De la Vida Real
Tenía que ser el maldito sistema, estamos fregados
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
Actualizada:
Es increíble cómo el sistema ama vernos sufrir. Le encanta hacer todo cada vez más y más complicado. Nos tiene a todos fregados –por no decir jodidos–.
Hace seis meses, vino mi tío Jaime desesperado para que le ayudara a tomarse una foto sujetando su cédula.
Pero no era una foto normal. Era por medio de una página web que automáticamente activaba la cámara de fotos y, ni bien se enfocaba la cara, tomaba la foto, sin chance de poner una cara alhaja. No se imaginan el espanto que salían las fotos.
Repetimos el proceso unas cien veces y ni una salió medianamente decente. Nos dio tanta risa que mi hijo El Pacaí resolvió el asunto:
-Ahí queda esta pendejada.
El tío le dio la razón y se fue, creo que un poco frustrado. Porque también quería que le ayudara para instalar un software en la computadora.
Nunca más supimos qué pasó con el tío ni con su trámite.
Hace un mes, mi papá bajó a mi casa, desesperado, estaba aturdido. Me pedía efusivamente que le filmara un video sujetando la cédula y diciendo su nombre. Mi pobre pá no entendía nada.
Lo tranquilicé y le pedí que me explicara qué necesitaba. Y esta fue su explicación:
-Tinita, no tengo idea, pero así me piden que haga y tengo que hacer y punto. Tú solo ayúdame porque luego te van a mandar una firma que tengo que instalar en mi computadora.
Filmando el video nos demoramos más de 45 minutos. Se equivocaba en su número de cédula, en la dirección, en el último número de teléfono. Terminó todo esto en un ataque de risa. Es el video más chistoso que he visto, pero él mismo dijo:
-Ya deja esta estupidez tal como está y manda.
Luego estuve más de dos horas al teléfono tratando de entender lo que explicaba un señor chanchísimo, de esos que odian trabajar en el sistema, sobre la firma electrónica. Les juro, no exagero nada.
El tipo este, porque en el fondo nos caímos pésimo mutuamente, me mandó como si fuera tonta a ver 38 videos de YouTube para que entendiera de qué se trataba y lo que debía hacer. Ni vi ni entendí absolutamente nada.
A la hora me llamaron de la oficina de mi papá a decir que qué fue, que no me he descargado la firma. Fue una cosa tan estresante que, al final, un señor de la oficina de mi papá entró a todos nuestros mails, porque se hartó de pedirnos los códigos y desde Quito tuvo acceso a mi computadora.
Fue mágico. Estábamos felices todos. “¡Lo logramos!”, gritamos por videollamada, pero la felicidad no nos duró ni cinco minutos, porque llegó un mail que decía que debíamos volver a filmar el video de mi papá porque el sistema no lo aceptaba.
-Sistema de mierda -pensé.
En una hoja de papel bond blanca, anoté todos los datos de mi papá para que los leyera. Subí a filmarlo y estaba de tan mala gana que a la primera salió perfecto.
Ese día me di cuenta de que la voluntad no es todo, sino la práctica y la perseverancia. Rogábamos que esta vez al sistema sí le gustara. Mi papá me preguntó muy serio:
-Tinita, ¿y el sistema aceptó nomás mi firma electrónica? Porque en el banco jamás me aceptan, y esta vez no firmé nada.
Nunca más volví a saber ni a preguntar nada del tema, porque si uno no entiende las cosas, es mejor no ahondar en el problema.
He pasado tranquila pensando en que el sistema jamás iba a volver a requerir de mí. Pero soy demasiado inocente.
Ayer en la tarde me llamó mi contador y con el clásico hablado de contador, ese que tiene un ritmo de punto seguido casi en cada palabra, me dijo:
-Valentina. Tienes que sacar. Facturación electrónica. Y firma electrónica. Hasta noviembre.
Mientras estaba con él al teléfono, se me pasó la cara del tío Jaime tratando de subir la foto a esa página web, el video de mi papá que fue rechazado por el sistema y la idea de tener que ver 38 videos en YouTube.
-Víctor, ¿existe alguna manera de que me des haciendo todo esto tú?
-No, Valentina, esto debes hacerlo sola, y luego ya no te puedo dar llenando las facturas. Debes llenar todo tú. Así me pide ahora el sistema.
Y aquí estoy en blanco, sin saber cómo enfrentarme a un sistema que goza con hacerlo todo cada vez más complicado, sin saber cómo me puedo escapar del sistema que me quiere atrapar entera a mediados de octubre, a las puertas de noviembre.