Una Habitación Propia
Pero me he levantado
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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He querido, claro que he querido, meterme piedras en los bolsillos como Virginia Woolf y caminar tranquila, casi paseando por el parque de otoño, en un río profundo y sentir el peso arrastrándome hacia abajo y luego nada.
La ansiada nada.
Quería escribir sobre todo, sobre la vida que tenemos y la hubiéramos podido tener. Quería escribir sobre todas las formas posibles de morir.
He querido, también, tomarme cincuenta seconales como Alejandra Pizarnik, que toda su vida quiso ser flaca y quiso, quizás es lo mismo, ser absolutamente amada. Quería un amor que viniera solo, que viniera como vienen los dioses, a salvarla, de todos y de sí misma, pero sobre todo de sí misma.
La noche soy y hemos perdido
Así hablo yo, cobardes.
La noche ha caído y ya se ha pensado en todo.
He querido, desde luego, abrir el gas del horno que es una garganta que asa pollos y pulmones y descansar para siempre el sueño de princesa de cuento de Sylvia Plath. Sylvia, tan bella, tan sufriente, tan huérfana de todos, tan endemoniada como una casa en la que nadie ha sido amado.
He querido seguir a Sylvia allá donde se fue dormidita como un pan recién hecho.
Morir
es un arte como todo lo demás.
Yo lo hago excepcionalmente bien.
He querido el mar, al mar, ser el mar, convertirme en el mar hundiéndome en él como una estrella sin una pata que un niño, después de verla morir, devolvió a las olas.
He querido ir a una playa, a La Perla como Alfonsina Storni, pocito de dolor, ella misma un mar de neurosis, o a cualquier otra, la que sea, para que encuentren mi cuerpo al otro día, ya en calma, boca abajo sobre la arena y digan que me rendí cuando en realidad deberían decir que me liberé.
Ten paciencia,
mujer que eres oscura:
algún día, la Forma Destructora
Que todo lo devora,
borrará mi figura.
He querido no ser, no despertar, no pensar, no tener que encargarme nunca más de las facturas, de pagar la electricidad, el Internet, la casa, la comida, la existencia, de la dieta baja en carbohidratos, del desconsuelo que es como una gangrena, de la niña que no tuve y que llora a veces de hambre y otras de orfandad, de comprar café y sacarina, de los muslos y el tiempo, de los dientes, de buscar un contador porque de todo quiere el Estado una tajada, de intentar ser linda y ser flaca y ser buena y ser chispeante y ser asertiva y ser resiliente y ser una dama en la mesa y una puta en la cama y ser, ser, ser todo lo que hay que ser para que no digan es una pobre perdedora, es una fracasada, es una gorda, es una vieja, es una loca, es un caso perdido.
He querido no ser un caso perdido. Ganar aunque sea a la muerte.
He querido con todas mis fuerzas no levantarme, no levantarme hoy, no levantarme.
Pero me he levantado.
Me he levantado y he escrito esto.
Pasa una gaviota fuera de la ventana y eso es todo y es tantísimo.
Porque la he visto porque me he levantado.