Pasado Catar, volvamos a la increíble campaña de 1822
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Mientras la vibrante campaña de la Tri en las arenas de Catar unificaba y emocionaba al país, yo leía '1822', de Íñigo Salvador, una crónica novelada de la campaña militar destinada a liberar a Quito del dominio español.
Con la recreación de escenas y diálogos que pudieron haber sucedido, y con algunos personajes secundarios de ficción que enriquecen el relato, Salvador despliega una versión ajustada no solo a lo que aconteció realmente en los campos de batalla, sino también a las intrigas políticas que enturbiaban el ambiente.
Los héroes son Antonio José de Sucre y los oficiales que lo acompañaron en las derrotas y en las victorias, desde Huachi hasta Pichincha.
Igualmente heroica es la tropa de esclavos libertos, indígenas y campesinos que avanzan y combaten en condiciones terribles.
Pero lo que genera las situaciones más dramáticas y novelescas –que Salvador recrea con agudeza– es la sorda disputa entre Colombia (Venezuela incluida) y Perú por los territorios de la Real Audiencia de Quito.
Cabalgando junto a Sucre, somos testigos de que la futura existencia del Ecuador se halla amenazada, no tanto por los realistas, que tarde o temprano serán derrotados, cuanto por las maniobras de San Martín y los políticos limeños que buscan la anexión de Cuenca y Guayaquil.
Y que cuentan acá con fervientes partidarios. José de La Mar aparece como el malo de la película, aunque los cuencanos terminarán reivindicándolo porque en el momento de desintegración del orden colonial los mapas y las lealtades son todavía confusas.
Por su lado, José Joaquín Olmedo defiende la autonomía guayaquileña, pero comprende que no es posible una tercera vía y termina dedicando a Bolívar el Canto a Junín.
De la gloria al desastre, otros héroes, además de Bolívar y Sucre, que tendrán un final trágico son el argentino Lavalle, al que un compatriota calificó como 'la espada sin cabeza'.
Y el antioqueño José María Córdova, decisivo en Pichincha y Ayacucho, quien fue eliminado por un hombre de O’Leary cuando acababa de cumplir 30 años y se había rebelado contra Bolívar.
Mucho se ha escrito sobre esos años trepidantes y contradictorios de la Independencia: ensayos históricos, biografías, novelas históricas o historias noveladas, según el énfasis que haga el autor en los datos históricos o en el lenguaje y las criaturas de su imaginación.
Fijando su posición, Salvador incluye fichas históricas del destino de los personajes, así como de la amplia bibliografía consultada.
El asunto es que cada generación desarrolla su interpretación de la historia; la memoria del pasado, tanto a nivel del individuo como de la sociedad, se halla en permanente reelaboración.
Pero los medios han cambiado. Y los héroes también. Por ejemplo, ha sido la televisión, multiplicada ahora por las redes sociales, la responsable del impacto multitudinario que generan los partidos de la Selección Nacional. Frente a ello, la influencia de los textos impresos es cada vez menor.
Lo positivo es que luego de la firma de la paz con el Perú, cuando desapareció ese factor de unidad nacional que era la enemistad con el vecino del sur, fue precisamente la Tri la que reforzó la identidad de un país en grave crisis económica y con agitadores del separatismo.
Sin embargo, para saber de dónde venimos y con qué nos identificamos, es indispensable conocer nuestra historia. Y para ello son útiles libros destinados al gran público, como '1822'.