verdades
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Nos guste o no, estamos rodeados de estadísticas y nos las encontramos con frecuencia en distintas áreas.
Por ejemplo, en medicina, encontramos cifras sobre la probabilidad de que una persona viva más tiempo si come un tomate diario. En el deporte, la probabilidad de que la selección ecuatoriana de fútbol pase a la final en el Mundial de Catar. En meteorología, nos encontramos con la probabilidad de que llueva (y haga sol) en Quito.
El uso cada vez más frecuente de las estadísticas, lejos de ser una moda o un adorno, no solo genera confianza o credibilidad, sino que permite proponer soluciones basadas en argumentos, relativamente objetivos, pues las estadísticas, aunque imperfectas, ayudan a entender una situación con más precisión que la que logramos a partir de las creencias o de la intuición.
Me refiero a 'relativa objetividad' porque, a pesar de que las estadísticas no son maleables, las interpretaciones que se hacen a partir de las cifras pueden ser manipuladas para que digan lo más conveniente o lo que cada uno quiere oír.
Como muestra de esto, me gustaría analizar un hecho que, ahora que ya comienza a bajar la tensión del paro nacional convocado por la Conaie, se puede decir sin causar apasionamientos y enojos.
El hecho está relacionado con el comunicado emitido por la Universidad Central, mediante el cual se informó que, durante la última movilización, brindó atención clínica, psicológica y social a 450 niños y que, después de realizar un estudio nutricional, determinó que el 80% de los infantes atendidos en ese centro de educación, es decir 360 niños, sufrían desnutrición crónica.
El informe de la mencionada universidad es bien claro, no hay manera de confundirse. Sin embargo, la noticia que apareció con frecuencia en las redes sociales fue la siguiente: "el 80% de los niños indígenas tiene desnutrición crónica".
Esta información se reprodujo rápidamente, gracias a los usuarios que, sin analizar la gravedad de lo que estaban compartiendo, ayudaron a posicionar una falacia, como si fuese una verdad. Y, de paso, comenzaron a buscar culpables: Leonidas Iza o Guillermo Lasso.
Las cifras de la Universidad Central corresponden al grupo específico de personas que se alojó en ese centro educativo durante las movilizaciones, pero, de ninguna manera, se puede decir que es la realidad de todos los niños del pueblo indígena.
En este momento, la información que permite tener un acercamiento más real a la situación de la desnutrición crónica de los niños indígenas es la proporcionada en la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, realizada por el INEC en 2018.
Según dicha encuesta, el 40,7% de niños indígenas menores de cinco años presentan desnutrición crónica. En las otras etnias, las cifras son las siguientes: mestizo (21,8%), montuvio (21,2%), blanco (18,4%) y afroecuatorianos (16%).
Los datos de la Universidad Central son muy útiles porque revivieron la desnutrición crónica, uno de los mayores problemas de salud pública de Ecuador, pero, para llegar a una conclusión general, habría que tomar una muestra representativa.
Esto, no quiere decir que haya que examinar a todos los niños indígenas, sino que se debe trabajar con un grupo que represente las características de la población total.
Así, con los datos actuales, no es posible saber qué tan lejos o cerca está el índice de desnutrición crónica de los niños indígenas del famoso 80%. Tampoco hay cómo hacer comparaciones, ni reglas de tres, ni ningún cálculo ni simple ni complicado.
Simplemente, los datos del INEC y los de la Universidad Central no son comparables.
Se puede pensar que el índice de desnutrición crónica aumentó por el deterioro de las condiciones económicas por la pandemia de Covid-19, pero no se puede saber la nueva cifra con exactitud.
Para tener datos actualizados, el INEC está realizando la Encuesta Nacional sobre Desnutrición Infantil y, según ese organismo, habrá cifras preliminares sobre la desnutrición en octubre de este año.
Podría citar más casos de información tergiversada que circuló en estas semanas, pero no me queda espacio, así que mencionaré brevemente a los casos que me llamaron más la atención.
Uno de estos tiene que ver con una frase que también circuló en las redes sociales: "nadie apoya el paro". Quienes hicieron esta afirmación lo hicieron basados en una pregunta de una encuesta de Cedatos que difícilmente permitía llegar a esa conclusión.
También encontré otros análisis más avezados sobre el aumento de la pobreza como consecuencia del paro o sobre la quiebra y el cierre de negocios. En todos los casos, se trataba de posicionar situaciones particulares como si fuesen la generalidad.
Imagínense el peligro de difundir esa información durante los días del paro, era como echar más gasolina al fuego.
Como no hay que ser mal pensados, me obligo a creer que estos actos fueron de buena fe y que más bien obedecen al desconocimiento. No obstante, no es bueno hablar de lo que no se sabe ni se hace un esfuerzo por aprender, y peor aún en momentos de gran tensión.
Con el uso masivo de redes sociales difundir información es muy fácil, pero, por esa misma razón, debemos ser más responsables y, antes de compartir una noticia, deberíamos verificar, entender y analizar el contenido de la información que se comparte, por más cifras que se presenten.
También es importante, y más complejo, analizar el contexto de las estadísticas con el fin de identificar si, usando estadísticas no confiables, nos quieren incitar a creer en algo.
Las estadísticas permiten contar historias, pero una noticia mal contada o malinterpretada, a partir de datos, es una forma creativa, pero nada honesta, de transformar una mentira en verdad.