La maldición de la calle
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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No hay un grupo más marginal y vulnerable que los chicos de la calle. Grupo es mucho decir pues andan sueltos, desarraigados, creando frágiles vínculos entre ellos para protegerse, víctimas de las drogas y la prostitución, reclutados por las mafias para el sicariato, estigmatizados y humillados por todos.
Por eso son tan importantes películas como 'Los reyes del mundo', de la colombiana Laura Mora, largometraje de ficción que ganó el festival de San Sebastián 2022 y otros premios europeos y americanos.
'Los reyes' se enmarca en una escuela que linda con la autoficción o el documental por su carga de cruda y conmovedora verdad pues sus actores son pelados de la calle, auténticos y anónimos, que tienen sus 15 minutos de gloria y reconocimiento, pero luego vuelven, en su mayoría, a la situación original.
Como sucedió con 'La vendedora de Rosas' dirigida en Medellín por Víctor Gaviria, a quien conocí en Quito, donde me contó que había ido al Festival de Cannes de 1998 con algunos actores que luego vivieron desenlaces trágicos, empezando por Lady Tabares, la protagonista, que se implicó en un asesinato y estuvo 12 años en la cárcel.
No era la primera vez que se daba este viaje de ida y vuelta. En 1981, el director español Carlos Saura había rodado la inolvidable 'Deprisa, deprisa' con adolescentes marginales de Madrid que asaltaban un banco y morían al final.
También su protagonista, José Antonio Valdelomar, alias El Mini, estuvo con Saura en Berlín para recibir el Oso de Oro. Tras paladear el glamur y la gloria –que debió parecerle un delirio de la heroína a la que era adicto–, casi de inmediato volvió a asaltar un banco, ahora en la vida real.
A Saura le acusaron de que su 'realismo social' glorificaba la droga y la violencia, pero él replicó que los actores eran delincuentes reales.
Esa tenue línea entre la ficción y la realidad la ha vuelto a cruzar Laura Mora cuando retrata con un realismo conmovedor, sin truculencias ni demagogia, la aventura de cinco muchachos de la calle que parten de Medellín en busca de un pedazo de tierra que el Gobierno ha devuelto a Ra, el mayor de ellos.
Estamos ante un 'road movie' cámara al hombro, con mucho movimiento, en el que los chicos hablan con su argot callejero, a ratos incompresible, pero cuyo lenguaje visual lo aclara todo entre abrazos, empujones, refriegas y torsos desnudos.
Con ojo de mujer, Mora nos ahorra las escenas que chorrean sangre en el cine de los desamparados.
"Delirante. Arrebatada. Sobrecogedora"… llueven los adjetivos y los premios en los festivales.
Film affinity sintetiza: "Una película sobre la desobediencia, la amistad y la dignidad que existe en la resistencia… Cinco reyes sin reino, sin ley, sin familia, emprenden un viaje en búsqueda de la tierra prometida. Un cuento subversivo a través de un clan salvaje y entrañable, que transita entre realidad y delirio".
Un delirio que parece cumplirse fuera de la pantalla. Entrevistado luego de San Sebastián, el protagonista, Andrés Castañeda, con lentes y camiseta limpia, sonreía: "Yo antes no tenía nada. Cada vez más los reyes del mundo nos acercamos a la tierra prometida, ya no es un sueño".
Ojalá la directora y las instituciones culturales les ayuden en serio para que no se repitan las tragedias anteriores. Ojalá.
CODA: Terminado el artículo, busco un link para Castañeda y me topo con la noticia de que esto ha vuelto a suceder y el actor ya le tiene "rabia a la película". ¿Qué responsabilidad tienen los directores?