El indiscreto encanto de la política
Líderes extremos y sociedades fragmentadas: radiografía de la polarización mundial
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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El término polarización fue elegida como la palabra del año 2023 por la FundéuRAE, "por su presencia en los medios y la evolución de su significado".
Sin duda, la elección realizada guarda completa sintonía con el momento histórico que vive la humanidad. En los últimos años, observamos cómo se han intensificado las diferencias y divisiones entre grupos, llegando al extremo de percibir que la victoria de un bando implica la derrota del otro.
Para 2024, año en que medio mundo irá a las urnas en cerca de 100 países, la expectativa es que esta irritación social solo empeore.
Las sociedades se polarizan, entre otras cosas, por la aparición de líderes cuya retórica extrema se apropia de los problemas reales de los votantes y plantea soluciones enfrentando posiciones.
Ante esto, cuando la oposición al poder reacciona con una retórica similar, solo se abona el conflicto, afianzando la división. Si a estos dos elementos se suman desafíos no resueltos respecto a la identidad nacional, la polarización será más duradera y perjudicial.
En Estados Unidos, por ejemplo, las maquinarias políticas ya empiezan a operar tanto para conducir a Trump a su segundo mandato como para evitar que ello ocurra. El líder republicano es el centro de la elección y, por ende, de pasiones y odios por sus posiciones radicales respecto a la inmigración, cambio climático o política exterior.
En la misma línea, en Argentina, el presidente Javier Milei, al provocar una fisura en la política tradicional con sus ideas libertarias y estilo excéntrico, ha llevado la división social incluso hacia la cultura, cuestionando los privilegios estatales de artistas e intelectuales, personajes otrora intocables de la idiosincrasia argentina.
Desde el otro lado del espectro ideológico, Gustavo Petro ha impulsado reformas tributarias, laborales, de salud y a la seguridad social que han desafiado el hegemónico modelo económico de la conservadora sociedad colombiana.
Asimismo, la cercanía con el gobierno venezolano, sus polémicas declaraciones a favor de Palestina y los acercamientos con los zapatistas mexicanos han agitado no solo el clima político en el país, sino en toda la región.
La polarización severa lesiona a la democracia. Con frecuencia conduce al abuso de poder, a dificultar los acuerdos políticos entre partidos y hasta a erosionar la confianza de los ciudadanos en las instituciones.
Pero también carcome las normas informales que sostienen la convivencia armónica entre ciudadanos. Cuando bajan los niveles de tolerancia y respeto, las críticas son tomadas como amenazas y las discrepancias políticas como sabotajes.
Si cada bando ve al otro como una amenaza, los seguidores del poder pueden llegar a justificar comportamientos autoritarios si estos permiten defender su arquetipo de sociedad. Desde el otro lado, igualmente, la oposición encontrará válido recurrir a medios no democráticos para sacarlos del poder.
Una sociedad dividida es difícil de sanar. Pero no imposible. Existen casos en donde reformas electorales, acompañadas de procesos de descentralización, equilibran la distribución del poder.
Asimismo, un activo rol de la justicia como garante de la democracia permitirá el control de poder y el aseguramiento del Estado de derecho. Pero la responsabilidad final recae en los líderes, quienes tienen a mano las herramientas para promover una cultura de respeto, comprensión y colaboración, reconociendo la diversidad de opiniones como un componente valioso de una sociedad democrática.