Iluminaciones
¿Por qué no hay líderes políticos? Tal vez porque no entienden al electorado
Economista y periodista. Trader de commodities, índices y monedas.
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La ausencia de líderes políticos, nacionales y locales, que interpreten y personifiquen los anhelos y necesidades de los ecuatorianos es, a mi modo de ver, un hecho incontrovertible.
Prueba de ello es el escepticismo y la sospecha que todas las candidaturas presidenciales provocan entre el electorado.
¿A qué se debe esa falta de credibilidad de los políticos? Una posible respuesta tal vez sea que ellos no han hecho un esfuerzo suficiente por conocer a su electorado y, por tanto, se han limitado a repetir las mismas costumbres demagógicas que han visto de sus antecesores para ganar adhesiones: regalar fundas de arroz, proferir discursos inflamados y abrazar a ancianos, por ejemplo.
Defraudado, el votante ha preferido adoptar una actitud antisistema, renegando del sistema de partidos y de “los políticos de siempre”. Esta postura es peligrosa para la vigencia del sistema democrático y, como ocurrió en la época de Correa, fue aprovechada para cometer robos y abusos de toda clase.
¿Cómo empezar a entender mejor a ese electorado cada vez más diverso y complejo que tiene Ecuador? 'Mujer, sexualidad, Internet y política', de Jaime Durán y Santiago Nieto, ofrece un comienzo.
En esencia, ese libro sostiene que el elector no razona su voto sino que escoge a su candidato “con el corazón”, es decir con base en criterios emocionales como la simpatía, el temor o el resentimiento.
Durán y Nieto retratan al ciudadano como un personaje individualista que construye sus valores políticos en función de pasiones oscuras como el deseo de revancha y también con base en sentimientos más constructivos como la admiración por el otro.
Ese sistema propio de valores busca, en última instancia, alcanzar algún nivel de autoafirmación personal. Aquí es donde el aporte de Durán y Nieto se hace más relevante y también controversial: en muchos casos –explican ellos– los electores prefieren diversión y confort antes que obras de infraestructura.
Por ejemplo, primero desean un teléfono móvil y lucir como sus ídolos de la farándula y después un sistema eficiente de transporte.
Constatar esta realidad, aparentemente terrible o inadecuada, no es una invitación a que el candidato convierta su campaña en una feria de ofertas demagógicas y hedonistas. Es una invitación a acercarse más a la realidad personal del votante.
A esto, los autores denominan el “enfoque de respeto al elector” y supone que candidato y elector son personajes que deben encontrarse en condiciones de igualdad, desechando aquella visión anticuada que ponía al político en una posición de superioridad intelectual y moral frente al ciudadano.
Una aproximación más sincera y desprejuiciada a la realidad de los votantes es, con toda seguridad, una tarea pendiente de los políticos actuales y en ciernes.
Pero no es la única. El político también necesita estudiar y acumular experiencia en la administración pública y privada, de forma que pueda ofrecer soluciones viables y sostenibles a sus conciudadanos, cuando llegue el momento (si es que llega).
@GFMABest