De la Vida Real
Despertando el instinto maternal en la era de los coaches
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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¿Desde cuándo la maternidad se convirtió en algo tan complicado? ¿Desde cuándo criar hijos se volvió el reto más grande de la vida? Si nos ponemos a pensar en retrospectiva, la maternidad ha estado presente desde que existe la humanidad, pero ahora se ha vuelto algo insostenible. Y la educación, un misterio. Todos hemos sobrevivido de alguna manera y hemos sido educados de otra. ¿Por qué ahora es tan compleja la relación entre criar y crecer?
Lo normal, de pronto, se extinguió y nos llenaron de coaches para soportar algo tan humano, mamífero y natural como parir y criar.
Para todo necesitamos un especialista que nos acompañe en cualquier proceso, junto a nuestros hijos, anulando el instinto maternal. Si el bebé no duerme, nos mandan a un coach del sueño. Si no come, a un especialista en nutrición. Si no gatea, debemos ir con un especialista en gateo. Si no llora, a uno de llanto, y si llora mucho, a un coach en interpretación del balbuceo y las lágrimas, y así podría seguir una lista infinita.
Sí, caí en crisis maternal y ahora necesito desintoxicarme de todo esto y volver a la tierra, al centro, a lo normal y dejarme de coach externos. Volver a creer en mi instinto.
Me enteré de que Carlos González (reconocido pediatra español, autor y defensor de crianza natural) venía al Ecuador, compré la entrada y fui con fe, quería escucharle y convencerme de que ahora un niño normal es considerado raro. Necesitaba oír que tengo tres niños normales y son tan normales que pasan por raros, como la mayoría de los niños en la actualidad.
Por más de dos horas escuché con paz la charla. Oí creyendo en su palabra y en su experiencia. Le oí porque todo lo que dice él encaja perfectamente con mi forma de pensar y de criar. Pero a veces me salgo del centro por oír a “expertos” que no tienen idea de lo que están hablando y aconsejando, y muchas veces caí en crisis por tratar de hacerles caso.
Carlos González dijo una frase que no me voy a olvidar jamás:
“Hoy en día el mayor desafío es conseguir niños normales. Los adultos no necesitamos ser normales para ser aceptados, a pesar de que somos rarísimos”.
Y es verdad, a los niños les juzgamos por no encajar, por no obedecer, por no ser como el modelo estadístico dice que deben ser. Les hacen pruebas psicológicas en que las respuestas están preestablecidas y si el niño contesta distinto le diagnostican con problemas conductuales, problemas sociales, entre otros.
Al tener tres hijos me he dado cuenta de que cada uno es un mundo. Cada uno tiene requerimientos y pensamientos distintos. Son de personalidades muy diferentes. No se les puede ni comparar porque hasta en gustos difieren. Y eso es lo más lindo que me ha pasado como mamá, conocer la diversidad de sus mundos, de sus personalidades y sus necesidades.
El uno tiene una mente estructurada, le gusta la rutina, se estresa con el caos y sufre con la impuntualidad. Lleva su esfuerzo al límite. Busca soluciones complicadísimas para cada problema que se le presenta. La otra vive en su mundo de fantasía, de despiste, de análisis e introspección. Disfruta la vida sin complicaciones. No le importa el tiempo. La vida le sonríe y ella sonríe a la vida. Y el mayor nació en una época equivocada. Ama el pasado, la historia, lo antiguo, le gustan las formas y los colores. Solo piensa en tomar fotos, en solucionar el país y en fútbol.
Creo que eso es la maternidad instintiva: tener el privilegio de conocer el mundo de los hijos y aprender con ellos. No nacimos siendo mamás, ellos nos hicieron madres. Y el camino no debe ser tan complicado porque la niñez es un tiempo fugaz. Estoy aprendiendo a disfrutar este camino con estos tres niños distintamente normales. Claro que tienen problemas y sufro, pero siento que a veces me encierro más en las dificultades que tienen en vez de disfrutar el viaje de criarlos y acompañarlos en sus procesos.
Le oí a Carlos González con fe y salí tranquila. Cuando terminó su charla nos fuimos a almorzar con él y hablamos de todo menos de educación y maternidad, porque en el fondo los dos queríamos desintoxicarnos de este tema que nos tiene abrumados.
La maternidad y la paternidad son algo normal con sus fallas y sus aciertos, con sus historias y sus experiencias. Lo importante es criar y poder crecer con amor y respeto, pese a todos los baches que hay en el corto viaje de la niñez.