En sus Marcas Listos Fuego
¡Limpiaparabrisas a la hoguera!
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
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Primer acto: llega al semáforo con absoluta paz.
Segundo acto: en medio de un sol brutal aparece un ejército de individuos, armados con jabón, que es arrojado contra su voluntad a su parabrisas y empieza la limpieza no consentida.
Tercer acto: usted acciona las plumas, pero ni eso evita el ímpetu del que quiere comer.
Cuarto acto: usted decide no darles nada.
Quinto acto: o bien le patean el auto, o bien lo agreden verbalmente, o le sacan un cuchillo o bien siguen su camino dejándole a usted de mal humor.
Sexto acto: despotrican en Twitter, piden gasolina y un fósforo y quieren ver el mundo arder.
Séptimo acto: las autoridades deciden actuar, retirando a los limpiaparabrisas de la calle que les pertenece a ustedes.
Todo lo anterior merece, en mi humilde nada humilde opinión, una respuesta radical.
Sí, estoy de acuerdo con que nadie debe acercarse a su propiedad privada sin su consentimiento.
La propiedad privada, les guste o no a los comunistas, es uno de los símbolos sociales más importantes de la libertad. Si violan de cualquier modo su propiedad privada, su libertad se ve menguada.
Sí, estoy de acuerdo con que ninguno de nosotros está obligado a entregar monedas a cambio de un servicio no demandado, es decir, de una oferta debidamente rechazada a punta de plumazos.
Sí, estoy de acuerdo con que quien nos quiere obligar a recibir un servicio no solicitado y ante el rechazo reacciona con violencia, debe ser sometido a la justicia.
Sí, estoy de acuerdo con que por fin la Policía Metropolitana deje de ser un cúmulo de conos anaranjados y ahora sea un cúmulo de servidores de la sociedad.
Pero todo lo anterior, lean bien, es curar el cáncer con homeopatía. El cáncer es la pobreza.
Ustedes son daño colateral, pero, sobre todo, ustedes son dueños de la calle porque tienen auto, porque tienen techo que impide que sean chamuscados bajo un sol abrasador, ustedes se dirigen a los trabajos que esos limpiaparabrisas no tienen.
Aquí viene mi propuesta y los voy a hacer al estilo de Martin Luther King: sueño con una administración municipal que evite que los limpiaparabrisas acosen a los conductores. Sueño con una justicia que sancione a quienes agreden a aquel que quiere un parabrisas empolvado.
Pero tengo un sueño aún más grande. Sueño con una sociedad que entienda que esos limpiaparabrisas tienen el estómago vacío y que, si simplemente los arrojamos lejos de las calles, en realidad los estaremos arrojando a la delincuencia total.
Ellos sienten que no tienen otro camino: o hacen malabares o limpian vidrios y empuñan cuchillos. ¿Qué tal si les ofrecemos una salida?
Sueño con un país donde a cada uno de ellos se les financie y se les proponga lo siguiente: a cambio de que salgan de las calles, el Estado los educa técnicamente, les garantiza una plaza de trabajo y los convierte en servidores municipales.
Que de limpiar parabrisas pasen a uniformados y, con un sueldo digno, a cuidarnos a todos.
Sí, estoy loco, pero esta locura que propongo ya se hizo años atrás con los cuidadores de la zona azul.
Para evitar que se adueñen de las veredas y que la seguridad de los autos dependa de la propina, se los empleó, se les asignaron calles, se les entregaron uniformes y se los incluyó dentro del trabajo formal.
¿Qué tal si, en lugar de expulsar a quienes están armados con una botella de jabón, les damos una oportunidad de vida? Yo propongo expulsarlos de las calles y arrojarlos a una vida más digna, a una realidad donde por fin podamos decirles: bienvenidos a la sociedad.
Muchos odiarán esta columna. La izquierda me pedirá que salga de mi burbuja que pretende adoctrinar a quienes no quieren ser adoctrinados.
La derecha me gritará que estoy queriendo incorporar a delincuentes al servicio de la ciudadanía.
Lo siento, pero no los escucho, porque para dar oportunidades a los más olvidados se necesitan ideas locas y algunos locos.