De la Vida Real
De la humedad al diseño High-End: Remodelando con William
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Por mucho tiempo en nuestro baño había una fuga de agua, pero era una fuga intermitente. Había épocas en que la fuga no aparecía y otras en que el baño se mojaba un poco más, pero nada grave, con poner unas toallas, la fuga paraba. Yo creía que teníamos el asunto controlado.
Un día mi hijo me dijo que la pared de su cuarto se estaba cayendo. Fuimos a ver y tenía tanta humedad que, de verdad, la pared se estaba cayendo.
Le llamamos al maestro William, quien apareció en nuestras vidas en la cuarentena para hacernos el jardín, y nos cambió la vida, porque resultó ser un erudito: sabe de construcción, es plomero, electricista, arquitecto, ingeniero y, además, tiene un altísimo conocimiento en diseño de interiores. Aparte, es lo más alhaja que hay.
Pero como buen maestro, ama el sensacionalismo extremo. Para él, todo es gravísimo. "Vea, maestro, estoy con esta fuga en el baño que está pasando al cuarto del Pacaí", le dije.
"Chuta, señito, estamos jodidos. Va a tener que botar la pared, mover el piso o de una vez hacerse otra casa. Jodido está esto, vea seño". Esto dice mientras se alza la gorra y se rasca la cabeza al mismo tiempo que cierra los ojos.
Como ya conocemos lo exagerado que es, no le hacemos caso y confiamos en su sabiduría.
Empezó a romper la pared del baño y me dijo: "Vea, señito, hay que cambiar la tubería del agua caliente. Ahí ha estado el problema", a lo que respondí: "¿Y eso es grave, maestro?".
"No tanto, pero vea, de una vez remodele su baño. Está feo y anticuado. Hagamos algo bien chévere. No ve que nos toca picar la pared y romper la baldosa. Hagamos obra, vea señito. Chévere le va a quedar". El maestro ama decir esta frase: “chévere le va a quedar”, y yo confío ciegamente en su palabra.
Mi baño era horrible, la verdad. Vivimos en la "casa de campo" que era de mi abuela, construida hace más de 38 años. Claro, no es una casa en la que mi abuela puso los mejores acabados, sino los más bonitos dentro de su presupuesto.
"¿Será, maestro? ¿Será que hacemos obra?", le pregunté. "No dude, vea señito. Le va a quedar bien chévere. Hacemos un baño bien aniñado. Verá, yo vengo construyendo unos departamentos en Cumbayá, así que fresquito le tengo el diseño en mi cabeza", me respondió. "Maestro, ¿y cuánto saldrá?". "No mucho, seño, tómelo como una inversión de por vida".
Le llamé a Wilson, mi marido, para ver qué opinaba. Obviamente, también le exageré y le dije que había que romper toda la baldosa del piso y de la pared, y que de una vez remodelemos el baño. Me dijo que bueno, que esperáramos el fin de semana para ir a comprar y pagar con tarjeta.
Llegó el sábado y el maestro fue con nosotros. Escogió todo. Él está convencido de que es diseñador de interiores. “Vea esta baldosa con estilo rústico mi seño, compremos, está bien chévere, elegante”.
Con el Wilson, opinábamos que queríamos un lavabo más grande y el maestro nos decía: "No, este mejor jefecito, está chévere, elegante. Muy grande está el otro, vea".
Con el maestro al mando no nos demoramos nada y evitó cualquier tipo de discusión en las decisiones. Fue lo más práctico ir con él. “Confíe en mí señito, yo sé lo que está in”, nos decía. Y nosotros confiamos en él.
La cuenta no salió tanto como pensamos, creo que el maestro tiene conciencia social y compró lo más bonito dentro de un presupuesto asequible. También decidió que la ventana del baño era muy chiquita. Habló con un carpintero, que es vecino, para que nos haga una más grande, y hasta el diseño del vidrio lo eligió él: "Vea, maestro -le decía al carpintero- que sea vidrio granizo color cobre. Hárame bien, verá. No hará quedar mal".
Ahora, cada vez que entramos al baño no entendemos cómo dejamos que el maestro Wiliam escogiera el diseño de la lámpara. Es lo más espantoso del mundo. El baño quedó, como dice el maestro Wiliam, "bien chévere, elegante", pero con la lámpara más espantosa del mundo. En algo se tenía que jalar el maestro.
De esto ya han pasado dos semanas y desde entonces este es el diálogo nocturno con mi marido:
- Oye, chi, ¿por qué dejamos que el maestro Wiliam escogiera la lámpara del baño?
- Porque no tenemos idea de lámparas, creo.
- Igual confiamos en él para el diseño del espejo porque él dijo “le va aquedar bien chévere, seño”.
- Pero cada vez que prendo la luz se me va el encanto por el baño al ver el reflejo de la lámpara en el espejo.
- Tal vez está de que no prendas la luz y así no ves la lámpara.
Entonces nos matamos de la risa al criticar la estética “luminosa” del maestro William.