Efecto Mariposa
Matrimonio entre políticos e investigadores, ¿una utopía?
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
Actualizada:
El Gobierno anunció la disminución de algunos tributos la semana pasada. En el caso de la reducción del impuesto a cigarrillos, cervezas y gaseosas, algunos investigadores, se pronunciaron en contra, basados en varios estudios.
Se recomienda que los impuestos de estos productos sean altos, para desincentivar su consumo y preservar la salud de la población, reducir los costos de salud pública y generar ingresos fiscales.
En otros temas, como el Censo, el subsidio a los combustibles, la supresión del examen de ingreso a las universidades, la eliminación del uso obligatorio de mascarilla, la reforma tributaria, la dinámica ha sido similar.
El Gobierno hizo el anuncio, las redes sociales y los medios se llenaron con mensajes y entrevistas a investigadores, que expresaron diversas posturas, apoyándose en estudios previos o en cálculos para Ecuador.
A pesar de todo el ruido de los científicos, por parte del Gobierno nada cambió, y se mantuvieron las decisiones anunciadas; es decir, las voces de los investigadores fueron ignoradas.
En algunos casos, incluso se recurrió a justificaciones que no están claras ni son convincentes para demostrar que la decisión tomada fue la mejor.
Y esa ha sido la tónica general de la relación entre los formuladores de políticas y los investigadores, y no solo en la administración actual.
En Ecuador, la excepción en la que hubo participación de científicos en un tema relevante fue durante las primeras semanas de la pandemia de Covid-19.
Pero el matrimonio entre científicos y políticos duró poco y, de esa relación fugaz, solo se recuerda un proceso penal en contra una investigadora ecuatoriana.
En la mayoría de los asuntos trascendentales, el Gobierno toma medidas por su lado y, quienes podrían auxiliarlo en la toma de decisiones, andan por el suyo.
Aunque hace 20 años existe un intento de mejorar el diálogo entre académicos y hacedores de política, para que las medidas gubernamentales tengan sustento científico.
En gran parte, el éxito de esta relación depende de la existencia de científicos en un país, pero eso no garantiza que sean escuchados por quienes efectivamente ejercen el poder.
En Ecuador hay 0,57 investigadores por cada 1.000 integrantes de la Población Económicamente Activa (datos tomados de la Senescyt a diciembre de 2021).
Aunque esa cifra es baja, comparada con las tasas de Estados Unidos, Uruguay y Brasil, podríamos aprovechar la inversión en educación de alto nivel que se hizo desde 2012, para que las decisiones sean tomadas no solo con visión política, que es muy necesaria, sino también técnica.
Además, hay que continuar incentivando y facilitando los estudios de postgrado, para quienes deseen hacerlos, y fomentar e invertir en investigación.
Eva Vivalt y Aidan Coville, científicos que realizaron un experimento para analizar las interacciones entre los investigadores y los políticos, mencionan que para que la relación fluya hacen falta tres puntos:
El primero es que deben existir estudios confiables para que los hacedores de política puedan proponer medidas con alguna base científica.
Por ejemplo, en el caso de los cigarrillos, la conclusión de los estudios realizados es que aumentar los impuestos desincentiva su consumo y se mejora la salud de las personas.
Otro punto importante es que los hacedores de política deben conocer los resultados de las investigaciones, para actualizar o modificar sus creencias sobre un tema.
Obviamente, los formuladores de política de alto nivel no tienen tiempo para leer las investigaciones que salen a diario, pero sus asesores técnicos pueden hacer la tarea.
Finalmente, viene la responsabilidad de los investigadores.
En tiempos en los que publicar en una revista científica es lo único que interesa, no importa lo que se publica sino la cantidad, difundir a un público amplio y no especializado los resultados de una investigación puede resultar poco atractivo.
Los autores del experimento mencionado señalan que, para generar confianza en la ciencia, los métodos y análisis estadísticos de las investigaciones deben ser rigurosos, para que los resultados y las recomendaciones sean confiables.
En el contexto de Ecuador, yo le agregaría un punto adicional. Por experiencias pasadas, los científicos pueden sentir temor de ser salpicados por algún escándalo turbio o de ser utilizados políticamente.
Por eso es vital que se recupere la confianza en lo público, no con palabras, sino con hechos reales.
No se puede reclamar que los formuladores de política tengan silenciados a los científicos, si no existe un canal adecuado para dar a conocer los resultados de las investigaciones y, de esa forma, incidir en que las creencias de los formuladores de políticas se inclinen hacia los hallazgos científicos.
Conseguir que, en la práctica, todos los puntos descritos previamente coexistan en armonía no es utópico. En muchos países, los científicos participan activamente en la formulación de políticas públicas, a través de consejos consultivos y comités gubernamentales.
Algunos ejemplos incluyen a Estados Unidos, donde el Consejo Presidencial de Asesores Científicos y Tecnológicos proporciona asesoramiento científico al Presidente. Lo mismo sucede en Reino Unido y Suecia.
Ecuador necesita respuestas urgentes en algunos temas. Aunque puede haber miedo y desconfianza, de parte de los investigadores y también de los políticos, se podría pensar en un matrimonio entre ambos, ya sea por puro amor (al país) o por la conveniencia (de que los ecuatorianos vivamos mejor).