Canal cero
Si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca…
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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En 1909, el conflicto territorial con Perú se agravó. Se conoció que el 'Laudo Arbitral' que se había pedido al Rey de España favorecía la tesis peruana y que la frontera amazónica entre los países no se colocaría en las márgenes del Marañón, como Ecuador reclamaba.
La labor de Honorato Vázquez, representante en Madrid, estaba destinada al fracaso por la manera errática e inconsistente en que sucesivos gobiernos habían manejado este problema.
A principios de 1910 existía un estado de beligerancia entre Ecuador y Perú. Se movilizaron tropas y se realizaban manifestaciones públicas al grito de: "¡Tumbes, Marañón o la guerra!", que era la máxima aspiración fronteriza de Ecuador.
El Ministro de Relaciones Exteriores, José Peralta, convirtió ese grito en tesis nacional. El gobierno se negó a negociar y trató de impedir que se diera el fallo real, invitando al Perú a un arreglo directo.
Se enviaron representantes a Chile y Bolivia. Volvió a pactarse una alianza defensiva con Colombia. Se pidió a Estados Unidos que interviniera como garante.
Y se organizó la 'Junta Patriótica Nacional', con personas de varias posiciones políticas: Luis Felipe Borja (Presidente), Federico González Suárez (Vicepresidente), Manuel A. Larrea, José Julián Andrade, Carlos Casares, Carlos Freile Z., Joaquín Gómez de la Torre, Carlos Pérez Quiñones, Quintiliano Sánchez, Pacífico Villagómez, Luis F. Borja (hijo) y Celiano Monge.
La Junta emitió un manifiesto llamando a la unidad y a respaldar al gobierno en ese momento. En las provincias se formaron juntas similares y el sentido de unidad inundó al país.
El arzobispo González Suárez dijo entonces: "Si ha llegado la hora de que el Ecuador desaparezca, que desaparezca; pero no enredado entre los hilos diplomáticos, sino en los campos del honor, al aire libre, con el arma al brazo; no lo arrastrará a la guerra la codicia, sino el honor".
Cuando el conflicto parecía inminente, don Eloy encargó el Poder Ejecutivo al Presidente de la Cámara de Diputados y fue a la frontera a dirigir las operaciones. Aunque menor que el peruano, un respetable ejército se había movilizado.
Decía Alfaro al Congreso: "Puedo aseguraros que al sobrevenir la guerra, podríamos presentar en línea, al primer momento, sobre 50.000 soldados, regularmente equipados y decididos a vencer o morir en defensa de la integridad nacional".
Estados Unidos, Brasil y Argentina evitaron la guerra con su acción diplomática. El Rey de España suspendió el fallo y luego anunció que se abstenía de pronunciarlo.
El peligro inmediato había desaparecido, pero el conflicto quedaba pendiente. Al haber insistido en la tesis maximalista 'Tumbez-Marañón' se había perdido una oportunidad de llegar a un arreglo.
Con el tiempo, en 1942, Ecuador tuvo que aceptar una frontera mucho más desfavorable, con un territorio cien mil kilómetros más reducido que el que le hubiera otorgado el laudo del Rey de España.