Los malvados andan sueltos y nosotros, conectados
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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La semana pasada medio planeta estaba conectado al Mundial de Qatar. Ahora estamos conectados, como foquitos, al árbol de Navidad.
Angustiados por la obligación de dar y de recibir regalos superfluos.
Y aturdidos, metiendo a todos en el mismo saco: Messi, Papá Noel, Zelensky, Bad Bunny y el que sea, con tal de que sea famoso.
Diferenciemos entonces. Hace cuatro días, Volodímir Zelenski visitó el frente de batalla en el Donbás, donde se libran los más encarnizados combates, y voló a Washington a solicitar más armas para defender no solo a su país sino a Occidente.
Y para llamar la atención, una vez más, sobre el terrorismo de los rusos que siguen bombardeando las ciudades de Ucrania y destruyendo los servicios de agua y luz para instalar a sus vecinos, eslavos y ortodoxos como ellos, en unas navidades infernales.
Lo paradójico es que el origen de Santa Claus y Papá Noel es un santo de origen turco, pero que en Rusia era venerado como propio: San Nicolás, quien, según la leyenda, regalaba juguetes a los niños pobres.
Y cuyo primer milagro lo habría concretado en el rus de Kiev, territorio que luego defendió blandiendo una espada desde el cielo.
¿Más coincidencias? En 1920, en plena revolución bolchevique, cuando el terror rojo exterminaba a los propietarios y la pandemia de la gripe española se cargaba unos 60 millones de enfermos, Coca Cola iniciaba esas propagandas en las que aparecía un gordito bonachón con gorro rojo rodeado de niños.
Así, Papá Noel y Coca Cola se convirtieron en dos íconos de los Estados Unidos. Y si antes fue San Nicolás, ahora son los satélites gringos los que detectan a las tropas invasoras y a los misiles desde el cielo.
Otro santo laico recién subido a los altares es Lionel Messi, cuyos goles y gambetas nos hacen pasar por alto que fue contratado como embajador de la sanguinaria monarquía de Arabia Saudita.
Mientras tanto, el futbolista Amir Nasr–Azadani aguarda la horca en el fondo de una mazmorra de Irán por haberse atrevido a defender a las mujeres iraníes que piden lo mínimo: que esa teocracia de machos con turbantes les permita quitarse el velo.
Pero los ayatolas no lo acusan de eso, obviamente, sino de pertenecer a un grupo terrorista. La mentira de siempre.
Distintos tipos de héroes, de santos y malvados y negocios que se encubren detrás de la Navidad y llevan a que muchos cuestionen estas fiestas que perdieron su esencia en el camino.
Y no cabe insistir en "la comercialización de las fiestas" pues todo está comercializado. Miren a su alrededor y me cuentan. Hace 70 años, una oda de Neruda clamaba: "no, aire/ no te vendas!"
Era lo único que quedaba libre. Pobre Neruda, si viera las aspas gigantescas que generan electricidad en el hemisferio Norte. Electricidad pagada. Viento encadenado.
Pero la verdadera Navidad tuvo lugar este lunes en Ucrania. Allí, para mantener la tradición en medio de los bombardeos, el propio san Nicolás agasajó a los niños que habían perdido a sus padres durante la invasión.
Un soplo de alegría auténtica en un mundo cruel donde los putines y los ayatolas hacen de las suyas.