Leyenda Urbana
El magnicidio de Villavicencio y la revancha de Daniel Noboa
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Un comunicado de la fiscalía General del Estado, la noche del domingo, en su cuenta X (antes Twitter) -informando que en testimonio bajo juramento un testigo inesperado había narrado los preparativos y montos ofrecidos por los autores intelectuales del asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio, y que también mencionó a quienes habrían dado la orden del crimen- conmovió a los ecuatorianos, convencidos de que todos los involucrados en el magnicidio habían sido asesinados el fin de semana.
Apenas dos días atrás, el país había sido sacudido con la noticia de que los seis detenidos que estaban en la Penitenciaría del Litoral, en Guayaquil, y otro en la cárcel del Inca, en Quito, vinculados en el horrendo delito habían sido asesinados, lo que llevó a concluir que el crimen quedaría impune.
Las muertes sobrecogieron a la sociedad, que sintió que su advertencia de que “los van a matar para que no hablen”, hecha cuando los capturaron, había mutado en profecía autocumplida, a la vez que confirmaban que instituciones fundamentales han sido infiltradas y contaminadas por el crimen organizado.
Fueron horas de consternación porque también se supo que la orden de trasladar a los sicarios para ponerlos a buen recaudo no fue acatada, lo que ratificaba que el sistema penitenciario seguía fuera de control.
Estos sucesos imprevistos, así como la destitución del jefe de la Policía y el responsable de la prisión, como sanción y escarmiento, a solo cinco días de ir a las urnas, parecen haber hecho olvidar que el pronunciamiento de los ecuatorianos, el domingo 15 de octubre, será histórico, frente a lo cual no se puede dejar de señalar lo que está en juego en estas elecciones.
Resulta imprescindible, por ejemplo, hablar de la coincidencia excepcional que significa para el país tener como protagonistas de la segunda vuelta electoral a los representantes de las mismas fuerzas políticas que se midieron en las urnas, el 26 de noviembre de 2006.
Y recordar que esa ocasión Rafael Correa, que provenía de la Academia, debutaba en política por el movimiento Alianza País, y se enfrentaba al acaudalado empresario bananero Álvaro Noboa Pontón, muy conocido en Ecuador.
Ante esa realidad, los estrategas del socialismo del siglo XXI plantearon la elección como una lucha entre lo nuevo, que decían representaba Correa, y lo tradicional, el empresario Álvaro Noboa.
Diecisiete años después, siguiendo esas mismas líneas y como una paradoja de la política, es Daniel Noboa Azín, hijo del empresario bananero, quien representa lo nuevo; mientras que Luisa González, de la Revolución Ciudadana (RC5), que compartió el poder con Rafael Correa en diversos cargos, durante 10 años, simboliza el pasado.
Un pasado que interpela a la candidata porque fueron años durante los cuales se conculcaron las libertades, los luchadores sociales fueron perseguidos; directivos y periodistas procesados y sentenciados; algunos medios de comunicación cerrados, pero nunca se escuchó a González defenderlos.
Tampoco se recuerda que la candidata de la revolución ciudadana haya condenado la persecución al movimiento sindical que, al no poder cooptarlo, lo dividieron. Ni cuando su mentor llamó ponchos dorados a los indígenas, a cuya dirigencia fragmentó, convirtiendo a los dóciles en burócratas y persiguiendo a los insumisos.
Luisa González jamás dijo nada sobre las mega obras con sobreprecios descomunales que se ejecutaron durante el correísmo, lo que haría suponer que, en un eventual gobierno suyo, tampoco propiciaría la recuperación de las colosales cifras que la corrupción se llevó de los ecuatorianos, y eso resulta inadmisible.
El drama de la violencia que vive hoy el Ecuador es producto, entre otros motivos, de decisiones absurdas como imponer la ciudadanía universal, que abrió las puertas del país a todo tipo de gente, en especial a las mafias. Pero esa medida no ha merecido siquiera un mea culpa de la candidata que participó en ese gobierno, el mismo que al no renovar el contrato de la Base de Manta, dejó al Pacífico sin vigilancia y, para rematar, impuso la tabla de consumo de drogas, germen del microtráfico.
A los ecuatorianos no nos han contado lo que es el socialismo del Siglo XXI, sino que lo hemos vivido y sufrido.
Que la candidata haya sido entrenada para esquivar sus opiniones sobre política exterior, no significa que el país haya olvidado lo que ella piensa de Venezuela y su gobierno. Ni de su adhesión al Grupo de Puebla, cómplice silente de la persecución del dictador Ortega al pueblo nicaragüense.
Al ser la primera mujer finalista a la segunda vuelta electoral, el nombre de Luisa González tendría que despertar ilusión en un país como Ecuador, pero al haber sido funcionaria del correísmo en varios y diversos altos puestos, su carga negativa es demasiado pesada y visible ante la gente.
De Daniel Noboa, de Acción Democrática Nacional (ADN), que apenas tiene dos años de experiencia pública al haber sido asambleísta, todo está por ser descubierto, si gana las elecciones.
En instantes, como los de ahora, cuando los nombres detrás del magnicidio de Fernando Villavicencio estarían por ser revelados por la Fiscalía, resulta oportuno recordar los valores que propiciaba desde el periodismo y como asambleísta, y seguir sus advertencias para evitar que el país regrese el autoritarismo, la persecución, el nepotismo y la corrupción.
En la elección de este domingo 15 de octubre de 2023 se enfrentan Luisa González, del socialismo del siglo XXI, y Daniel Noboa, de Alianza Democrática Nacional, quien además busca la revancha por una contienda política excepcional, ocurrida 17 años atrás.