Efecto Mariposa
¡Otra vez a madrugar!
Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.
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Gritos y reclamos mañaneros de padres y madres que luchan para que sus hijos se despierten temprano, para ir al colegio, constituyen escenas familiares para muchos hogares en los que hay la presencia de adolescentes.
Con el regreso a clases, esa rutina de estrés matutino estará de vuelta y, si bien se podría pensar que la resistencia a madrugar de los jóvenes es un acto más de rebeldía, la ciencia explica, con abundante evidencia, por qué los adolescentes simplemente no pueden despertarse temprano.
Según diversas investigaciones, el reloj biológico de los jóvenes cambia cuando alcanzan la pubertad, retrocediendo hasta dos horas.
Debido a este proceso natural, los adolescentes sienten ganas de dormir más tarde, específicamente a las 23:00, y, naturalmente, no pueden levantarse antes de las 08:00, para dormir el tiempo requerido por las personas de su edad.
Los estudios dicen que los jóvenes necesitan dormir entre ocho y 10 horas.
De este modo, no hay nada de raro en el hecho de que a los adolescentes se les dificulte dormir antes de las 23:00 y despertarse temprano, pues ellos están programados para dormir y levantarse más tarde.
En Ecuador, según consta en la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI), la jornada escolar matutina puede desarrollarse a partir de las 07:00, y esto implica que los jóvenes tienen que levantarse bien temprano, para asistir puntualmente a sus clases.
Ese conflicto, entre los horarios de ir a la cama y de inicio de las jornadas escolares, puede provocar la privación del sueño, condición que incide negativamente en el desempeño académico de los estudiantes.
Se conoce que los jóvenes que no duermen las horas suficientes experimentan problemas cognitivos, así como falta de motivación.
También, los estudiantes que no descansan adecuadamente participan menos en las clases, no están alerta y tienen dificultad para tomar decisiones, debido a que están somnolientos.
Asimismo, hay evidencia de que los estudiantes que no duermen bien pueden presentar sobrepeso, depresión, ansiedad y tienen mayor riesgo de consumir tabaco, alcohol y otras drogas ilegales.
Para evitar los efectos de la falta de sueño, algunos jóvenes recurren al consumo de bebidas estimulantes o ingieren altas dosis de cafeína, prácticas que no están recomendadas por los especialistas de la salud, puesto que podrían agravar los efectos descritos anteriormente.
Otra de las medidas a las que se recurre para compensar la privación del sueño es crear una rutina que consiste en acostarse tarde de lunes a viernes y dormir más horas los fines de semana, para compensar la falta de descanso. Sin embargo, esto empeoraría la somnolencia matutina que aparece a la hora de ir al colegio.
Actualmente, al proceso biológico responsable por los cambios en el patrón de sueño de los adolescentes se le debe sumar el efecto de la tecnología, pues algunos jóvenes usan hasta altas horas de la noche teléfonos celulares, tabletas, videojuegos y permanecen activos en las redes sociales.
Adicionalmente, el exceso de actividades extracurriculares y de tareas escolares también pueden contribuir a que los jóvenes estudiantes no puedan dormir las horas necesarias.
Sin olvidar la importancia de los factores tecnológicos y socioculturales, la comprensión del papel del reloj interno en las horas de sueño de los adolescentes trae luces para esclarecer la controversia que existe sobre la importancia de que los jóvenes madruguen, y nos obliga a repensar ciertas creencias y exigencias.
Si despertar temprano, va más allá de un acto de buena voluntad, no tiene sentido argumentar que es necesario que los colegiales madruguen, como una forma de entrenamiento para la vida adulta o para que tengan mayor disponibilidad de tiempo para realizar actividades extracurriculares.
Según los especialistas, la medida más efectiva para evitar que los jóvenes experimenten los efectos negativos de la privación del sueño es que los colegios comiencen sus actividades escolares más tarde; sin embargo, por el cruce de horarios, esta salida podría significar una nueva fuente de conflictos a nivel familiar.
Así, queda conversar con los adolescentes sobre la importancia de dormir, al menos ocho horas, y eliminar distractores del sueño, como dispositivos electrónicos y bebidas energizantes.
Deseo que los jóvenes disfruten y aprendan en el nuevo año escolar; que todos tengan los recursos necesarios para estudiar. Que puedan dormir bien y que, en sus sueños, visualicen un mejor país.